NEUQUEN (AN).- La sede neuquina del Museo Nacional de Bellas Artes tiene un nuevo habitante. A la ya extensa colección de obras donadas por distintos artistas que conforman el patrimonio cultural neuquino, se suma ahora una pieza de increíble impacto sensorial de Jose Manuel Ciria, valuada en 75.000 dólares .
La obra "Urshanabi el barquero" de Ciria, un óleo sobre lona y collage de 250 por 250 centímetros, forma parte de la exposición conjunta que integran Ciria, Fermín Eguía y Emilia Gutiérrez y que se expone actualmente en el MNBA. Ahora esta pieza pertenece al museo y a todos los neuquinos.
"Urshanabi el barquero" forma parte de la serie de obras denominada "La epopeya de Gilgamesh". Es un lienzo donde la técnica se basa en la elección de dos colores de fuerte contraste y el derramamiento de un ácido que provoca figuras impactantes y altamente atractivas para los sentidos.
"Los que siguieron la historia del museo vieron a Goya, a Picasso, el siglo XX español y el arte contemporáneo español que es éste. En el caso de Ciria, es arte conceptual porque está basado en el relato de la epopeya de Gilgamesh, es el primer antecedente de la escritura en el año 2700 a.C. y relata toda la cuestión de la existencia del hombre. Los grandes artistas siempre tocan los mismos temas, la vida la muerte, el amor. En este caso es la eternidad", explicó Oscar Smoljan director de la sede neuquina del MNBA y secretario de Cultura del municipio capitalino.
Ciria en su obra reivindica la identidad por sobre los ocasionales devaneos de las modas y rescata a cada momento la condición artesanal, casi obrera, del pintor, por encima de cuestiones mercantilistas.
La historia detrás del lienzo
Gilgamesh era un rey en la sagrada ciudad de Uruk, en Mesopotamia. Gilgamesh había visto el fondo de todas las cosas, conocía todos los países del mundo y compartía su sabiduría con los demás. Su conocimiento era tan extenso que abarcaba todos los secretos, incluso aquello que había sucedido antes del diluvio que inundó la tierra. Ciria desde su obra, encara un viaje épico a la manera de Gilgamesh. Se dirigió al bosque de cedros, se preguntó una vez más si la narración es posible en el territorio de la pintura abstracta y pasó una temporada en el infierno. Su respuesta son los cantos traducidos al lienzo.