Neuquén desde hace muchos años viene mostrando un incremento incesante en los niveles de violencia. Su última expresión fue el asesinato del docente Carlos Fuentealba.
Se expresa cotidianamente a través de violaciones a los derechos humanos, impunidad, protesta social con cortes de ruta, fragmentación social, miseria, exclusión, intolerancia, etc., lo que genera imprevisibilidad, inseguridad colectiva, aislamiento y tristeza.
Pero para que la violencia sea moneda corriente, debimos como sociedad haber realizado algunas construcciones básicas.
En lo político, hemos sido capaces de permitir que la ideología traspase la moral, avalando la violencia como herramienta para imponer nuestros pensamientos. Frases como "la violencia engendra violencia", "en este país necesitamos orden o mano dura", "la violencia ejercida por el pueblo, no es violencia sino justicia", evidencian que ya la violencia forma parte de nuestra cultura o, dicho de otra manera, no es ajena a nuestra cultura sino producto de ella.
En lo cotidiano, nuestra eterna culpa por haber recibido un país rico y haberlo empobrecido, nos paraliza frente a cualquier delito. "No se puede judicializar la pobreza", "El delincuente es la primera víctima", son frases corrientes que justifican muchas veces hechos violentos. No todos los pobres cometen delitos, de la misma manera que no todos los ricos son honestos.
Pero debemos ser optimistas frente al problema. Hay demasiadas muestras de hartazgo frente a la violencia y estamos tomando conciencia de la amenaza, del peligro y de la inconducencia de la misma.
Para pasar de la palabra a la acción debemos realizar inmediatamente algunas tareas. Necesitamos aunar voluntades para rubricar determinados contratos sociales que permitan prevenir situaciones de conflicto y hechos de violencia: el ético, el de la autoridad moral, el del imperio de la ley, el de la ciudadanía, el de la cultura del esfuerzo, el republicano, el del accionar de la Justicia y las fuerzas de seguridad.
El contrato ético se basa en una legislación que consagre la fraternidad, la empatía y la paz. Esto permitirá enfatizar la creatividad, el diálogo y la participación, privilegiando la resolución de los conflictos a través de la preeminencia del lenguaje verbal sobre la acción, eliminando preventivamente las situaciones generadoras de violencia.
El de la autoridad moral: los dirigentes, ya sean políticos, gremiales, sociales, etc., deben ser elegidos no sólo por su capacidad, demostrada por su trayectoria privada o pública sino también por una elevada autoridad moral. En una sociedad, por distintos motivos, siempre hay conflictos, algunos de ellos absolutamente naturales (ejemplo: discusión por mejores condiciones de trabajo). Una vez desatado el conflicto y ante la necesidad de discutir su resolución, se deben elegir interlocutores para representar los distintos intereses. Sólo aquellos con elevada autoridad moral podrán mantener siempre la discusión en una mesa de diálogo.
El del imperio de la ley: consiste en el reconocimiento de la ley como única forma de esgrimir nuestros derechos y dirimir nuestros conflictos. Las normas son necesarias para la convivencia, ya que permiten la existencia de parámetros de referencia para la protección de sus miembros. Si la ley es vista como valor, no estará oficializada, fijada o apropiada por nadie, será de todos. El respeto por el otro, por el adversario, por el distinto, será lo que fije nuestra conducta y los encuentros más allá de las diferencias tendrán matices solidarios. Asimismo la ley nos iguala.
El de la ciudadanía: ser ciudadano implica ejercitar derechos y cumplir obligaciones. Es la aceptación absoluta de que uno no está solo. Ser ciudadano requiere participación en la cosa pública, y esto genera una empatía con sus representantes que impide el aislamiento de estos últimos.
La cultura del esfuerzo: el "ganarás el pan con el sudor de tu frente" debería tener un sentido más social que religioso. Debería constituirse en una conducta de vida y un norte a la hora de elegir el camino para la satisfacción de nuestros anhelos espirituales y materiales.
El contrato republicano: consagrando la alternancia en el poder y la competencia política. Las bodas de oro en un matrimonio constituyen un logro afectivo, que emociona. Las bodas de oro de un mismo partido político en el poder, más que un logro democrático es un signo de esclavitud política. Esto último produce una sensación de omnipotencia que genera resentimiento y discordia.
El accionar de la Justicia y las fuerzas de seguridad: la Justicia debe llegar a todos, no sólo a los que tienen recursos para defenderse. Debe ajustarse a derecho y alejarse de su creciente interés por accionar políticamente a través de sus fallos. Tenemos también que aclarar para qué queremos fuerzas de seguridad. No las necesitamos para observar, ni para matar. Las necesitamos capacitadas para resguardar la vida de los ciudadanos y sus bienes.
Como ejercicio de memoria y reflexión, quisiera recordar algunos conceptos extraídos de la Declaración Universal sobre Derechos Humanos:
" Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
" Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.
" Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
" Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones.
" Toda persona tiene deberes respecto de la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.
En Neuquén, muchos dirigentes políticos son duros o blandos frente a la violencia. Son extremadamente represivos o extremadamente permisivos frente a ésta. Pero es engañoso presentar únicamente estas opciones extremas. Estas actitudes, ya sean por sadismo, cobardía o conveniencia, sólo promueven más violencia, excesos y profundizan el distanciamiento entre los ciudadanos de nuestra provincia. La suscripción de los contratos citados nos permitirá fijar un centro más equilibrado, ecuánime y sensato que sea la base de la resolución de nuestros conflictos.
El Estado debe asegurar educación, salud, justicia y seguridad. En estos momentos muchos neuquinos sentimos que el Estado ha hecho abandono de sus funciones básicas y nos encontramos sumidos en una profunda tristeza. ¿Será posible recuperar la confianza entre hermanos, reconstruir nuestra sociedad y nuestro Estado? Si otras sociedades lo han logrado, nosotros también podemos.
Finalmente, sabemos que la muerte y las lágrimas nos igualan. La marcha por Carlos Fuentealba fue multitudinaria porque igualó. Debemos luchar para que la vida y la alegría también logren el mismo efecto.
MARCELO BERMUDEZ (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Concejal de la Ciudad de Neuquén - Bloque Recrear.