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Lunes 09 de Abril de 2007
 
Edicion impresa pag. 12 y 13 > Opinion
¿Final del "tiempo" Sobisch?

No hay político en la Argentina posdictatorial que no enfrente un tiempo duro, agitado, de continuas coyunturas críticas. Tampoco los hay con un tiempo blando, estable y a su favor, de situaciones anodinas donde consumar una administración de la cosa pública sin sobresaltos. Sobisch, igual que muchos mandatarios provinciales que vivieron la política mayor, especialmente desde el inicio de la década del noventa, tuvieron más del primer tiempo que del segundo. Hasta la fecha, la permanencia y éxitos que pueden mostrar como trofeo dependieron de una dosificación de rutinas y, cuando fue necesario, de virajes sorpresivos para adecuar cada coyuntura a sus exigencias políticas. Y en el caso de que disfrutara de un período sin grandes novedades eventos que podrían haber tomado otro rumbo terminaron transformando a algunos de ellos en verdaderas tragedias. Lo cierto es que de una a una, cada situación difícil o sencilla fue afrontada para producir nuevos momentos de legitimidad y, de acuerdo con el derrotero de distintos turnos electorales, siempre fueron providenciales para sus designios políticos.

Pero hubo eventos de los cuales pocos hombres políticos pudieron salir indemnes. Sobre todo si contenían la excepción de lo irreversible, del crimen derivado de un evento político y de conflictividad social. Sin duda la crisis del 2001 y el regreso de la muerte política a la escena pública "sensibilizaron" la opinión del ciudadano corriente. Esos crímenes de la política no perdonaron al hombre de gobierno que por intervención directa o indirecta los hizo responsables de ellos. Duhalde se vio obligado a reducir tiempo de presidente provisional después de los asesinatos de Kosteki y Santillán en la estación de Avellaneda. Años después, en el sur del país el gobernador de Santa Cruz, Acevedo, no pudo sostenerse al frente del Ejecutivo provincial por la crisis que siguió a la muerte del policía Sayago, en Las Heras, en medio de una protesta de trabajadores petroleros.

No hay duda de que hasta el presente el gobernador neuquino pudo sortear sucesivas crisis y reunir los votos suficientes para fundar nuevas pretensiones. Y aun más, logró sobreponerse a la derrota electoral de 1995. La suma de las crisis enfrentadas, la competencia por centralizar recursos políticos y los resultados de cada acto electoral han marcado un estilo, pero por sobre todas las cosas han sido capaces de producir un largo y preciso tiempo para la política provincial. El "tiempo" Sobisch resulta entonces de una historia que lo tiene como exclusivo y personalísimo protagonista. Sin duda es la historia propia, pero también la que deriva de las acciones de terceros, de los otros que le son cercanos y pertenecen a su partido, a su equipo de gobierno y también al de sus votantes. Asimismo, están comprometidas las biografías políticas de los actores opositores, de sus electores y de aquellos que dicen pertenecer a la vida distante de la abstención permanente. A pesar de la interrupción del último capítulo de un tiempo ya cerrado de Felipe Sapag, durante quince años la reunión de ambos mundos el personalísimo y el de los "otros" le ha permitido al actual gobernador acumular ingentes beneficios políticos. Sobisch ha sido un político con fortuna, aunque ésta resulta muy difícil de identificar siguiendo la narrativa del florentino Nicolás Maquiavelo. Y en las horas que corren parece que niega una vez más a "El Príncipe" en aquello de saber dosificar las ventajas del zorro y el león, la astucia y la fuerza, ya que parece haber primado sólo esta última.

A pesar del tiempo acumulado a su favor, la crisis del presente por la represión y muerte del profesor Carlos Fuentealba señalan que el tiempo Sobisch estaría llegando a un final anticipado. ¿Cuál es el tiempo que llega a su final? Sin dudas corresponde a un Sobisch que supo transitar una historia de provincia que, de acuerdo con su personalidad excesiva, debía ser permanentemente rebasada corriendo las fronteras de su territorio político. El mejor ejemplo de esa estima desbordada por sus pretensiones ha sido el lanzamiento nacional que parece, en los días que corren, una empresa cada vez más aislada y, como en sus inicios, por de más aventurera. Lo cierto es que esas aspiraciones prometen entrar en el capítulo de la frustración, por lo que suponía ser la mejor carta de presentación: el modelo neuquino. Una fórmula que, hasta la media mañana del miércoles 4 de abril, debía ofrecer a los desafiantes actores locales y a la opinión pública nacional una propuesta distintiva. Ella prometía el sello de la firmeza y decisión según un discurso de la "seguridad" en respuesta a las cada vez más impopulares interrupciones del tránsito como modalidad de protesta. Y resultado de esa exposición ha sido la muerte de un docente. Posiblemente la imagen bien protegida que evitó a los medios de prensa, de un gobernador en fuga vestido de policía antimotines, quede como último acto de la consumación práctica del discurso duro de la seguridad.

Sobisch enfrenta una coyuntura crítica, impensada en su desenlace y también en la proyección de sus pretensiones. Su gobierno "interior", el de la provincia, fue desbordado hacia el exterior de una opinión pública nacional que siempre creyó propia por los abundantes recursos puestos en juego, tanto en dinero como en exposición personal. Antes había sido rebasado por el cambio en el partido provincial. Luego de los sucesos trágicos, con escasos elementos discursivos para alejarse de la responsabilidad que le cabe como gobernante frente a la muerte de Fuentealba, no hay medio de opinión nacional que considere viable el sueño presidencialista. Ello da cuenta de la debilidad de esa empresa, siempre pendiente de su autosuficiencia. Hacia el interior de la provincia carece de la credibilidad de un gobierno activo, con el tiempo a su favor y aun menos, con la capacidad de autocriticarse y dar marcha atrás a ese sentido personalísimo de la acción política que le es propio. De hecho es un gobierno que ha perdido la iniciativa desde que no pudo resolver como hubiera deseado su sucesión. Y por ello carece de recursos para la actualización de su legitimidad. El tiempo Sobisch parece haber llegado a su final.

 

GABRIEL RAFART (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Profesor de Derecho Político de la UNC.

 
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09/04/2007, 13:46:14

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hugo zacherl
el gobernador de neuquen ya tendria que renunciar si es que tiene dignidad,ya es un "cadaver politico"
09/04/2007, 16:02:38

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bengolea mariana
al punto publicamente conocido a que han llegado los lamentables e irreversibles acontecimientos de los ultimos dias, la unica posibilidad para retomar de a poco un cauce normal de la vida de nuestra comunidad, es sin lugar a dudas la renuncia del gobernador sobich, o por lo menos ,el reemplazo de los ministoros de educacion y justicia y de autoridades policiales, y que se sigan los pasos que sean necesarios con la persona identificada como agresora directa del profesor. pero si no se obtiene la renuncia de sobich, los ciudadanos tenemos el poder del voto, para que en las proximas elecciones se reflexione que propuesta politica queremos para nuestra provincia y nuestra ciudad.
09/04/2007, 16:39:42

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Pedro Navarro Floria
La legitimidad de un gobierno proviene de su elección democrática y de su ejercicio al servicio del pueblo que lo eligió. Sobisch tiene legitimidad de origen, pero es evidente que ha perdido su legitimidad en el ejercicio de un poder que atacó sistemáticamente la educación pública, la salud, la seguridad, la justicia, la libertad de expresión y todo lo que no fuera funcional a su enriquecimiento y el de sus amigos. Debe renunciar.
09/04/2007, 21:13:54

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Daniel Guariglia
En esta situación se impone la ya centenaria frase de un tal Federico Engels, que decía "en las democracias republicanas burguesas el único poder que tienen los trabajadores es el de elegir cada tanto a sus propios verdugos". El pejotista Kogan y el radical Inaudi declararon a este diario que no están de acuerdo con el pedido de juicio político al gobernador. No les conviene, faltan poco más 50 días para las elecciones y eso los apura, los urge. Quieren que el obispo invente una mediación sin renuncia cuando en el conflicto hay una parte que pagó con una vida la nula predisposición al diálogo de los que están robando de las finanzas provinciales sin solución de continuidad y con total impunidad, algo que cualquier persona más o menos informada puede ver. La "legitimidad de origen" de la que habla el Profesor Navarro, es una mera entelequia y cuando Sobisch renuncie (o no): "tenga cuidado compadre que viene un nuevo negrero" como dice la también vieja y olvidada canción. Por otra parte, Sobisch sigue haciendo política, hablándole a una buena parte de la sociedad con los mismos argumentos que utilizaría Blumberg o Patti o Bussi, sus aliados. Y sabe que tendrá eco. Y como las sacrosantas "instituciones" no harán su trabajo para llevarlo a la cárcel, donde debería estar, seguirá haciendo política, aunque no podrá ser, por ahora, candidato a presidente.
 
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