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Jueves 05 de Abril de 2007
 
Edicion impresa pag. 20 y 21 >
Las Malvinas, 25 años después

La posesión de las Malvinas ha hecho correr ríos de sangre y de tinta. Se cumplió en estos días un cuarto de siglo de la "epopeya" improvisada por una sangrienta dictadura moribunda: pero deberemos siempre recordar que la misma muchedumbre que tres días antes había llenado la Plaza de Mayo para protestar contra la dictadura, fue allí mismo para celebrar la ocupación de las islas por el "gallardo general" más entendido en whisky que en geopolítica.

Dos días después se organizó un grupo de voluntarios para ir a "argentinizar" las islas, formado por gente que nunca había pensado en ir a colonizar la Patagonia, en condiciones similares. Toda esa patriotería gritona e irresponsable, todo ese patriotismo anencefálico que veía a mi alrededor fue vergonzosa. Se había perdido tal vez por generaciones no ya toda posibilidad de recuperar las islas, sino la de negociar por un aprovechamiento conjunto de las riquezas ictícolas y tal vez petroleras del mar circundante.

La "Gesta de Malvinas" se basó en una larga serie de premisas falsas: primero, que se podía contar con que Inglaterra cuya gobernante, Margaret Thatcher, salvó su amenazado gobierno mediante su posición dura frente a los criminales generales que nos gobernaban, no iba a molestarse por recuperar las islas; segundo, que EE. UU. iba a apoyar a quienes nunca había querido contra su principal aliado; tercero, que las reclamaciones de soberanía argentina después de 150 años de ocupación y colonización británica continua, eran realmente defendibles internacionalmente; y, cuarto, que un triunfo en Malvinas salvaría a un régimen criminal de hacerse responsable de sus crímenes. La veleidad de los argentinos es tal que, de haber triunfado en Malvinas, tal vez el régimen militar se hubiese extendido indefinidamente.

Sé que aquí piso territorio minado como el de grandes zonas, no sólo de las Malvinas sino también de la frontera con la "hermana República de Chile", en un país que ha hecho de la soberanía sobre las islas una causa nacional tan capaz como el fútbol de tapar el sol con una mano y oscurecer nuestra persistente degradación social en la mayoría de los aspectos que hacen a una nación moderna. La subsistencia de bolsones de hambre desnuda a kilómetros de la "Reina del Plata"; la supervivencia de condiciones de esclavitud virtual en explotaciones forestales en Misiones; la degradación sin límites de nuestro sistema escolar; la desprotección sanitaria de grandes proporciones de nuestra gente; las graves amenazas que se ciernen sobre nuestro equilibrio ecológico y sobre nuestra autonomía alimentaria por los pingües negocios de la soja y ahora, de los agrocombustibles; la permanencia de un sistema de explotación agraria que expulsa a la gente de sus hogares tradicionales para empujarlos hacia las villas miseria de las grandes ciudades; la incapacidad de manejar el problema de la basura urbana; la imposibilidad de solucionar la contaminación de todo tipo producida por las explotaciones industriales, en especial de las mineras a cielo abierto, al abrigo del aumento desmedido del precio del oro y de una ley que nadie revisa y que todo lo permite a las empresas concesionarias; las constantes inundaciones de los lugares más diversos, por el cambio climático global combinado con la indiferencia de los gobernantes; el manejo del transporte urbano en nuestras ciudades, que a la luz de la crisis chilena nos muestra el caos en nuestro propio sistema... Todo esto queda olvidado ante la irredención de las Malvinas. Las Malvinas son argentinas, rezan hasta algunos carteles viales. ¡Guay del que lo dude!

¿Son nuestras las Malvinas? ¿Bastan los derechos de hace 150 años para afirmar los derechos de soberanía? ¿Estamos condonando la piratería inglesa de 1833 si dejamos un poco de medir nuestra política exterior con esa vara? Son las preguntas de un hereje, pero creo que ninguna debe quedar sin ser formulada, aunque las respuestas no sean evidentes. ¿Cómo sería el mapa del mundo si nos retrajéramos a 150 años atrás en escala global? ¿Acaso los ingleses no eran los virtuales dueños de toda la Argentina hasta 1930, época en que debieron ceder el poder de decisión sobre nuestro destino y la hegemonía mundial a los EE. UU.? ¿Quién tiene la capacidad de decisión sobre hombres y bienes en nuestro país en estos momentos? ¿España, la vieja madre patria, dueña de buena parte de "nuestras" riquezas? ¿Las empresas mineras canadienses que actúan bajo una ley entreguista que nadie cuestiona? ¿Los punteros políticos de todos los partidos que parecen ser imprescindibles para asegurar la gobernabilidad?

Tenemos una curiosa manera de interpretar nuestro sentimiento de Nación. Cuando el dueño de Lago Escondido era argentino, también prohibía el acceso a la población en general, pero nadie cuestionó esto como una especie de extraterritorialidad hasta que la propiedad cayó en manos de un extranjero. Lo mismo ocurre en varias partes del país, donde se habla de extranjerización en un país donde es cierto que millones de hectáreas han sido vendidas a extranjeros con finalidades diversas, inclusive tolerando la expulsión de sus habitantes seculares o su explotación minera sin respeto por el bienestar de los habitantes o de otros componentes de los sistemas ecológicos. En la Patagonia, inclusive, hace algún tiempo, muchas de esas hectáreas pertenecieron a la corona británica y sus administradores hasta se negaban a izar la bandera argentina junto a la británica. Sin embargo, ¿es mejor un explotador inmisericorde que posea ciudadanía argentina que si es extranjero? ¿o se trata de mero chauvinismo patriotero, que disimula a los explotadores bajo un discurso altisonante falsamente nacionalista?

La "cuestión Malvinas" se plantea todos los años como "saludo a la bandera" en las Naciones Unidas y allí recibe el apoyo de mayorías conmovedoras pero irrelevantes: el poder real lo siguen teniendo otros.

Por otra parte, es evidente que en el enfoque de ahora ya no predomina el nacionalismo estrecho de la época de la dictadura. Malvinas ya no es sólo un inhóspito archipiélago. Es el dominio de buena parte del mar Argentino: es derechos de pesca y es la posible presencia de petróleo en el fondo marino. Las ovejas malvinenses y la aburrida población de Puerto Argentino o Port Stanley son lo de menos, salvo para alimentar a nuestros soldados hambreados y maltratados por sus propios oficiales, como lo muestra la película de Tristán Bauer, "Iluminados por el fuego" y como lo reflejan las denuncias judiciales que recién ahora, a un cuarto de siglo de distancia, algunos se han atrevido a presentar ante la Justicia.

Además está el incomprensible fenómeno del maltrato que los veteranos de Malvinas han recibido a su regreso al "continente". La cifra de los casos de suicidio fueron similares a la de los caídos en combate. ¿Cómo se entiende esto y cómo no ha causado un escándalo mayor que la misma locura estratégica, táctica y logística de la guerra misma, producto de la mente afiebrada de unos militares entrenados solamente para masacrar a su propia población, mas no a un enemigo verdadero...

Aunque triste, el maltrato a los veteranos no es privativo de nuestro propio desprecio por los vencidos que iban inocentemente al matadero. También en los EE. UU. han maltratado a los veteranos de Vietnam y ahora lo hacen con los que regresan de Irak.

La guerra siempre es una locura, pero aún más lo es la crueldad que la sociedad manifiesta con los veteranos sobrevivientes que, además del horror del combate, se deben enfrentar con la indiferencia y aun el desprecio de aquellos por los que presuntamente dieron su vida y su salud física y mental. De nosotros, que nos quedamos tranquilamente en nuestras casas viendo por tevé cómo ganábamos una guerra perdida de antemano con el mismo espíritu triunfalista con el que admirábamos el fraudulento gol de la "mano de Dios".

La guerra siempre es una locura, pero en el caso de Malvinas esa locura se cubre, además, con un denso manto de hipocresía. Es hora de que se levante ese manto y, por fortuna, parece que algunos han comenzado a levantarlo.

 

TOMAS BUCH (*)

Especial para "Río Negro

(*) Tecnólogo generalista.

 
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05/04/2007, 10:04:59

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nos dejo su opinion

Ramon Minieri
Coincido con su apreciación en torno a la hipocresía colectiva. La sociedad argentina no ha respetado ni cuidado a sus veteranos, simplemente porque le recuerdan una "derrota". El 2 de abril debiera servir para recordar a los que vieron que se cometía un monstruoso error y se callaron la boca, a los que aplaudieron la aventura - en suma, a las diversas formas de nuestra liviandad y cobardía social. "Cuando el tirano quiere comer un huevo, los súbditos destruyen mil nidos". Esto hizo gran parte de la sociedad argentina. Sin tener en cuenta esto, el recuerdo está mutilado.
Diario Río Negro.
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