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Miércoles 04 de Abril de 2007
 
Edicion impresa pag. 18 y 19 >
El holocausto negro

El 25 de marzo de 1807 hace exactamente 200 años el Parlamento de Westminster aprobó la propuesta del diputado William Wilberforce de prohibir el comercio de esclavos. Con diversos actos en el Reino Unido, se recuerda estos días el bicentenario de la abolición del comercio de africanos. Se calcula que entre 15 y 20 millones de esclavos provenientes del Africa llegaron al continente americano. Como por las penosas travesías sólo arribaba vivo uno de cada cinco, la pérdida demográfica sufrida por Africa se aproxima a los 100 millones.

La práctica desaparición de la población indígena americana, debido a la sobreexplotación por el sistema de repartimiento y encomienda, hizo que la América española fuera el principal destino del tráfico de esclavos. Los lugares preferidos fueron el Caribe, las Antillas, el conjunto de las colonias españolas, Estados Unidos y Brasil. Eran demandantes las zonas donde había extensas plantaciones agrícolas.

La magnitud de este comercio humano requirió una cuidada organización, pasándose de un sistema de permisos y licencias a los contratos de abastecimiento y los asientos de negros. Los más destacados traficantes fueron en el siglo XVI portugueses y españoles; holandeses, franceses e ingleses desde el XVII; con definitivo predominio de estos últimos en el siglo XVIII. Más de 2.000 barcos fueron equipados en Bristol, desde 1700 hasta 1807, con este propósito.

La proclamación de la independencia de España hizo que las jóvenes repúblicas latinoamericanas, siguiendo la estela de la Revolución Francesa, abolieran la esclavitud tempranamente. Hidalgo la abolió en 1812 en México y Simón Bolívar promovió el enrolamiento de esclavos al ejército independentista con la promesa de libertad inmediata en 1816. La Asamblea del año XIII dispuso la libertad de vientres en la Argentina. En Estados Unidos dio lugar a la sangrienta Guerra civil de Secesión entre 1861 y 1865.

En España hubo un primer intento de abolición por las Cortes de Cádiz en 1837, pero sin afectar a las colonias de ultramar. En Cuba y Puerto Rico, los españoles se aliaron con las oligarquías azucareras locales oponiéndose a la liberación de esclavos proclamada por el ejército rebelde de Céspedes. José Martí se quejó amargamente de que "España, sorda, era la única nación del mundo cristiano que mantenía a los hombres en esclavitud".

En 1865 se creó en España la Sociedad Abolicionista Española, a iniciativas del hacendado puertorriqueño Julio Vizcarrondo, quien se trasladó a la península tras haber liberado a los esclavos de su explotación. Fundó un periódico llamado "El abolicionista", que cuenta con el apoyo de los políticos que organizaron la revolución que destronó a Isabel II. En 1870, siendo ministro de ultramar Segismundo Moret, se promulgó, con la irritación de los esclavistas, la libertad de vientres, que la concedía a los futuros hijos de esclavas.

Contra la Ley Moret se desató una feroz oposición, que dio lugar a la constitución en varias ciudades de la "Liga Nacional" antiabolicionista. Hubo conspiraciones, campañas de prensa y manifestaciones callejeras en Madrid y otras ciudades. La aprobación definitiva de la abolición de la esclavitud en las colonias se produjo el 22 de marzo de 1873, después de la abdicación del rey Amadeo de Saboya y tras haberse votado la proclamación de la Primera República Española.

El primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, y el presidente Chirac, en nombre de Francia, han pedido solemnemente perdón por la responsabilidad de los europeos en ese tráfico. Sin embargo en España según denuncia el eurodiputado Enrique Barón "no se ha producido todavía una reflexión crítica de fondo sobre este genocidio, a pesar del papel central que España jugó tanto en el establecimiento de la esclavitud ultramarina como en la resistencia a acabar con ella".

En el Virreinato del Río de la Plata, la región no se caracterizó por las grandes plantaciones. Pero hubo una numerosa población negra, como lo atestigua el hecho de que las grandes familias adineradas poseían entre 10 y 15 esclavos. Sin embargo, dejaron pocos descendientes y constituye todavía un misterio saber qué se hizo de ellos o en qué circunstancias desaparecieron. La conmemoración del bicentenario de la Revolución de Mayo es una buena ocasión para despejar esas incómodas incógnitas.

ALEARDO F. LARIA (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Abogado y periodista. Madrid.

 
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