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Lunes 02 de Abril de 2007
 
Edicion impresa pag. 14 y 15 >
El espejo del alma

Desde 1982 hasta el actual 2007, el péndulo de nuestro reloj histórico ha funcionado como una brújula que nos conduce hacia ninguna parte. Pese a que el país tiene subocupado el 90% de su territorio (de casi 3 millones de km2), son las pequeñas islas del atlántico sur el mayor símbolo de nuestra soberanía nacional.

Es un hecho histórico que los ingleses nos las robaron. Lo es también que Constitucionalmente integran nuestro territorio.

Es cierto que perdimos la guerra por recuperarlas y también que contamos con el apoyo casi unánime del planeta en nuestro reclamo frente a la ocupación colonial.

No es casual el lugar que ocupan las islas en nuestro imaginario colectivo nacional. Cuando hablamos de Malvinas, hablamos de la esencia de nuestra idiosincrasia. ¿Por qué tratamos mal a sus habitantes que, finalmente, son nuestros conciudadanos? ¿Por qué haríamos otra cosa, considerando lo mal que nos tratamos a nosotros mismos? Por no aceptar ser argentinos, los isleños se ahorraron las dictaduras, la hiperinflación, los desaparecidos y el default.

Queridos compatriotas malvinenses, recuerden eso cuando reciben alguna muestra superficial de nuestra mala educación o falta de cooperación y mírennos con algo de cariño y comprensión.

Para muestra vale un botón: el cementerio que construimos para honrar a nuestros muertos (después de 23 años), hoy está abandonado. Lo donó y lo descuidó un conspicuo contratista para-gubernamental que viene aplaudiendo y lucrando con cada movimiento del péndulo.

Algún día Argentina, Brasil, Uruguay y Sudáfrica tendremos que acordar un Tratado del Atlántico Sur que promueva la conservación de los recursos marítimos de esta región del planeta.

Juntos deberemos activar para que los Tratados Internacionales del Mar contemplen las obligaciones de los Estados fuera de las áreas jurisdiccionales de cada país. Con nuestros vecinos construiremos una "Nación de Naciones" democráticas, previsibles, estables y progresistas que ocupará un lugar importante en la comunidad internacional. Los Malvinenses serán atraídos por ese fenómeno, vendrán más al continente, nos conocerán mejor y muchos de sus hijos e hijas se casarán con los nuestros y su desconfianza se transformará en afecto y respeto.

Verán que una nueva guerra está descartada y querrán ser parte de una Patagonia Argentina y Chilena prospera y civilizada. Aprenderán castellano y portugués como nosotros ingles y se tentarán con la Ciudadanía Sudamericana que valdrá como la Europea. Llevara tiempo.

El mismo tiempo que tardemos en terminar con nuestras propias lacras y deudas internas.

Mientras tanto, tratémonos bien. Pongamos lo mejor que tenemos, porque recuperar las Malvinas coincide con la recuperación y afirmación de nuestra propia identidad. Resuelto el conflicto con nosotros mismos, no habrá papelera que nos separe de Uruguay, ni gasoducto de Chile, ni pasaporte de Malvinas.

 

DIEGO GUELAR (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Secretario de Relaciones Internacionales de Compromiso para el Cambio.

 
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