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Domingo 01 de Abril de 2007
 
Edicion impresa pag. 42 > Sociedad
HISTORIAS PATAGONICAS: Turismo de 1901, cuando Chubut andaba a los tiros
Un viaje de turistas, pioneros y cazadores, en tiempos en que los funcionarios resolvían diferencias a balazos. Vivir en la región o visitarla constituía una aventura. Allí se expatrió el naturalista suizo Delessert, lejos del mundo.

El telegrama desde Chos Malal llegó a la redacción de La Prensa en la tarde del 21 de diciembre de 1901. Entre otras noticias, la muerte del vecino de Nahuel Huapi domiciliado en la costa del Limay, Segundo Elorreaga, era atrasada. "Tenía la cabeza rota de un balazo, varias puñaladas y había sido degollado", señaló la crónica que aludía a falta de pistas sobre los criminales. El futuro paraíso del turismo argentino, era entonces un bello escenario con algunos protagonistas criminales.

Al mismo tiempo, el acaudalado joven Aarón Anchorena atravesaba el territorio chubutense en plan de veraneo de caza y acopio fotográfico del joven uruguayo Telmo Braga para la edición de un álbum, quizás el primero con criterio turístico de la región que editó la Compañía Sudamericana de Billetes de Banco con texto de Aarón.

El plan de cazar todo tipo de animales junto con sus amigos Esteban Lavallol y Carlos Lamarca, constituyó la primera excursión turística en la Patagonia. Habría que considerar para el caso -entendiendo al turismo inicial como una actividad recreativa, entonces de alto costo y por consiguiente sólo a mano de familias acaudaladas-, que el viaje de Anchorena incluía la contratación de personal especializado y un guía (baqueano) para el primer tramo de la travesía.

No es este viaje, claro, el primer antecedente del turismo argentino, si se piensa que el primer hotel importante y veraniego de Mar del Plata data de 1888 y los trenes ya llegaban a la vieja estación desde dos años antes (ver recuadro). También conviene puntualizar que el interés por conocer las cataratas del Iguazú por extranjeros (tras una agobiante travesía selvática de a caballo) data de la llegada el 1º de mayo de 1901- a los saltos de cuatro turistas extranjeros, de los cuales tres eran de Nueva

Zelanda; y que el proyecto de pasarelas frente a los saltos se presentó al Congreso de la Nación al año siguiente, pidiéndose la reserva para el primer parque nacional (y nada fue aprobado).

Anchorena llevaba contratados al cazador profesional itálico Constantino Ambrosioni, al taxidermista belga Luis Boccard, un ex integrante del equipo de Francisco P. Moreno en el Museo de La Plata, y al baqueano malvinero George Hammond, reclutado en el valle inferior.

 

Tertulia y balacera

 

Para el viernes 27 de diciembre esos expedicionarios, cuatro soldados y dos oficiales ( Von Bronsart y Kinkelín) de a caballo, además de dos carros, ya estaban más allá de mitad de camino y por alcanzar el cruce del río Chubut en Paso de los Indios.

Esa misma tarde, en un café de Rawson, la capital del territorio, discurría el secretario de juzgado letrado Luis Sabatier con otros empleados de la gobernación y algunos policías, cuando "algo ebrio, entró al local el comisario inspector señor Lahitte (Eduardo G.), quien dirigiéndose al secretario del juzgado, le interpeló sobre un incidente que decía ocurrido el día anterior", según La Prensa del 28/12/1901.

La incriminación fue negada por el secretario letrado. El comisario replicó molesto "Yo no miento", y le dio un garrotazo en la boca con el cabo de un látigo.

La escena creció escandalosamente como en una vieja película del Lejano Oeste. La crónica de La Prensa siguió así: "Rápidamente volaron algunas botellas y una de estas pegó a Lahitte hiriéndole levemente en la cara".

La gresca no paró. El jefe de policía también presente- "volteó al comisario agresor poniéndole el revólver en el pecho, lo desarmaron entre los demás empleados, quitándole un revólver, un cuchillo y el látigo, y lo mandaron preso. El secretario del Juzgado tiene una pequeña hinchazón en el labio superior".

La crónica sugería no escandalizarse ya que pocos días antes, el "Jefe de Policía hubo de tomarse a balazos con el mismo comisario inspector Lahitte..." por la disputa que mantuvieron tras el fracaso del comisario en atrapar a unos criminales. Como si fuera poco, algunos días antes, el propio secretario de la gobernación también había boxeado al "maquinista del Delfín" (una embarcación), pelea que pudo detener, precisamente, el secretario Sabatier.

No es que en el sur el poder se tenía en un puño o en dos-, sino que así feraz era La Patagonia Aspera. Ignorando estos episodios, la expedición Anchorena y acompañantes marcharon 24 horas corridas -sólo con breves descansos- para llegar hasta la pulpería y servicios de balseo de Paso de los Indios.

 

El suizo solitario

 

Jinetes y carros pasaron a la orilla sur del río para seguir hasta el recodo de Carro Roto donde "habita en un chalet estilo noruego y sin más compañía que la de un peón, el naturalista suizo señor Delessert..." apuntó Anchorena. No registró anécdotas que habrían enriquecido el relato, como que Carro Roto era un nombre impuesto apenas 10 años antes, por haberse allí inutilizado el "wagon" de William Freeman, quien viajó con su mujer parturienta y dio a luz una niña en pleno desierto patagónico (setiembre de 1891) cuando integraba una caravana de galeses en marcha a la incipiente colonia 16 de Octubre.

Y aunque el texto del álbum no lo dice, la fotografía que Telmo Braga tomó de la casa nórdica, demuestra que los milicos que custodiaron a los viajeros más de la mitad de la travesía, todavía los acompañaban. La foto también muestra el sólido bote de Delessert para cruzar del río y las carpas armadas muy cerca de su casa. Pasaron allí el Año Nuevo, tiempo suficiente para recordar al suizo como un "misántropo" que vive "aislado del bullicio de las ciudades y dedicado por completo al reposo y al estudio de las ciencias naturales".

Las carpas, según el Dr. Carlos Lamarca, que se separaría de los expedicionarios "en el boquete de El Bolsón" por habérsele sobrepasado el tiempo de que disponía para el viaje y regresar a sus ocupaciones profesionales, fue reporteado por La Prensa apenas arribó a Buenos Aires. Entre otros datos, Lamarca contó que habían pasado 17 días en el lago Fontana "en un campamento improvisado con las grandes carpas que trajo de Europa el señor Anchorena" (era inglesas, aunque para sus viajes en globo hizo sus compras en Francia).

Respecto a Delessert, no quedó registro de cómo tomó el suizo la permanencia de estos viajeros, pero es probable que la balacera que provocaron en persecución de guanacos y otras especies, deben haberle resultado perturbadores. Por lo pronto cazaron un puma en la cercanía y la pieza no se salvó de alistarse entre el avituallamiento de los expedicionarios. Quedó explícito en el comentario de Anchorena: "Su carne (la del puma) es de un sabor agradable y parecida a la del cerdo". También advirtió sobre la facilidad de atrapar a esos felinos si se tienen perros que sepan rastrearlo.

Fue en Carro Roto donde "nos separamos del mayor Von Bronsart que seguía al oeste, dirigiéndonos nosotros al sudoeste por una región completamente desierta en donde los guanacos andan en tropillas de hasta mil y más juntos".

Cuando llegaron a la serranía De los Muertos los esperaba un dramático espectáculo: "el combate de un puma y varios guanacos que, en defensa de sus crías, hacían esfuerzos inútiles". Tomaron parte en la disputa y mataron al puma "dando a los guanacos la mejor parte".

 

FRANCISCO N. JUAREZ

fnjuarez@sion.com

(Continuará)

 
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