VIEDMA (AV).- Juan Ignacio Fichetti es dibujante y caricaturista desde hace tanto tiempo que ni él mismo se acuerda cuando empezó a hacerlo. "No recuerdo cuando empecé a dibujar, creo que desde siempre", comentó.
Durante esta semana, este artista del dibujo nacido en Viedma, más conocido por el sobrenombre de "Naco", dictará un curso de dibujo y caricatura llamado "Trazos Compartidos" en el Centro Municipal de Cultura de esta ciudad.
Alto, modesto y con cara de niño, "Naco" recibe a sus pequeños alumnos para la clase que está por comenzar. Hay hojas y lápices por todos lados. Alguno chicos se encuentran completamente absortos en su tarea creativa.
Fichetti estudia Bellas Artes en Buenos Aires y en cada vuelta a su ciudad natal aprovecha y ofrece talleres para quienes aman el dibujo y la expresión gráfica.
La vuelta del camino
Dentro de su camino de dibujante reconoce un punto de inflexión en su relación con el arte del grafismo que vino de la mano de un curso que realizó en la escuela del reconocido caricaturista Garaicochea.
Fichetti descarta al talento: "eso se ve después, creo que hay que tener ganas de dibujar ante todo y tener en cuenta que cada uno dibuja distinto. Yo también aprendo con cada uno de mis alumnos, se descubren cosas nuevas a cada momento", le dijo el dibujante a "Río Negro".
Para este artista del lápiz "el dibujo es una mezcla de placer con una necesidad constante de descargar un no se qué, algo que te lleva a estar todo el tiempo elaborando algo".
En una época en que muchos estudiosos han caracterizado como de crisis en las representaciones del mundo, el dibujo guarda toda la fascinación y el encanto de tiempos remotos. Nos ahogamos en infinitas combinaciones de imágenes superpuestas, que dan origen a nuevas imágenes.
Y en tanto esto ocurre, el dibujante sólo traza líneas que poco a poco se transforman en algo, un objeto, una cara, que de pronto reconocemos y que nos atrapan.
Será por eso que la mayor parte de la clase de "Naco" está compuesta por niños que dibujan casi en trance lo que les viene en el momento.
Pero la necesidad por el dibujo no tiene una edad determinada. En cualquier lugar del mundo alguien se sienta frente a un dibujante, a un completo extraño que, a veces por unas monedas, capta en cinco minutos esas características que definen una parte importante de nuestra identidad.
Fichetti reconoce que no puede vivir del dibujo, pero cada vez que puede, va a fiestas y cumpleaños para retratar a los invitados y colabora, esporádicamente, con algún medio gráfico que lo llama.