"En política, la derrota es la conclusión más sincera... cierra tantas cosas que es imposible imaginarlas en su totalidad", escribe François Mitterrand en sus memorias.

"La derrota es un lanzallamas ahí... sí, sí, ahí... que te las deja paspadas por largo tiempo", decía "Tato" Bores.

Entonces: ¿qué pasará en Río Negro con la fuerza que pierda la elecciones del 20 de mayo? Especulemos.

Radicales y Frente para la Victoria no computan la posibilidad de derrota. Y saben, sí, que la de las urnas será una batalla muy dura.

Si pierde el Frente, es dable que cruja largo y fuerte la alianza que le da forma. Y que sostenerla, si es que hay interés, quizá sea tarea de nuevos liderazgos. No nuevos en cuanto a protagonismos políticos, sino en términos de asumir el primer rango en la conducción de la fuerza.

Siguiendo ese razonamiento: ¿será entonces la hora de Carlos Soria y Alberto Weretilneck? ¿Continuará el icarismo sumado a esa convergencia?

Pero siempre reflexionando en términos de esta eventual derrota, estalla otro interrogante: ¿qué pasara en el PJ rionegrino? A lo

largo de la transición luchó y buscó la gobernación con uniforme adhesión de un promedio del 30% del electorado de la provincia. Pero siempre perdió. Por 645 votos o 18.000, pero perdió.

Caer ahora implicaría una nueva inyección de desánimo en el partido. Y seguramente el corrimiento de gran parte de una generación de dirigentes que comenzó la transición con 31/33 años promedio. Pero ahora peinan canas.

Hasta diciembre, Miguel Pichetto se recluirá en su banca. Y seguramente, la lealtad con que le juega a Néstor Kirchner, implicará que este no se olvide de él en un segundo mandato.

Los escombros causados por la derrota tendrán que ser barridos por Carlos Soria. Tampoco él saldrá indemne, pero con cuatro años más de intendente de Roca y clavado en sus convencimiento de ser candidato a gobernador en el 2011, sin duda tendrá que ser el capataz de la reconstrucción del peronismo.

¿Y si pierde el radicalismo?

Primer dato: se desmantela una cultura de ejercicio del poder. Y se derrumba hasta un punto hoy imposible de imaginar, un mundo de intereses personales y de conjunto, generados desde la tenencia del poder. Una trama que le dio sentido a la vida a más de un radical, que sin estar en el poder, serían socialmente neutros.

Hay radicales que llevan más de dos décadas en los vericuetos del aparato de Estado. Algunos de ellos, ya son funcionarios de carrera con mayor o menos grado de eficiencia en su gestión. Muchos de ellos han manifestado por estos días su preocupación por su destino. Incluso, renovaron líneas con vínculos que tienen en el peronismo. Por las dudas, claro. Otros, se alistan para la batalla electoral sabiendo que viene en términos de todo o nada.

Y así, hasta el 20 de mayo: unos y otros, con el aliento contenido. (ABA)