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Sábado 24 de Marzo de 2007
 
Edicion impresa pag. 22 >
¿De quién es el 24 de marzo?

 

Especial para "Río Negro"

El "24 de marzo" en la Argentina y el "11 de setiembre" en la República de Chile son ejemplos de lo que solemos nombrar como "fechas infelices". Fechas que remiten a la instalación de dictaduras brutales cuyas armas para dirimir el conflicto fueron el asesinato, la tortura y la desaparición de personas. Pero en la medida en que existen diferentes interpretaciones sociales del pasado, las fechas públicas se convierten en objeto de disputas y conflictos. ¿Qué fechas deben ser conmemoradas? o ¿quién o quiénes quieren conmemorar qué?

Comencemos diciendo que las autoridades militares conmemoraron cada aniversario del Golpe con una ceremonia castrense de tono más bien austero, cuyo mensaje estuvo dirigido a recordar los éxitos de la lucha contra la subversión "que cada 24 de marzo nos reúna, presididos por nuestra bandera y al amparo del Creador". El monopolio del discurso militar iba a ser quebrado recién a finales de 1980, cuando Adolfo Pérez Esquivel, fundador del Servicio Paz y Justicia, recibía el premio Nobel de la Paz y aprovechaba esa publicidad para reivindicar la lucha de las Madres de Plaza de Mayo. Al año siguiente, el propio general Roberto Viola afirmaba públicamente que no se investigaría a las fuerzas de seguridad: "En toda guerra hay vencedores y vencidos y nosotros fuimos vencedores y tengan la plena seguridad de que si en la última guerra mundial hubieran ganado las tropas del Reich, el juicio no se habría hecho en Nuremberg, sino en Virginia" ("Clarín" 26 de marzo de 1981). El ministro del Interior, Albano Harguindeguy, agregaba: "Como en toda guerra hay excesos. También hubo errores. Lamentamos lo uno y lo otro... pero comprendamos que estamos frente a un hecho irreversible cuyas cicatrices sólo el tiempo podrá borrar". Las voces opositoras se hicieron presentes a través de dos solicitadas de las organizaciones de DDHH. Familiares de Detenidos y Desaparecidos y Madres de Plaza de Mayo escribían: "¿Donde están los detenidos-desaparecidos?... el silencio no será una respuesta ni el tiempo cerrará las heridas". Esta era una clara respuesta a las palabras del ministro, y la aparición pública de lo que se convertiría en el discurso contra-hegemónico en la disputa por la interpretación de ese pasado reciente.

El 24 de marzo de 1982 pasó inadvertido, el paro nacional y movilización dispuestos por la CGT el 30 de marzo y el desembarco en Malvinas del 2 de abril, cubrieron la fecha. En una Plaza de Mayo controvertida, el general Galtieri habló con un fondo de voces que también gritaba "Malvinas sí, Proceso no". La recuperación democrática de 1983 trajo de la mano del presidente electo Raúl Alfonsín la derogación de la llamada "Ley de Anmistía", la creación de la Conadep y dos decretos que ordenaban el procesamiento de los miembros de las Juntas Militares y de los máximos dirigentes guerrilleros. Para la primera conmemoración en democracia, los organismos eligieron hacerla el 22, un jueves, día de la ronda de las Madres. Allí, Hebe de Bonafini leyó una declaración conjunta: "Para consolidar la democracia se pide la profundización y aceleración de la investigación acerca de los que fueron detenidos con vida y luego desaparecieron... que se juzgue por la justicia civil a todos los instigadores, autores y cómplices del terrorismo de Estado". El 24 de marzo de 1985 más de cincuenta mil personas asistieron al acto convocado por Madres. "Juicio y castigo a los culpables" fue la consigna y la bandera principal de todos los actos de aquí en adelante.

En estos primeros años de transición, los organismos de DDHH fueron diferenciándose internamente en sus demandas. El 24 de marzo de 1986 encontró a las Madres divididas y a un Estado que permaneció callado a pesar de que se trataba del décimo aniversario. Al año siguiente el clima político revelaba una fuerte tensión entre quienes defendían lo actuado durante la dictadura y apoyaban a los oficiales que no sólo se negaban a declarar ante la Justicia, sino que insistían en calificar su accionar como una guerra "justa y santa" y quienes reclamaban "los crímenes de ayer siguen presentes en la impunidad de hoy, el Punto Final no pasará". Días después de ese 24, en la Semana Santa de 1987, los levantamientos militares precipitaron la sanción de la ley de Obediencia Debida.

Durante los años de 1990 la política gubernamental se sustentó en la impunidad y el ocultamiento que la llamada "pacificación" y el indulto presidencial de Carlos Menem terminaron por instalar. Sin embargo, los veinte años del Golpe en 1996 convocaron a una conmemoración distinta. Organizaciones de DDHH, sindicales, partidos de izquierda, líneas disidentes de partidos tradicionales reunidas por la Central de los Trabajadores Argentina (CTA) se nuclearon para organizar un gran acto. La convocatoria superó a las anteriores, según los medios de prensa ese día asistieron cien mil personas, y entre ellas una gran cantidad de independientes que junto a organizaciones defensoras de derechos civiles y sociales (gays, víctimas de la violencia policial, desocupados, etc.) encontraron en la conmemoración del 24 el marco adecuado para ubicar sus reclamos.

El 25º aniversario, en el 2001, reveló un panorama complejo. La situación crítica nacional y la desazón frente a un reclamo cada vez menos escuchado por los gobernantes, fueron el tenor de los actos. A pesar de ello, la emoción se hizo presente cuando en el acto central del 24 se escuchó decir: "Digna Argentina... el México zapatista te saluda... que nunca más la estupidez se permita democratizar el miedo y la muerte", eran las palabras del subcomandante Marcos, líder del EZLN.

El 25 de mayo del 2003, el presidente electo Néstor Kirchner sorprendía a los argentinos al decir en su asunción: "Formo parte de una generación diezmada. Castigada con dolorosas ausencias. Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada... llegamos sin rencores, pero con memoria". Un año después, el Congreso de la Nación derogaba las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y, al año siguiente, la Corte Suprema de Justicia declaraba inconstitucionales ambas leyes. Con este fallo se despejaba el camino para que la Justicia avanzara en las causas pendientes y se abrieran nuevas para esclarecer y castigar a los responsables de los crímenes de lesa humanidad. Hebe de Bonafini calificaría al fallo de la Corte como "aire fresco que ha entrado para quienes estábamos tan mal".

¿De quién es el 24 de marzo? La fecha ha pervivido como un hito de la memoria colectiva. De la visión de una guerra por la preservación de la esencia nacional en contra de la subversión marxista, pasamos a la denuncia de crímenes aberrantes cometidos desde el Estado. De allí a la crítica por las "claudicaciones" y "traiciones" de los gobiernos democráticos y ahora, establecido como feriado nacional desde hace un año, el 24 convoca a una conmemoración que amplía sus demandas y que se ve protagonizada por una pluralidad de actores. Socialmente el reclamo ha encarnado en vastos sectores de la comunidad que buscan participar de la conmemoración a través de distintas prácticas y rituales (charlas, recitales, programas radiales y televisivos, placas conmemorativas, obras artísticas, etc.). El disenso sigue estando presente, pero no en los mismos términos del pasado: unos cuestionan duramente la política que se lleva a cabo no sólo en materia de derechos humanos sino en las demás áreas de gobierno; otros reconocen que el avance en materia de política pública contra la impunidad es sustancial, pero que igualmente debe ser profundizada; la desaparición de Julio López, testigo de la causa contra el genocida Etchecolatz, lo demuestra.

Pero quizás lo más importante es que el 24 de marzo se ha ganado como la fecha que representa la conciencia histórica que tenemos los argentinos de nuestros valores fundamentales, sobre todo del derecho a la vida. Es una síntesis del pasado y una inspiración para el porvenir, pero como dice N. Bobbio "sus tablas no han sido esculpidas de una vez y para siempre".

 

 

(*) Delegada de la Secretaría de Derechos

Humanos de Neuquén.

 
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