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Sábado 24 de Marzo de 2007
 
Edicion impresa pag. 22 >
Baseotto, mala palabra

 

DyN

El obispo castrense Antonio Baseotto se convirtió desde marzo del 2005 en "mala palabra" en el entorno presidencial, que no oculta su malestar frente a la decisión del Vaticano de respaldarlo en el cargo hasta abril, cuando llegue al límite de edad canónica.

La animosidad gubernamental contra el prelado es tal que se trasladó según pudo constatar DyN a varios ambientes, sobre todo al militar y hasta provocó roces diplomáticos en esferas ajenas a la crisis bilateral.

Apenas se inició el conflicto, la Casa Rosada dejó en claro que los movimientos de Baseotto serían casi nulos y lo hizo mediante un decreto que quitó los recursos económicos, incluida la dieta que cobraba en calidad de secretario de Estado. Pero sin poder impedirle que celebre misa o ejerza funciones pastorales en los cuarteles, responsabilidad que sólo puede restringir el Papa que lo designa.

Esa sensibilidad gubernamental con el accionar de Baseotto llegó a tensar la relación con España, cuando en mayo el embajador Carmelo Angulo Barturen invitó al obispo castrense a un acto por el Día del Ejército en la sede diplomática, donde el prelado compartió un mismo espacio con la ministra de Defensa, Nilda Garré.

A pesar de que Madrid evaluó el episodio como "un complejo error burocrático", el gobierno pidió el inmediato cambio del representante diplomático.

Otro hecho que demuestra el escozor oficial se dio en la reciente toma de posesión de monseñor Sergio Fenoy como diocesano de San Miguel, donde el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, dejó de saludar a los obispos al percibir que llegaba el turno de ponerse cara a cara con Baseotto.

No es la primera vez que actividades "pastorales" del prelado militar, que el Episcopado ni restringe ni apoya, conllevan una reacción de Balcarce 50. En agosto, el gobierno aplicó sanciones disciplinarias a integrantes de la cúpula de Gendarmería que autorizaron a una banda de música de la fuerza a tocar en una procesión en Luján que convocó un grupo católico considerado "ultraconservador" y que culminó con una misa presidida por el obispo.

También hizo gestiones para saber quiénes asistieron a una misa en la catedral Stella Maris donde Baseotto reivindicó la gesta de Malvinas, en una homilía que el gobierno calificó como "una provocación".

A esto se suma que en actividades "privadas", como puede ser el casamiento de un oficial joven, la sola mención de Baseotto se interpreta como "pecado mortal" y lleva al personal militar de mayor rango a no aceptar el convite, a pesar de la amistad que puedan tener con la familia del cónyuge o la novia.

Desde que Baseotto apeló a una alegoría evangélica que habla de tirar al mar a quienes escandalicen a los niños para criticar la política sanitaria oficial, el gobierno y el Vaticano analizaron al menos tres opciones para regularizar el estatus del obispado castrense, desde suprimirlos hasta darles otro marco jurídico a las capellanías, al permitir el ingreso a los cuarteles de rabinos y pastores evangélicos.

En todos los casos, las iniciativas chocaron con la fina letra del Código de Derecho Canónico y el Concordato que establece las relaciones bilaterales desde 1957.

Ahora, Baseotto dice haber remitido su renuncia a Roma y se espera una respuesta en breve plazo. Muy posiblemente en abril, según el embajador ante la Santa Sede, Carlos Custer.

Los candidatos para sucederlo según fuentes oficiosas son los obispos Rubén Frassia (Avellaneda-Lanús) y Carlos Malfa (Chascomús) y un tercero que se mantiene "en reserva", aunque podría ser el propio vicepresidente segundo del Episcopado, monseñor Agustín Radrizzani (Lomas de Zamora). Otros incluyen en la lista a Carlos Franzini (Rafaela).

La última palabra la tendrá el papa Benedicto XVI, previa venia del presidente Kirchner.

 
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