EZEQUIEL FERNANDEZ MOORES
A 31 años del golpe militar del 24 de marzo de 1976, que se cumplirán el sábado, la democracia es un valor que ya no se discute en nuestra sociedad. Al fútbol, se sabe, siempre le gustó vivir dentro de su propio mundo. Siguió su marcha como si nada luego del golpe y hasta celebró bajo la dictadura el Mundial de 1978, sin amagar siquiera una reflexión posterior sobre su connivencia con la bota militar en aquellos duros años.
El deporte también sufrió a la dictadura, como lo recuerdan los casos del atleta Miguel Sánchez, homenajeado todos los años con "La Carrera de Miguel", el tenista Edgardo Schapira o los rugbiers del La Plata Rugby Club desaparecidos por su militancia política, como muchos otros.
Pero el fútbol, en su conjunto, prefirió mirar casi siempre hacia el costado. A la FIFA, en realidad, el golpe
le cayó de maravillas, pues los militares le garantizaron la paz de los cementerios y también la realización de fabulosos negocios en el Mundial, que sirvieron para acallar cualquier amago de crítica en algunas de las selecciones extranjeras.
No siempre fue igual. El fútbol celebra también en estos días el vigesimoquinto aniversario de la llamada Democracia Corintiana, como se denominó a aquel equipo de Corinthians que lideraba el jugador Sócrates, que deleitaba con su fútbol ofensivo en el campo y suscitaba adhesiones en las calles al sumarse al reclamo por elecciones directas en Brasil, que también estaba bajo una dictadura.
Aquel equipo buscó dar ejemplo en casa propia, con un sistema en el cual todos sus jugadores votaban, ya sea para elegir si había que concentrarse, jugar con dos o tres delanteros o salir a defenderse. Todo se votaba. Y todos los jugadores participaban de las votaciones. Todos excepto el arquero Leao.
En una fiesta por el aniversario, Sócrates contó que intentó reflotar el sistema de la Democracia Corintiana cuando hace unos años dirigió al equipo de Cabo Frío, pero que el fracaso fue estrepitoso.
En la votación para abolir las concentraciones perdió por cuarenta votos contra uno. "Había jugadores que precisaban de la concentración para comer", contó resignado.
Paradójico o no, Leao es hoy el actual entrenador de Corinthians. Leao es un hombre que no quería ni quiere meterse en política, pero sí jactarse siempre de su condición de brasileño, que le sirvió para decir que Corinthians no precisaba para ganar de jugadores argentinos. Su nacionalismo de cartón empujó la salida de su equipo de Carlos Tévez y Javier Mascherano, ambos hoy en Inglaterra.
El Corinthians actual, que supo usufructuar a Tévez para coronarse campeón brasileño una temporada atrás, no tiene ya aquella "Democracia Corintiana" liderada por Sócrates para oponerse a un entrenador dictatorial como Leao.
En realidad, el esquema de la "Democracia Corintiana" es imposible en el actual equipo paulista. Corinthians está manejado hoy por un fondo de inversión (MSI) liderado por un iraní y con sede en las Islas Vírgenes Británicas.
El fútbol, como la sociedad, tampoco discute ya el valor de la democracia. Lo que se discute hoy es otra cosa. Porque la pelota también sufre con sus futbolistas anónimos que precisan concentrarse para comer o con sus nuevos patrones que fijan residencia en un paraíso fiscal.
