Martes 20 de Marzo de 2007 Edicion impresa pag. 39 > Deportes
RIO SUELTO. Interpretar y equivocar(se)

La regla es simple: "Se concederá un tiro libre directo al equipo adversario si un jugador toca el balón deliberadamente con las manos". Pero en su simpleza está su defecto. ¿A qué se refiere con 'deliberadamente'? ¿De eso se trata la intencionalidad de la que todos hablan?

El gol que le convirtió Ariel Ortega a Quilmes, empujando la pelota con su brazo debió ser anulado. Sin embargo, el árbitro lo convalidó argumentando que "yo veo que la pelota le roza en la cabeza a Ortega y luego le pega en el brazo. No es al revés: no es el brazo de Ortega el que busca la pelota".

O sea, para el juez, no fue deliberado, fue fortuito. Pero ¿cómo sabe? ¿garantiza algo que antes haya intentado cabecear? ¿no le llamó la atención el brazo extendido? En parte, la vaguedad de la regla maquilla el error de Giménez.

El espíritu de medir la intencionalidad y aplicar el criterio era evitar cobrar un penal cuando la pelota se desvía y termina dando en el brazo de un defensor que no puede impedir que el balón se le venga encima. Que un futbolista envíe la pelota hacia el área y, dentro de ella, dé en una rodilla y luego en el brazo de un defensor es algo bien distinto a saltar con el brazo estirado para recibir un centro como lo hizo Ortega.

El espíritu es bienintencionado, pero necesita aclaraciones urgentes. Si la mano, aunque en apariencia sin intención, desvía una pelota con destino de gol, debería ser penal. Y a la inversa, si la mano ayuda a convertir un gol, debería ser sancionado un tiro libre para el equipo que defiende. No cabe la interpretación allí, las reglas no deben tener lecturas.

En fin, interpretar esas jugadas pueden terminar en el absurdo que a un mismo partido le quepan dos resultados igualmente válidos, como hubiera ocurrido con Quilmes-River si lo dirigía Horacio Elizondo, quien opinó que el gol de Ortega debió ser invalidado.

 

JUAN MOCCIARO

jmocciaro@rionegro.com.ar

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