Entre la avalancha de noticias conque diariamente alimentamos nuestra libertad de opinión - en el caso de que tal cosa exista - ahí está Ella, consiguiendo su remolino propio. A diferencia de otras, sin embargo, cuando Ella o mejor decir El habla, las consecuencias son profundas. Saldrá de la primera plana, sólo para anclar en las profundidades de la estructura.
Comprendo que esté un poco desconcertado. Ella es la Iglesia Católica, que en nuestro país es "la Iglesia". El es el Papado, institución real que acaba de dar otra vuelta de tuerca hacia antes del Concilio Vaticano II.
No se aguantó ni la misa en el idioma de los pueblos: exhorta a celebrarla en latín y a dejar de lado las "extravagancias litúrgicas", volviendo al canto gregoriano. ¡Difícil con la guitarra! Ratifica el celibato sacerdotal, y cierra la puerta, apenas entreabierta, para que divorciados, concubinos, homosexuales y otras hordas pecadoras participen de la vida plena del rito. Eso sí: aclara que para tanta oveja descarriada, habrá "comprensión". Chicas, olvidarse del sacerdocio femenino.
Mientras escribo, ese cuarteto maravilloso que se llama Opus Cuatro le juro, el latín es pura coincidencia está cantando cosas como "Cuando los santos vienen marchando", "¿Llamas tú a eso religión?, "Baja Moisés", "Saint Louis Blue" y otras delicias. ¡Ah, esa iglesia libre, liberada en la música, gritada, bailada por generaciones de esclavos! No le gustaría al Papado, encabezado por don Benedicto XVI.
Me gusta usar este término, el Papado, porque expresa mejor lo que pasa: lo más conservador de la estructura viene marchando. A ellos les gusta definirse como "la Iglesia", pero resulta que esta hermosa palabra significa "asamblea", práctica muy lejana a las intenciones de esta conducción católica.
Como usted habrá notado, han tomado aire en los debates suscitados por el tema, todos los grupos identificados con esta práctica cada vez más elitista. Es lógico, ellos son los elegidos. Los aires de democracia que soplaron, y con fuerza, con Juan XXXIII, se van lentificando. Precisamente, desde una concepción democrática, que tal es el marco cultural dentro del cual resignificamos las noticias, abundan los calificativos condenatorios: retrógrados, conservadores, machistas. Todo es cierto. Lo son, y como tanta gente, percibo que cada vez serán más los que se alejarán de este pastor más temible que el lobo, para regocijo de otros cultos o del cada vez más amplio ateísmo. ¿No le preocupa esto a don Benedicto? No, señor, no, señora. El error está en creer desde el marco referencial democrático, que el factor "cantidad" es importante. No lo es. El pensamiento que subyace es más afín al Opus Dei que a la Iglesia comprometida con los pueblos. Calidad, elegidos, dogma, pocos, que tal gente es como consecuencia, la que maneja poder o deberá manejarlo. Es más cercano, como dice mi amiga Norma, al concepto de logia.
Podría decirse, en beneficio de la duda, que la jerarquía católica quiere recuperar una mística, una noción de militancia sacrificada que fue cara a las primeras generaciones de cristianos. Puedo decirle, como parte de la generación del '70 - que enarboló lo más parecido a una mística - que no hay mística sin gente, sin compromiso concreto. Lo otro, esto que viene marchando, es secta, con todos los elitistas códigos de las sectas. Sus efectos se irán notando poco a poco, no en vano Benedicto aclara que su aplicación la del latín y el gregoriano, la mano dura con los diferentes será "gradual".
Es decir, mucho después que desaparezca de las primeras planas.
MARIA EMILIA SALTO
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