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Sábado 17 de Marzo de 2007
 
Edicion impresa pag. 20 y 21 >
Psicopatología de un gobernante

El jefe jacobino de la Revolución Francesa, Maximiliano de Robespierre, fue designado por propios y extraños como "el Incorruptible". Así quedó en la historia, sin que nadie advirtiera que esa condición podría ser un defecto. Hasta que una de las lecciones para gobernantes que suele impartir Jorge Sobisch nos puso a pensar que, en realidad, aquel amigo de la guillotina, precisamente por perseguir la corrupción, era un "pelotudo". Así le fue: acabó, él también, guillotinado.

Usando el lenguaje que considera más apropiado para educar al soberano, Sobisch dijo el mes pasado en Junín de los Andes que "hay momentos en que es mejor un corrupto que un pelotudo, porque un pelotudo ni siquiera sabe qué hacer con las necesidades del pueblo".

Se le escapó, tal vez, que en una sola persona pueden convivir el corrupto y el pelotudo. Simplemente porque, para ser un buen corrupto, hay que saber ocultar la corrupción. Si, por ejemplo, el gobernante corrupto paga a legisladores con fondos secretos para que le aprueben un proyecto de ley y, a la postre, la prensa descubre todo gracias a un arrepentido, el tipo termina siendo un tonto. O, en el fraseo escatológico del gobernador neuquino, un pelotudo.

Lo que llamó la atención de cierta gente que siempre anda buscándole la quinta pata a la sota fue que, entre las opciones que escogió, el disertante no hubiera incluido al gobernante honesto. No advierten, quienes así piensan, que esa especie en acelerada extinción está, o puede estar, incluida dentro de la categoría de pelotudo. Un ejemplo: el funcionario que, por apego a la ley, quiere hacer una licitación pública para comprar unos helicópteros, desechando la compra directa y secreta que es ¿cómo decirlo? más fácil, es un gil.

En un intento por internarnos en el psiquismo del mandatario, podríamos aventurar la sospecha de que, cuando lanza esas definiciones, el mandatario está hablando de sí mismo, de su experiencia en el poder político provincial, que comenzó el 11 de diciembre de 1991.

En aquella primera gestión, Sobisch designó un gabinete en el que sobresalía un hombre capaz y honesto, Osvaldo Pellín. En rangos inferiores incorporó a otros funcionarios dotados de iguales virtudes y cuyo pensamiento, como el de Pellín, podría ser situado dentro de la franja de centroizquierda.

En cumplimiento de una promesa electoral hizo realidad, mediante una enmienda constitucional, la representación proporcional en la Legislatura (a la que se oponía el gobernador que le precedió, Pedro Salvatori, con el argumento de que atentaba contra la "gobernabilidad"). Y, para fortalecer la independencia del Poder Judicial, propició la incorporación al Tribunal Superior de Justicia de magistrados que la garantizaban. Fueron los casos de Armando Vidal, Oscar Massei y Marcelo Otharán.

Esa política, emprendida ya en la interna emepenista del '91 contra Luis Sapag, pareció que respondía a principios, pero terminó evidenciándose, al cabo de un par de años, como una maniobra. Y ahora, ya en su tercer mandato, habiendo logrado que los tres poderes del Estado sean uno solo, Sobisch está demostrando que él no es ningún pelotudo.

Es vivo. Tal vez no lo haya sido siempre pero, en algún momento de iluminación, se avivó. La banalidad del mal, a la que me referí hace una semana al abordar el caso de un militar que, habiendo sido una pieza del plan genocida del Proceso, se considera inocente, puede también aplicarse al MPN y a la ciudadanía que siempre lo apoyó. Sobisch es uno de tantísimos dirigentes que consintieron que el MPN colaborara con la dictadura de la llamada Revolución Argentina (1966-1973).

Si, como ha sido dicho, la corrupción es una degeneración de la República, aquel fue un magno acto de corrupción. Pero el pueblo neuquino lo aprobó cuando volvió a pronunciarse mayoritariamente por el MPN en las elecciones del 11 de marzo de 1973. Así, el mal supuesto en una dictadura se convierte en algo banal. Dicho en el lenguaje didáctico de Sobisch, en una pelotudez.

 

JORGE GADANO

tgadano@yahoo.com.ar

 
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17/03/2007, 15:34:57

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nos dejo su opinion

Pedro Navarro Floria
Excelente la nota, por lo directa y clara que resulta, eludiendo el "meloneo" y la dememoria que ejerce la mayoría de la prensa, que banaliza estas cuestiones. Hablando de psicopatologías, uno se pregunta cuántos de nuestros gobernantes y candidatos pasarían un simple examen preocupacional.
Diario Río Negro.
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