La diferencia insalvable entre los dos enunciados hace que el planteo sea vasto y complejo, por lo que es mi propuesta sólo instalar el tema.
Para comenzar deberíamos establecer pautas mínimas para definir la vivienda de interés social, lo que significa interpretar lo social o bien la necesidad social de satisfacer un derecho básico para el buen desarrollo de la vida del individuo, condición fundamental para el desarrollo de la comunidad. Lo social no puede desprenderse de lo individual. No podemos pretender que una sociedad se desarrolle y progrese desestimando al individuo o tomándolo como una parte prescindible del hecho social.
El derecho de un ciudadano de crecer en un ambiente sano, en condiciones de habitabilidad tales que permitan su óptimo desarrollo y el de su entorno familiar, es algo de lo que se habló, se habla y se seguirá hablando hasta el hartazgo. Lo que ocurre es que cuando esto se utiliza para "endulzar" el discurso político-ideológico no tiene ningún reflejo concreto en la realidad.
Se repiten infinitamente estereotipos y tipologías de viviendas que intentan resolver el problema. Pero, por muchos motivos, en la realidad se quedan a medio camino de dicha resolución con el agravante además de generar más problemas, los cuales se tornan irresolubles. Motivos que tienen que ver con políticas erróneas de hacer más a menor precio, economías improbables y equívocas, licitaciones preconversadas, empresas constructoras amigas, pésimas o inexistentes planificaciones, etc.
Lo que generan muchos planes de viviendas de interés político, donde se hacinan familias como en los antiguos familisterios ingleses, es empeorar y empobrecer las condiciones de vida de quienes serán los irónicamente "beneficiarios", los que deberán resignarse a sobrevivir en cuartos de medidas mínimas, baños mínimos, cocinas-comedores-estares mínimos y, por consiguiente, a vidas mínimas.
Por supuesto y para ser coherentes, no sólo las medidas son reducidas sino también los medios y las condiciones para construirlas son, por lo menos, dudosos: materiales de baja calidad, los terrenos donde se asentarán pueden ser mallines previamente "secados", la fiscalización e inspección de las obras que hacen la vista a un lado para omitir fallas y/o errores ya que igual cobran su sueldo u honorarios, pliegos de condiciones técnicas que omiten especificaciones para liberar al contratista de excesivos detalles y condicionamientos, proyectos pautados para zonas con determinadas condiciones climáticas y geográficas que no se ajustan al lugar de ejecución de los mismos, repetición ilimitada de prototipos sin tener en cuenta el entorno ni el resultado estético, la excepción a Códigos de Edificación para esos planes de viviendas que no cumplen con dicha normativa pero que, en nombre de la "santísima e imperiosa" necesidad y urgencia, deben realizarse como sea...
Al mismo tiempo todos estos motivos son condicionantes entre sí: la inspección que no puede exigir más de lo que pautan los pliegos, la empresa que cotiza de acuerdo a una documentación deficiente, los proyectistas que son presionados a diseñar una cantidad de viviendas con el dinero que sólo alcanzaría para construir la mitad de ellas, etc.
Entramos entonces en el campo de lo culturalmente aceptado vs. las condiciones necesarias.
El ser humano se adapta al espacio existente más allá de si ese espacio resuelve o no sus necesidades para el correcto desenvolvimiento de sus actividades. En realidad podríamos decir que el hombre modifica sus hábitos de acuerdo al espacio en el que se encuentra.
Es masivamente aceptado que los planes de viviendas de interés social sean, por lo menos, feos. ¿Qué los hace feos? La repetición infatigable del modelo de vivienda por manzanas y manzanas. ¿La repetición no le da identidad al conjunto? No, por el contrario, es una pérdida total de identidad tanto de la vivienda en sí como del usuario que no diferencia su casa de la del vecino. ¿Pero, no somos todos iguales? Sí, pero no somos la repetición del vecino. Somos individuos. Tenemos una vida única. Ya pasó el tiempo en que ideológicamente nos querían convencer de que hay que renunciar a nuestra individualidad en pos de la comunidad. Y los totalitarismos han generado estos planes masivos de viviendas repetidas y grises para acá sí depreciar el ser individual.
¿Quién puede sostener que la repetición incansable de una tipología pobremente diseñada genere algún resultado positivo?
Ninguno de estos ideólogos devenidos en charlatanes que buscan cargos que les permitan seguir haciendo nada, que repiten sin miramientos el mantra "somos todos iguales" y dicen defender los derechos de los pobres vive, sin embargo, en estos complejos de viviendas.
Tampoco hacen mucho los legisladores, que se rasgan las vestiduras porque sus coterráneos no pueden acceder en auto a un lago y obligan al Estado a una inversión millonaria en un camino para ello, sin preocuparles la desesperante emergencia habitacional y la falta de inversión en planes de viviendas dignos para sus mismos coterráneos; ¿o en este caso no lo son?....
Si realmente estamos interesados en generar una ciudad sustentable debemos necesariamente pensar en el desarrollo del individuo en un medio con condiciones optimizadas de habitabilidad y estéticamente elaboradas. Debemos necesariamente incluir la estética en nuestras vidas, nos debemos ciudades donde nos guste pasear, permanecer, trabajar. Y la ciudad es, en parte, la sumatoria de hechos constructivos fachadas, espacios verdes, viviendas, comercios pero sobre todo ciudadanos, todo ello conjugado en una planificación comprometida.
Hasta que no curemos la anorexia del clientelismo político que vomita viviendas mediocres e indignas en pos del resultado de las urnas, no podremos avanzar en propuestas serias. Del mismo modo, hasta que no sanemos con educación a esas familias que con resignación aceptan sobrevivir en esas viviendas a estrenar con diseño exclusivo para gente sin recursos y atrapadas en la red del interés político, seguiremos estancados sin resolver el problema de fondo.
En el acto creativo de diseñar debe existir preocupación y consideración por el prójimo, el bienestar, la belleza, el resultado, la economía y el entorno.
Cuesta creer que quien diseña un plan de viviendas no luche por el sentido estético del conjunto, por la responsabilidad de hacer ciudad, por el futuro y fundamentalmente por los usuarios.
También cuesta creer que quien se llena la boca en un vacío discurso durante la entrega de las flamantes unidades de viviendas no sienta vergüenza por lo que se ha ejecutado, por el mal gasto del dinero de todos los ciudadanos en verdaderas jaulas de cemento y chapa, literales cajas de zapatos que al tiempo expresarán su incapacidad de contener y acompañar el devenir cotidiano de cada familia que albergan.
¿Alguien puede considerar que es de interés político la vivienda social, cuando lo producido es una suerte de habitación de madera mal clavada de escasos 3 metros por 3 metros, con techo de nylon, sin baño ni cocina?
¿Existen posibilidades de hacer las cosas bien? Sí. Siempre.
¿Existen ejemplos de buenos planes de viviendas de interés social? Sí. Muchos.
CARLOS BARBATO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Arquitecto.