¿Quién podría culpar a un niño de quince años si de repente le importa mucho menos su título de campeón de ajedrez que su novia de 29 años? Parece que sus padres. El problema no es tanto el enamoramiento del pequeño como el hecho de que Emilio no quiera volver a su país.
La historia del peruano Emilio Córdova no se hubiera conocido si el chico no fuera un genio de los alfiles y las torres. Y si su novia no fuera argentina. Pero su historia tiene esos dos ingredientes.
Resulta que el adolescente perdió literalmente la cabeza por Adriane, una modelo argentina que vive en San Pablo, Brasil. Y desde enero, cuando la conoció, el chico se niega a volver a Perú, don de lo esperan sus preocupados padres. A tal punto que anteayer, su padre partió rumbo a Brasil para rescatar al campeón rebelde.
Emilio había llegado a Buenos Aires en noviembre para participar del Torneo Internacional de Ajedrez. Y quedó entre los primeros lugares. Luego volvió a Perú. pero en diciembre, regresó a la Argentina para intervenir en la Copa Legislatura. Esta vez, fue empate.
El chico resolvió quedarse todavía un poco más en el país. Y encontró la excusa perfecta: representar a Perú en el campeonato Panamericano de Ajedrez Sub 16. Fue campeón.
Después, se anotó en el campeonato Panamericano de Ajedrez Sub 20. Pero antes se fue a San Pablo a entrenarse con el maestro brasileño del ajedrez, Rafael Leitao. Fue justamente allí donde conoció a la morocha argentina.
Desde entonces, el chico no quiere volver. Su padre, preocupado, le dijo al diario "Clarín": "Al principio me decía que no quería volver hasta que no tuviera el título de gran maestro. pero después de preguntarle varias veces, reconoció que estaba enamorado perdidamente de Adriane. Cuando me dijo que tenía 29, le hice ver que le doblaba en edad. Creo que se ha puesto así porque es el gran amor de su vida".
De todos modos, ayer el chico admitió que le había mentido la edad a la modelo argentina, diciéndole que tenía 20. Lo cierto es que, con sus reales 15 años, el chico está ahora solo en San Pablo, con su tablero de ajedrez, y su amor.
