No importa la religión, ni la casta, ni la edad, ni la nacionalidad. Cuando llega la primera luna llena de marzo, en la India se celebra Holi. Y eso es sinónimo de diversión, de deseos de felicidad al prójimo y de mucha pintura. Pintura que, cómo se ve, se imprime básicamente sobre uno mismo y sobre todo el que se deje.
Aunque todo comienza con la luna llena, las ceremonias se inician el día anterior, con una oración familiar en la que es tradición arrojar una espiga al fuego como ofrenda a las divinidades que protegerán los primeros frutos del año.
Además de ser la fiesta más universal de la India, Holi es una de las imágenes más características y exportadas de este país, gracias al fotógrafo Steve McCurry o a algunos anuncios publicitarios, según explica el sitio de internet de la BBC de Londres.
Durante el día de Holi, y a menudo desde el día anterior, un espíritu infantil se apodera de todo el que desee 'jugar a Holi' y sale a la calle pertrechado con una pistola de agua o "pichkari", o simplemente con un cubo.
Junto a las fuentes o bocas de riego, niños y mayores mezclan el agua con colorantes en polvo y 'atacan' amistosamente a los transeúntes deseándoles un 'happy Holi' (feliz Holi) a gritos, mientras le pintan la cara, el pelo y la ropa de color rojo, amarillo, verde, azul...
Aunque no es necesario, algunos deciden beber 'bhang', una bebida compuesta por leche mezclada con azúcar y raíces de cannabis que con sólo un par de tragos embriaga a todos. El 'bhang', aunque ilegal, está permitido durante esta fiesta en la que casi todo vale.
La prensa y la televisión indias alertan sobre los posibles efectos nocivos de algunos colorantes fabricados con sustancias como sulfato, cromo e incluso mercurio. Para evitar sorpresas desagradables, lo mejor es tener a mano aceite de coco, que ayuda a disolver las manchas de los colorantes en la piel y el pelo.