BUENOS AIRES (ABA).- Mientras ve como cada día que pasa "el poder se le va escurriendo de las manos", el gobernador Felipe Solá, optó por seguir recibiendo ayuda del presidente Néstor Kirchner, y sacrificó a uno de sus hombres de mayor confianza en materia económica, Gerardo Otero, quien se tuvo que ir en la víspera a raíz del desarrollo del conflicto docente.
Tras la renuncia de Carlos Ruckauf, ambos "remaron" juntos para poner de pie a la provincia. Otero había hecho saber en los últimos días su "molestia" por la "dependencia" de la provincia del poder central. La gota que hizo rebalsar el vaso fue la negociación salarial con los maestros. "La intromisión de (Daniel) Filmus fijando un piso es inadmisible", manifestó Otero a Solá antes de renunciar. El viernes pasado ya había sido separado de las conversaciones, por su postura dura. "A esto hay que solucionarlo políticamente. No podemos a dejar a la provincia y al gobierno nacional sin clases el lunes", había planteado el secretario de la Gobernación, Florencio Randazzo.
Fue precisamente Randazzo, de buena llegada a la Rosada, quien encaró el último tramo del trato con los docentes, ante la notoria ausencia de Otero. Cuando el viernes se le preguntó a Solá como se iba a hacer frente el aumento, contestó: "Este es un problema nuestro". El problema, en rigor, fue para Otero, quien no quería correr riesgos administrativos y seguir acrecentando el déficit provincial.
Desde la Nación se avisó que se girarían hasta 300 millones de pesos y se criticó a Solá por "negociar a través de los medios, en lugar de sentarse cara a cara con los gremios".
El vicepresidente y candidato a gobernador, Daniel Scioli sintoniza con Solá, pero evitó entrometerse para no enojar a Kirchner. Solá procurará ahora enderezar su gestión y demandará que el gobierno nacional lo acompañe hasta el último día.
Sabe que la continuidad de Kirchner se juega en la elección bonaerense, con la candidatura de Scioli como sustento de la nacional, encarnada por Cristina o Néstor.