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Miércoles 21 de Febrero de 2007
 
Edicion impresa pag. 48 > Sociedad
El delfín que muere de pena
Desde que su entrenadora fue asesinada, hace dos semanas, el animal dejó de comer y está deprimido.
Los instructores están haciendo lo imposible para que Mary G. se recupere de la tristeza que le causó la muerte de Tamara.
Los instructores están haciendo lo imposible para que Mary G. se recupere de la tristeza que le causó la muerte de Tamara.
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Desde hace dos semanas, Mary G. se deja morir. Está deprimido, casi no come y bajó más de 50 kilos. La vida del delfín italiano más famoso, está en peligro.

La tristeza del animal comenzó exactamente el 2 de febrero último, cuando su entrenadora, Tamara Monti, de 37 años, fue brutalmente asesinada en una increíble pelea vecinal que ocupó varias páginas de la prensa italiana.

Pero si a los lectores les impactó la noticia de la muerte de la mujer, al delfín lo puso en riesgo de vida.

La triste historia de Mary G, que parece sacada de una lacrimógena película infantil, comenzó hace un año y medio, cuando el animal llegó al delfinario de Ricciane (cerca de Rímini). Fue Tamara la que lo rescató en el puerto de Ancona, donde el pobre delfín había perdido a su madre y estaba encallado.

Tamara alimentó desde entonces al delfín con batidos especiales a bases de sardinas, sales minerales y vitaminas. Ella se ocupó además durante meses a enseñarle, en una bañera, a recuperar la confianza en sus capacidades natatorias. Incluso se turnó con otros instructores para que siempre haya alguien que lo ayude a mantenerse a flote. Y Mary G., que también en ese momento estaba a punto de morir, se salvó. Y se convirtió en la estrella del acuario.

En ese momento, hubo quienes sugirieron que el animal fuera liberado nuevamente en el océano, pero lo cierto es que la relación con Tamara era tan fuerte que los especialistas pensaron que la separación podría ser fatal.

Eso es lo que parece sentir ahora el pobre delfín.

Tamara murió hace 15 días cuando un vecino, alterado por los ladridos del perro de la entrenadora, la mató a cuchilladas.

Tamara no volvió al delfinario. Y Mary G. lo sintió. Dejó de comer y vomita lo poco que los veterinarios han logrado que ingiera. De los 210 kilos que pesaba, ya perdió 50. Además, sufre una infección gástrica y tiene complicaciones nerviosas.

"Tamara estaba siempre acariciando a Mary G, y esta no dejaba de frotarle el hocico en la mejilla. El dolor del delfín por la muerte de Tamara es grande, y la inquietud que nosotros sentimos por la suerte de Mary G. es enorme. Estamos realmente preocupados", dijo a La Repubblica Sauro Pari, coordinador de la fundación Cetáceos de Riccione.

Mary G. ya no tiene a Tamara. Pero Robert, el novio de la joven, y jefe de los instructores del parque acuático, está haciendo todo para que se recupere. Ahora, un delfín llamado Pele acompaña a Mary G. Pero hasta ahora, la historia que mantiene en vilo a los italianos no parece cerca del final feliz.

 
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