Ayer José María Aguilar habló con el ministro del Interior Aníbal Fernández. También lo hizo ante diputados en el Congreso y por la noche habló con Julio Grondona. Pero nadie terminó conforme con lo que escuchó de boca del presidente de River.

Entre ironías y laberintos dialécticos, el dirigente se defendió más de lo que explicó por qué la barrabrava riverplatense copó la vida institucional del club.

Ante la Comisión Investigadora de Violencia en el Fútbol de Diputados, Aguilar negó tener algún tipo de relación con los barrabravas de su club a los que sí aceptó conocer. Además, dijo desconocer los hechos y las motivaciones que provocaron los incidentes en la zona de los quinchos del club y que originaron la clausura del Monumental. Ante una consulta, se excusó de tener detalles de los incidentes al señalar que el club "tiene 17 hectáreas" en el predio de Figueroa Alcorta.

Por momentos, la reunión tuvo sus puntos de tensión y Aguilar se cruzó con algunos de sus integrantes de la comisión, como el socialista Eduardo Di Pollina y los kirchneristas Luis Illarregui y Osvaldo Nemirovsci.

En varios tramos, el dirigente pareció utilizar la ironía al hablar con los legisladores y hasta acusó a uno de ellos de utilizar una "virulencia oratoria propia de las 30 cámaras (de TV y de fotos)que hay en el recinto", pero ante un llamado de atención de otro diputado se disculpó.

En la hora y media que pasó en Diputados, Aguilar intentó un análisis sociológico sobre el accionar de los hinchas: en los viajes al interior "Alan firma tantos autógrafos como Belluschi", el mediocampista de River. "La barra ha cambiado, es un fenómeno atractivo cultural", dijo y reseñó que hay que gente que hasta paga para poder ir a la cancha con esos grupos. Añadió, además, que "las clases medias que concurren a la cancha" tienen una especie de fascinación "inexplicable" con las barrabravas.

De cómo terminar con ellos, ni una palabra...