El comportamiento de la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, tras la cumbre a tres bandas celebrada en Jerusalén habló ayer por sí solo.
Después de una reunión de dos horas con el presidente palestino, Mahmoud Abbas, y el primer ministro israelí, Ehud Olmert, apareció con semblante serio ante los periodistas, leyó una corta declaración y abandonó con paso enérgico la sala, sin permitir que se le hicieran preguntas. Ni una sonrisa, ni una conferencia de prensa conjunta con Abbas y Olmert.
Tras la cumbre a tres bandas Rice no pudo aludir a resultados dignos de mención. Todos los participantes reafirmaron su "compromiso con una solución de dos Estados" y "contra la violencia y el terror", dijo Rice. Y entonces volvió a aludir al plan de paz internacional presentado hace cuatro años bajo el nombre de "Hoja de Ruta", del que las dos partes en conflicto no han implementado desde entonces ni el primer escalón.
Olmert y Abbas pretenden volver a reunirse pronto y ella regresará también pronto a la reunión, preguntó. Las perspectivas de éxito parecen ahora mismo sombrías.
La idea de una cumbre a tres proviene de la última visita que Rice realizó a la región, en enero, y su objetivo era un fortalecimiento de los palestinos moderados en la lucha interna de poder.
Pero entretanto, Abbas se comprometió, en el acuerdo de La Meca del 8 de febrero, a formar un gobierno de coalición con la organización radical Hamas, aunque ésta sigue rechazando el derecho de existencia de Israel. En una reunión con Rice, Abbas señaló en la víspera, que no tuvo otra elección más que pactar con Hamas para evitar una guerra civil.
Pero también el propio Olmert tiene poco margen para grandes maniobras políticas y para hacer concesiones a los palestinos, en vista de la disminu