Cuando George W. Bush visite México el próximo mes, la primera pregunta que probablemente se haga será si el presidente Felipe Calderón se convertirá en el antídoto del venezolano Hugo Chávez en América Latina.

Hasta ahora, casi todos los presidentes de la región han declinado ese papel. La mayoría está siendo silenciada por la diplomacia de chequera de Venezuela o está simplemente intimidada por la estrategia de Chávez de acusar a cualquiera que ose hablar a favor de la democracia y el capitalismo de intervenir en los asuntos internos de otros países, aunque el mismo se lo pase despotricando a diario en contra de los acuerdos de libre comercio de sus vecinos y el imperialismo de Estados Unidos.

Por el momento, Chávez tiene el monopolio de los titulares de la región. Patricio Navia, un profesor de la Universidad de Nueva York, señala que aunque las recientes elecciones en México, Colombia, Perú, Costa Rica y otros países fueron ganadas por los candidatos menos opuestos a la economía globalizada, ninguno de ellos levanta la voz consistentemente para rebatir los discursos antiglobalización del venezolano.

"Hace falta otro vocero de América Latina que hable a favor del mercado", me dijo el académico esta semana. "De todos los posibles candidatos, sólo Calderón, de México, está en una posición como para asumir ese rol".

Según Navia, Calderón podría convertirse en un líder regional por descarte. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, no se puede dar el lujo de antagonizar a su electorado de izquierda peleándose abiertamente con Chávez. El mandatario argentino, Néstor Kirchner, quiere que Venezuela compre otros u$s 2.000 millones en bonos argentinos. El colombiano Alvaro Uribe está demasiado ocupado con el conflicto armado de su país y la jefa de gobierno chilena, Michelle Bachelet, no parece tener muchas ganas de ser una líder regional.

Sólo el presidente de Costa Rica y ganador del Premio Nobel, Oscar Arias, y algunos de sus vecinos centroamericanos están hablando en contra del modelo narcisista leninista de Chávez, pero sus países son demasiado pequeños como para darle batalla al venezolano a nivel regional.

¿Será Calderón el hombre? El mandatario mexicano señaló el 26 de enero que, a diferencia de países como Venezuela, México le da la bienvenida a las inversiones extranjeras. Cuando Chávez, como era previsible, respondió que Calderón era un "caballerito" supuestamente subordinado al imperialismo y al capitalismo mundial, el mexicano respondió que los países deberían debatir abiertamente sobre modelos políticos, pero "sin incurrir en descalificaciones personales". Su mensaje implícito: si Chávez puede decir lo que piensa sobre temas mundiales, yo también puedo hacerlo.

Pero Calderón fue criticado al poco tiempo por el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, del Partido Revolucionario Institucional, y el izquierdista Partido de la Revolución Democrática. Estos partidos opositores amenazaron con bloquear los nombramientos de embajadores de Calderón si el gobierno no trataba de restablecer lazos con Venezuela y Cuba.

Tratando de apaciguar a los críticos, la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, testificó en una audiencia del Congreso el martes que México buscará mejores relaciones con todos los países de América Latina, sin excepciones.

¿Qué camino tomará Calderón? Gente cercana al presidente mexicano me dice que éste continuará pronunciándose por la democracia, las inversiones extranjeras y la globalización, a la vez que tratará de "poner estos temas en un compartimento" que no contamine su capacidad de interlocución con el resto de América Latina, especialmente con América Central.

Mi opinión: Calderón tiene más que ganar convirtiéndose en un líder regional defensor de la democracia, los derechos humanos y las inversiones extranjeras que sucumbiendo a la presión del ex presidente Salinas y de la vieja guardia de la política mexicana aliada a Cuba y Venezuela.

Erigiéndose en un líder regional, Calderón logra poner a México en el mapa y presentarlo a los capitalistas de Estados Unidos, Europa y China como una buena oportunidad de inversión, mientras que el quedarse en silencio probablemente no le redunde en concesión significativa alguna de parte de la oposición mexicana.

Y Calderón no debería perder el sueño por temor a ser tildado de supuesto súbdito del imperio. Su país le causó la mayor derrota diplomática de la historia al gobierno de Bush al votar, junto con Chile, en contra de la resolución de EE.UU. contra Irak en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el 2003. Y en la última sesión, México votó en 62 ocasiones en oposición a las posturas de Washington y coincidió apenas 19 veces con el voto norteamericano, lo que muestra una política exterior mucho más independiente que la de Venezuela respecto de Cuba.

En suma, no me sorprendería que Calderón continúe saliéndole al cruce al discurso de Chávez. Desde su perspectiva, México tiene más para ganar que para perder convirtiéndose en un antídoto contra Chávez en la región.

ANDRES OPPENHEIMER (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Periodista argentino. Analista internacional. Miami.