En pocos días, el panorama de River cambió bruscamente. Los incidentes ocurridos en las adyacencias del Monumental previo al partido con Lanús, amenazan con desequilibrar el plano futbolístico del que era (es) el gran candidato del Clausura que acaba de comenzar y que ya se encuentra jaqueado por la violencia.

Desde enero último hasta el domingo pasado, River era "el equipo del verano". Hace una semana, cuando el equipo ganó por penales a Boca, en Mendoza, los dirigentes "millonarios" estaban más exultantes que el propio DT Daniel Passarella.

Pero el domingo, cuando plácidamente decenas de socios almorzaban en familia aparecieron los primeros nubarrones, que rápidamente se transformaron en la 'tormenta del verano'. La 'doble victoria' sobre Boca había quedado atrás.

Escándalo, balazos y armas blancas, heridos y espanto mayúsculo. Todo a cargo de un grupo de vándalos tristemente célebre en el club de Núñez y conocidos como "Los Borrachos del Tablón".

¿El motivo? Dirimir el poder en el club. ¿Los mentores? Alan Schlenker y Adrián Rousseau, antes compinches y hoy enfrentados, que cambiaron el sentido de la euforia riverplatense.

Ahora, el regreso del presidente José María Aguilar -estuvo en Punta del Este- supone la toma de decisiones en un ámbito donde al igual que Boca "el personalismo" del titular es más fuerte que una Directiva sin existencia visible desde la oposición. En ausencia de Aguilar no hubo un solo portavoz oficial, que reprodujera el pensamiento de la conducción de la entidad.

El organismo de la Seguridad Deportiva a cargo de Javier Castrilli, practicó un allanamiento al Monumental en las últimas horas del miércoles e inhabilitó preventivamente el estadio. " River deberá presentar un descargo muy concluyente si pretende que la sanción se levante en el corto plazo", sostuvo Castrilli.

¿Cuál es la estrategia de Aguilar? Recusar al 'Sheriff' por ésta y otras declaraciones (ver aparte). Apenas un artilugio legal que no alcanza para tapar el bosque del escándalo.