Los padres de Quirino Cristiani, nacido en Lombardía (Italia) en 1896, se radicaron en la Argentina en 1900. Cristiani tenía habilidad natural para el dibujo y, luego de un breve paso por Bellas Artes, comenzó a dibujar caricaturas políticas para algunos periódicos de Buenos Aires, ciudad en cuyo conurbano vivió toda su vida y que consideraba como propia. Uno de los blancos favoritos de su lápiz (y de la prensa de la época) fue el presidente Hipólito Yrigoyen (1916 - 1922, 1928 - 1930), a quien sus enemigos políticos llamaban despectivamente "El peludo". Cristiani conoció en Buenos Aires a Federico Valle, quien había iniciado en su Italia natal el aprendizaje del entonces novedoso oficio de director-productor de cine. En ocasión de la visita de Wilbur Wright a Roma en 1909, Valle produjo una de las primeras películas filmadas desde el aire. En la Argentina fundó una productora de noticieros, Actualidades Valle, que contrató al entonces veinteañero Cristiani para hacer dibujitos que se movieran en pantalla.
Aunque inspirado en los efectos especiales de películas como "Un viaje a la luna" (1902) de Méliès quien dibujaba cada escena antes de filmarla y "Los fósforos animados" (1908) de Emile Cohl, Cristiani desarrolló su propia técnica para la engorrosa tarea: cartones recortados, articulados, pintados y filmados cuadro a cuadro, técnica que luego patentó. Su primera obra, en 1916, tenía sólo 1 minuto de duración y versó sobre una de las primeras acciones políticas de Yrigoyen: la intervención de la provincia de Buenos Aires, entonces gobernada por el caudillo conservador Marcelino Ugarte, el pintoresco "petiso orejudo". El éxito del corto impulsó a Valle al ambicioso proyecto de hacer una película de larga duración sobre la presidencia de Yrigoyen. La misma, estrenada el 9/11/1917, tenía 58.000 cuadros de casi exclusiva factura de Cristiani, una duración de 1 hora y 10 minutos a los saltarines 14 cuadros por cada segundo de la época, se titulaba "El apóstol" y fue el primer dibujo animado de larga duración hecho en el mundo. La sátira mostraba a Yrigoyen ascendiendo al cielo para pedir al Júpiter tonante los rayos que limpiarían al país de la inmoralidad y la corrupción. El resultado, de evidente orientación conservadora, era la reducción de Buenos Aires a cenizas. En 1926, un incendio en los depósitos de Actualidades Valle destruyó la única copia existente del filme.
Valle recibió grandes elogios por la obra, pero nada se dijo en la época de los innovadores aportes de Cristiani. En 1918 el gobierno alemán hundió un barco argentino y trató de culpar a la enemiga alianza anglo-francesa, para forzar al gobierno de Yrigoyen a declararle la guerra. Valle, cuya visión cinematográfica era fuertemente política, vio la oportunidad de hacer otra película animada desenmascarando el complot germano. Cristiani produjo así en 1918 su segundo dibujo animado, "Sin dejar rastros", donde se relataba cómo el comandante Von Luxburg ordenaba a un submarino alemán hundir el barco argentino. Yrigoyen hizo confiscar la película por la policía, impidiendo su exhibición, probablemente por temor a que el escándalo resultante lo forzara a tomar partido, ya que deseaba (y mantuvo) la neutralidad argentina durante la Primera Guerra Mundial.
La falta de valoración de su trabajo forzó a Cristiani a buscar su propio camino. Debió ganarse la vida, a duras penas, con un cine ambulante que llevaba a las plazas del conurbano bonaerense películas como las de Chaplin. También hizo algunos breves dibujos animados comerciales y filmó destacados eventos deportivos de la época, como el encuentro Dempsey versus Firpo. Entre 1929 y 1930 Cristiani hizo otro dibujo animado de larga duración, "Peludópolis", donde denunciaba la corrupción de los funcionarios del física e intelectualmente disminuido Yrigoyen del segundo período. La película tenía acompañamiento sonoro grabado en discos, ya que los cines de la época no podían procesar el reciente invento (1927) de la banda sonora incorporada al celuloide. El argumento debe haber sido demasiado favorable a Yrigoyen y el costo de producción demasiado alto, ya que el golpe militar conservador del Gral. Uriburu del 6/9/1930 obligó a Cristiani a rehacer parcialmente la película, incorporando al general como héroe y repintando a Yrigoyen como villano. Su estreno con la asistencia de Uriburu, el 16/9/1930, dio a Cristiani el nuevo galardón de haber hecho la primera película animada sonora del planeta. Cuando Yrigoyen murió en 1933, Cristiani, en póstumo respeto a su memoria o al pesar popular, la retiró de circulación.
Cristiani filmó tres películas animadas más, ninguna de las cuales mereció grandes elogios, entre ellas el cuento "El mono relojero" en colaboración con Constancio Vigil. Cuando Walt Disney llegó a la Argentina en 1941, Cristiani se las mostró y le presentó a quien sería luego el dibujante de los pintorescos gauchos y caballos de la película "Saludos, amigos" (1943), el dibujante Florencio Molina Campos. La mayoría de las películas de Cristiani, que murió ignorado en Bernal (pcia. de Buenos Aires) en 1984, se perdió en incendios diversos, los que no fueron casuales sino consecuencia de un grave error tecnológico de la época. El celuloide, uno de los primeros plásticos y el soporte inicial de las películas y fotografías, tiene altísima inflamabilidad y con frecuencia entra en combustión espontánea, lo que forzó su posterior reemplazo por materiales más seguros.
¿Podemos comparar a Quirino Cristiani con Walt Disney? Las diferencias son varias y muy ilustrativas. Cristiani no tenía como objetivo la diversión, sino la crítica política (si era constructiva o no, es otra historia), por lo que cabría más comparar su obra con "Los Simpson". Su trabajo era artesanal, fue un artista más que un tecnólogo y aparentemente no hizo grandes esfuerzos en lograr una eficiente "producción en serie". Tenía un mercado muy limitado, los argentinos politizados, y el gobierno podía arbitrariamente darle o quitarle acceso a él. Walt Disney fue un gran comerciante y organizador que apuntó a un vastísimo mercado consumidor: los niños y adolescentes de todo el mundo. Innovó constantemente sus métodos, incorporando siempre la mejor tecnología de la época y los mejores dibujantes del mundo (incluida la Argentina). Corriendo el enorme riesgo que significa no tener mercados cautivos, hizo enormes inversiones que le produjeron enormes ganancias. Las películas de Walt Disney, de impecable confección y atractiva apariencia, jamás política o religiosamente polémicas, satisfacen masivamente el consumismo intelectual y la necesidad de simplicidad descriptiva de los niños y adolescentes de todo el mundo. Aunque comienzan siempre con la advertencia "Cualquier semejanza con la realidad, es pura coincidencia", proveen a su público todavía incapaz de diferenciar entre apariencias, deseos y realidades de la ilusión de un mundo justo y feliz donde los buenos siempre triunfan y los malos siempre son castigados. La comparación pone claramente en evidencia, una vez más en esta serie de notas, algunos de los principales motores de las actividades tecnológicas.
CARLOS EDUARDO SOLIVEREZ (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Física y diplomado en Ciencias Sociales
csoliverez@gmail.com