La revolución democrática y cultural que delineó Evo Morales para sus cinco años de gobierno en Bolivia tiene en los Ponchos Rojos guerreros aymaras que tienen su centro de operaciones en Achacachi, pueblo ubicado en las riberas del lago Titicaca, unos 90 kilómetros al norte de La Paz a sus celosos defensores.
Unos ponchos andinos de color rojo, tejidos a mano por las mujeres de Achacachi y comunidades aledañas, son su principal indumentaria.
El vestuario de esos guerreros aymaras se completa con "lluchu's" (gorro de lana con terminación cónica que cubre las orejas), chalina de color tierra, sombrero negro de piel de oveja de ala ancha para protegerse del sol y un pantalón de bayeta (tejido de lana de oveja) y abarcas (sandalias de llantas de motorizados) para los pies.
El arma más utilizada en más de cuatro siglos ha sido la "q'urawa" (una honda con piel de oveja) para lanzar piedras a velocidad y alta precisión.
Las piedras de pequeñas dimensiones, además de coca y alcohol, son llevadas en "ch'uspas" o bolsas de 20x20 centímetros que se cuelgan del hombro.
"Muchos usan hondas con piel de zorro para tener más precisión en sus lanzamientos", apuntó Jorge Huasco.
La reaparición de los Ponchos Rojos se produjo a mediados de enero en un desfile con motivo de celebrar los 181 años de fundación de la provincia paceña Omasuyos.
"Ponchos Rojos para defender la patria. Si antes han descuartizado al territorio nacional, han descuartizado a Túpac Katari; ahora ningún caballero va a poder nuevamente descuartizar a Bolivia", arengó el presidente Evo Morales, acompañado de su vicepresidente, Alvaro García Linera, y del comandante general de las Fuerzas Armadas, el general Freddy Bersatti.
En la marcha de Achacachi sobresalieron tres de ellos portando fusiles Máuser: dos eran hombres jóvenes cubiertos de gorras de lana, al estilo del mexicano subcomandante Marcos, y una mujer que conservaba el arma de su esposo muerto.
"Mi Hilario quería mucho a Bolivia porque eso aprendió cuando fue al cuartel", agregó doña Pacesa, una aguerrida mujer aymara.
El desfile de los Ponchos Rojos causó polémica en Bolivia. Hubo voces de aliento y críticas de diversos tonos.
"Nos parecen, en consecuencia, un tanto desproporcionadas las reacciones de temor ante los pocos e inservibles Máusers que cargaban al hombro algunos campesinos en el acto de Achacachi. Son meros testimonios de un pasado 'revolucionario' que ya están, repetimos, para el museo", apuntó el director del diario "El Deber" de Santa Cruz.
El alcalde de Achacachi, Eugenio Rojas, negó rotundamente que los Ponchos Rojos sean un grupo paramilitar o guerrillero. "Los Ponchos Rojos no son un grupo de disfrazados, son la identidad de la nación aymara", precisó.
Los Ponchos Rojos son, en su mayoría, ex soldados del ejército boliviano que conocen de estrategia y tácticas militares.
La preparación de algunos grupos se realiza en la planicie de K'ala Chaca ("puente de piedra" en aymara) y en el cerro Letanías de Viacha.
También son obligados a leer libros escritos por Fausto Reynaga, los que reivindican a los indígenas bolivianos y los instan a la toma del gobierno y del poder.
"Los fusiles Máuser fueron regalados a nuestros abuelos y padres por el presidente Víctor Paz Estenssoro para defender la Revolución Nacional de 1952", recordó Francisco Ramos de la subcentral de Warisata.
Agregó que los Ponchos Rojos son una herencia de sus antepasados, porque "defendieron la unidad y gobernabilidad de nuestros ayllus y comunidades".
Esteban Mamani, otro amauta (autoridad originaria) de Warisata, explicó que también existen ponchos de color negro, nogal, huayruru (rojo y negro) que son usados por autoridades originarias como Mallkus, Jilacatas y secretarios generales de los cantones vecinales.
El vicepresidente boliviano, Alvaro García Linera, tuvo vínculos en el anterior decenio con los Ponchos Rojos y con el Ejército Guerrillero Túpac Katari (EGTK), que fue involucrado en atentados terroristas por lo que fue encarcelado junto a su hermano y al dirigente campesino, Felipe Quispe, llamado "Mallku" por sus seguidores.
García Linera a fines del año pasado pidió a los Ponchos Rojos sacar el fusil que tenían escondido bajo el poncho aymara. "Ese fusil debe ser usado para defender la unidad de Bolivia". Sus palabras sonaron como la explosión de una bomba en el oriente de Bolivia, donde se impulsa un proyecto autonómico que ganó en las urnas en cuatro de los cinco departamentos del país sudamericano.
La más reciente participación de fracciones de los Ponchos Rojos se remonta a octubre del 2003 en la llamada Guerra del Gas, que tuvo a El Alto, vecina ciudad a La Paz, como epicentro de una protesta social que forzó la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada a sus cinco años de mandato constitucional.
"La Guerra del Gas comenzó el sábado 22 de setiembre del 2003 con la muerte de cuatro personas en Warisata. Un grupo de los Ponchos Rojos, lanzando piedras porque no había armas, hizo huir al ministro (de Defensa) Carlos Sánchez Berzaín en un helicóptero militar. Luego fuimos hasta El Alto para participar en las barricadas y marchas para pedir la renuncia de Goni", relató Lino Villca.
Pero la presencia de los Ponchos Rojos no sólo se dio en las movilizaciones campesinas sino que logró proyectarse hasta el actual gobierno de Evo Morales, el primer indígena que accede por voto directo a la presidencia de Bolivia.
"Nosotros tenemos participación en el equipo de ministros de Evo Morales. Ahora está David Choquehuanca que es ministro de Relaciones Exteriores. Antes estaba nuestro hermano Félix Patzi como ministro de Educación", precisó Juan Carlos Condori, secretario ejecutivo de la federación de campesinos de la provincia Omasuyos de La Paz.
Dijo que los Ponchos Rojos están dispuestos a devolver los fusiles Máuser a cambio de ganado o tierras. "Hay varias formas de devolver. Nadie puede dar nada gratis en este mundo. En esto se basa la reciprocidad: yo te doy algo y tú también, a cambio. Vamos a practicar el ayni comunitario, el trueque, en este tema de las armas".
Las autoridades de Achacachi, Warisata y otras comunidades del altiplano de La Paz han reiterado en los últimos días que son gente de paz.
"Sólo luchamos cuando hay injusticia o sometimiento. Hoy reaparecimos porque queremos que el gobierno de nuestro hermano Evo Morales no sea atacado por los ricos y la oligarquía boliviana que no quiere esta revolución democrática", agregó el alcalde Eugenio Rojas.
MARIO ROQUE CAYOJA
DPA