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Miércoles 14 de Febrero de 2007
 
Edicion impresa pag. 39 > Deportes
OPINIÓN: ¿El espectáculo debe continuar?

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¿Y ahora qué? El fútbol sigue su curso natural, como si nada, anunciando para este domingo la vuelta de Juan Román Riquelme a Boca o decide ponerse firme con el nuevo y anunciado escándalo de Los Borrachos del Tablón, la barra de River que dirimió su interna el domingo en los quinchos del Monumental, mientras los socios del club comían asado y disfrutaban de la piscina, en medio de balazos, peleas y cuchillos.

Las prebendas que Los Borrachos recibían en River eran conocidas, pero el abogado Marcelo Parrilli aportó una novedad el martes, cuando dijo a Radio 10 que la pelea del domingo no fue por la repartija de los 60.000 pesos mensuales que recibían por reventa de boletos y otros rubros, sino por un porcentaje de la venta de Gonzalo Higuaín a Real Madrid.

Que los barras cobraran porcentajes por la venta de jugadores era tema de clubes más chicos, o de jugadores y entrenadores, aún de equipos grandes, que giraban parte de sus contratos a los violentos, a cambio de que estos corearan su nombre, una vieja práctica que incluyó a varias vacas sagradas de nuestro fútbol.

Pero la denuncia de Parrilli tomó de sorpresa a muchos y podría significar un duro nuevo golpe para la conducción de José María Aguilar, que el martes recibió casi burlas de su par de Boca, Mauricio Macri. La hipocresía del fútbol es tal que Macri se jactó ante micrófonos radiales afirmando que en su club La 12 no recibe esas prebendas, lo que contrasta abiertamente con una causa que impulsó el ex juez Mariano Bergés.

Rafael Di Zeo no sólo sigue siendo socio de Boca, sino que, además, organiza visitas de jugadores a hospitales y peñas del interior y cobra dinero a cambio de usufructuar con el nombre del club, entre otras prebendas, por no mencionar los supuestos aportes que le hacían dos anteriores entrenadores del equipo, los primeros en la gestión de Macri.

Pero claro, el Rafa Di Zeo, pese al distanciamiento con su hermano, sigue mandando hoy en La 12, donde aún no estallaron internas como las de River, y donde entonces sólo hay espacio para hablar hoy de la vuelta de Riquelme, espléndida para Boca, pero también para su presidente, ex cartonero, hoy dispendioso, especialmente en un año electoral.

Pretender que el fútbol ocurre sólo hoy dentro de una cancha de fútbol es excesivamente ingenuo. El fútbol es mucho más que eso. ¿Podrá Javier Castrilli mantener su promesa de que River recibirá una clausura de cancha mínima de cinco fechas o logrará atenuar Aguilar esa pena gracias a sus buenos contactos en la AFA y en el gobierno nacional?

¿Qué hubiese ocurrido si entre los balazos de Los Borrachos del Tablón se producía una muerte? ¿Y si moría alguien con las armas que fueron secuestradas en el micro que trasladaba a hinchas de Belgrano para el partido con Rosario Central? ¿O en los incidentes provocados el lunes por fanáticos de Quilmes en su partido ante el campeón Estudiantes? ¿Hubiese parado el fútbol argentino?

Italia decidió paralizar su campeonato la semana pasada tras la muerte de un policía y este mismo martes en la región de Sajonia, ex Alemania del este, se dispuso la suspensión de sesenta partidos que debían jugarse el próximo fin de semana a raíz de graves episodios registrados el sábado en Leipzig. El fútbol parece estar cambiando aquel viejo principio de que "el espectáculo debe seguir". Ojalá no haga falta un muerto para eso.

 
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