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Domingo 04 de Febrero de 2007
 
Edicion impresa pag. 6 >
Expectativas y credibilidad

El afán oficial por controlar la "expectativa" inflacionaria -más que la inflación real- tuvo su último hito con el incidente del INDEC, en el marco de una escalada que inició el año pasado el Ministerio de Economía ante un posible desborde en los precios. Lo grave de este hecho es que amenaza con afectar la credibilidad de los índices económicos que difunde el gobierno. El lunes, tendrá su primer prueba con la información vinculada a la inflación de enero.

Es que el desplazamiento de la directora de Indices de Precios de Consumo, Graciela Bevacqua, y su reemplazo por una delegada de Felisa Miceli, fue percibido más como un intento de manipular los datos que como un cambio rutinario. Difícil es creer que desde el gobierno intenten "cambiar" los números oficiales.

La manipulación no es, ni fue nunca, tan burda.

Más verosímil es que se busque nuevas herramientas que le permitan maniobrar "sutilmente" esos índices.

Desde la llegada de Guillermo Moreno a la Secretaría de Comercio Interior, la estrategia del gobierno para afrontar el problema fue la de controlar con todas las armas posibles los índices oficiales, para dominar la "expectativa" inflacionaria y no la suba "real" de ese índice. Para ello se elaboró un listado de los productos que son sometidos al escrutinio del INDEC para medir el costo de vida. Y sobre ellos se cargó con la artillería pesada.

Moreno encabezó infinidad de reuniones con los empresarios de esos sectores a los que les impuso "topes" para los aumentos de sus productos. De nada sirvieron los argumentos relacionados con el incremento de los costos de producción. La "orden" era terminante: No se podía aumentar más que lo que indicaba el gobierno. Por lo menos para los productos que tenían directa injerencia sobre el costo de vida. Incluso se les llegó a decir a algunos empresarios que, "para compensar", podrían aumentar más los precios de otros productos que no son medidos por el INDEC.

Así y todo, la inflación del 2006 fue del 9,8%, ubicando a la Argentina entre los países con mayor índice de América.

Cuando el mecanismo de "acuerdos de precios" empezó a tener fisuras, desde Economía se puso la lupa en la estructura de costos. Tal el caso del agro. Con las tarifas de los servicios públicos congeladas y los precios de los productos de la canasta básica "atados", desde la Secretaría de Moreno se intentó matizar los incrementos acordados con las empresas de medicina prepaga y las escuelas privadas para que no impacten directamente en el costo de vida.

Pero la intención oficial de acceder a los secretos más recónditos del INDEC, con el fin de seguir controlando (o engañando) al índice oficial se topó con una resistencia inusitada. Hay que tener en cuenta que el índice de inflación del INDEC es un termómetro de la gestión oficial y además es tenido en cuenta para ajustar la deuda que emite el Estado a través del CER, y para la próxima discusión salarial.

Lo cierto es que la polémica por este tema opacó a las buenas noticias económicas que se conocieron esta semana: el aumento del consumo en 2006 un 17,6%, el récord en la recaudación durante enero, el acuerdo con España para pagar los casi mil millones de dólares que Argentina recibió durante la gestión De la Rúa, y las señales de distensión del agro para comenzar a negociar con el gobierno. Y esto es un error casi infantil por parte del gobierno, que debería aprovechar más la excepcional situación macroeconómica en lugar de generar disputas innecesarias.

Distinta es la situación por la discusión con los gremios por los próximos aumentos salariales. El propio presidente Néstor Kirchner dio señales para los acuerdos de las próximas paritarias: "No nos quieran asustar algunos pícaros que escriben sobre inflación porque viene todo bastante bien", advirtió. Pese a que desde los gremios y el gobierno se aclaró que no hay piso ni techo para esas negociaciones, está claro que la base de la discusión será la inflación del año pasado mas dos o tres puntos (12 ó 13%) y el tope será el acuerdo del año pasado (19 por ciento).

Desde el punto de vista político, la posible reanudación de un diálogo con Uruguay para resolver el conflicto por las pasteras fue la nota destacada, luego de las idas y venidas del "facilitador" español, que durante toda la semana se entrevistó con funcionarios de ambos países. Sin embargo, la cautela deberá primar ante los encuentros que mantendrán en España delegados argentinos y uruguayos.

El año pasado, los que dialogaron y acordaron una "solución" fueron Kirchner y Tabaré Vázquez. Y esa solución duró apenas días. La intransigencia de Botnia lo tiró por la borda. Hoy, tras el fallo a favor de Argentina en los tribunales de La Haya, los asambleístas reforzaron sus cortes en Entre Ríos y la empresa Botnia continúa a ritmo acelerado la construcción de la planta. A más de un año de iniciado el conflicto, la situación está como entonces y son ambos presidentes los que deben resolver la cuestión, con decisión y firmeza. Pero donde el oficialismo no tiene dudas en cuanto al camino a tomar es en la estrategia electoral.

Mientras la oposición se debate en discusiones estériles y le hace el juego al gobierno al no aglutinarse tras un candidato que pueda hacer frente al postulante K, en el gobierno trabajan febrilmente. Kirchner da señales a eventuales compañeros de una fórmula presidencial y los candidatos oficiales (Daniel Filmus en la Ciudad de Buenos Aires y Daniel Scioli en la provincia) comenzaron a "caminar" sus respectivos territorios. Incluso la primera dama, Cristina Fernández, levanta su perfil (con un polémico viaje a Francia) ante la posibilidad de suceder a su esposo.

Desde la oposición, en tanto, la duda está radicada en si, finalmente, Roberto Lavagna acordará con Mauricio Macri o si permanecerán en fuerzas separadas. Los estrategas oficiales verían con satisfacción que la centroderecha fuera dividida a los comicios de octubre. "Con la centroizquierda aglutinada detrás de Kirchner y la centroderecha dividida, el resultado está garantizado", afirma un conspicuo hombre del Presidente, para quien aún en el caso de una oposición unificada el camino a octubre tendría el mismo resultado. Los ingenieros que rodean a Lavagna también perciben el peligro. En el entorno del ex ministro de Economía juran que su candidatura presidencial es "inalterable" y están convencidos de que si la postulante candidata es Cristina, ganan.

No obstante saben que con el apoyo de un sector del radicalismo y del peronismo, más el respaldo de partidos provinciales no alcanza. Necesitan a Mauricio Macri. Y creen que es su socio, Ricardo López Murphy, el que "traba" cualquier negociación del presidente de Boca Juniors con Lavagna. "Ya lo hizo con Jorge Sobisch", argumentan y dicen que "el radicalismo estaría de acuerdo" con un entendimiento.

Sin embargo para las elecciones faltan casi nueve meses, período más que suficiente como para que el escenario político cambie lo necesario como para que lo que hoy parece improbable se torne real.

En el gobierno lo saben y pese a exudar optimismo y confianza están atentos a las piedras que puedan aparecer en un camino que, para algunos de sus integrantes, no finaliza en el 2011.

 

ERNESTO BEHRENSEN

DyN

 
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