El cine de aventuras como género está cada vez más exigente en cuanto a su estructura narrativa y efectos especiales, con la intención de adaptarse a los tiempos que corren y saciar las ansias de espectadores con mayores pretensiones. Por eso es sorprendente que aún haya estudios que apuesten a productos como "Terror a bordo", cuyo único objetivo es el mero entretenimiento en base a fórmulas clásicas ampliamente utilizadas, no por eso menos efectivas, cuando son bien presentadas. Ese es el caso de esta película que en su génesis, fue acompañada por la misma campaña publicitaria vía internet que había erigido a "El proyecto Blair Witch" como una cinta de bajo presupuesto con gran suceso económico.

Recuperando el espíritu del cine clase B, la trama es simple: un agente federal (Samuel L. Jackson) debe

custodiar a un testigo protegido en un vuelo entre Hawai y Los Angeles. El mafioso implicado en el hecho, abarrota el avión con un cargamento de serpientes escondidas entre flores, que incitadas por las feromonas, sal

drán de sus cajas y atacarán a cualquiera que se les cruce. Además del testigo, la idea es que nadie viva para contar la historia.

Las inverosimilitudes abundan, los personajes son estereotipados y los efectos computarizados no muy logrados. Sin embargo el filme sólo pretende entretener, algo que consigue con creces, gracias a un ritmo desenfrenado y una trama sin pretensiones más algunas ironías y burlas a la corrección política siempre imperante en este tipo de producciones.

Seguramente el espectador encontrará unas cuantas críticas para realizar, pero como entretenimiento en el sentido más puro es una de las realizaciones más efectivas de los últimos tiempos. Las que más disfrutan el viaje son las serpientes que se alimentan hasta el hartazgo y mantienen la tensión con bastante humor. (A. L.)