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Lunes 29 de Enero de 2007
 
Edicion impresa pag. 5 > Nacionales
Astiz, lejos del arrepentimiento
Pasa sus días entre varias lecturas y gimnasia. Está enojado con la Armada.
 El ex represor espera el juicio en su contra por la muerte de las monjas francesas.
El ex represor espera el juicio en su contra por la muerte de las monjas francesas.
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BUENOS AIRES (ABA).- Sigue teniendo la disciplina de un soldado. Se levanta todos los días muy temprano. Hace gimnasia. Su celda, de unos diez metros cuadrados, está impecablemente ordenada. Tiene allí una cocina pequeña, pero prefiere almorzar siempre en el comedor de la Base Naval de Zárate, donde está preso a la espera del juicio de las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet. Lee bastante. Cada tanto recibe revistas extranjeras y las devora en soledad. Está más canoso que hace unos años, pero sus amigos dicen que su estado físico es impecable.

Alfredo Astiz, llamado "El Angel rubio" o "El Cuervo", pasa sus días de encierro masticando bronca y dolor. No se arrepiente de nada de lo que hizo durante los años de la dictadura. Cree que debe su vida a la Armada argentina y que todos sus actos están justificados porque fueron órdenes de sus superiores. Pero es precisamente por eso que sufre: siente como una espina dolorosa que la fuerza que lo crió y le enseñó todo lo que sabe lo haya abandonado. Eso les repite a los pocos amigos y a sus familiares que aún lo visitan, según pudo saber "Río Negro".

El peor día de la vida de Astiz fue el día que se enteró que había sido expulsado de la Marina. Se le vino el mundo abajo, y aún hoy sigue diciendo que no puede creer que la Armada lo haya echado de sus filas. Ocurrió en 1998, cuando declaró a la revista Trespuntos, entre otras cosas, que él era el hombre mejor capacitado de la Argentina para matar a un político o a un periodista. Astiz se arrepiente de haber concedido esa entrevista en off the record, pero su máximo dolor sigue siendo que casi nadie de la Armada lo haya defendido en público. "Es un hombre que dio la vida por la Marina, que se educó bajo sus códigos. Para su estructura mental fue intolerable, primero, ser expulsado, y segundo, darse cuenta que ninguno de sus amigos y superiores se animaban a defenderlo públicamente", contó a "Río Negro" un amigo de Astiz que pidió reserva de su nombre.

El "Angel Rubio" vive resignado. Cree, según afirman fuentes de su entorno, que será muy difícil que la Justicia dicte su inocencia en el caso donde se lo acusa de haber participado en la desaparición de dos monjas francesas y tres madres de Plaza de Mayo durante 1977. En la intimidad asegura que los jueces están siendo manipulados políticamente por el gobierno, y que el presidente hace política sacando a la luz los hechos relacionados con la dictadura militar. Como buena parte de sus amigos y su familia, considera que los crímenes producidos por el Proceso no deben ser juzgados. Desde su encierro festejó los actos de ex militares y familiares de víctimas del terrorismo realizados el año pasado en la Plaza San Martín, confirmó un amigo suyo.

El miércoles 24, durante su primera declaración ante la Justicia en tres décadas, Astiz pidió que el gobierno levante el secreto de Estado que pesa sobre militares y agentes de Inteligencia. El ex marino había dicho que los asesinatos de las monjas francés había sido cometido por agentes de inteligencia de Francia. Su defensa, a cargo de Juan Aberg Cobo (h), no esperaba que el gobierno reaccionara tan rápidamente como lo hizo: al día siguiente de la declaración de Astiz, se redactó un decreto relevando del secreto de Estado a militares y ex espías que estén siendo juzgados por la Justicia por crímenes de lesa humanidad. Ahora, Aberg Cobo y su cliente estudian cuánto y qué le conviene contar a Astiz sobre sus oscuras tareas como agente de Inteligencia durante la dictadura. Su defensa, basada en que fueron agentes franceses quienes participaron del crimen de las monjas, carece de sustento, se quejó la abogada Shophie Thonon, querellante en la causa que investiga esos asesinatos.

Tanto Aberg Cobo como su padre, Juan, son unos de los pocos amigos que visitan a Astiz en la cárcel o lo llaman a su celular. Aberg Cobo padre es un viejo amigo de los jefes de la Junta Militar. Junto a ellos, Astiz rememora los viejos tiempos y disfruta del tesoro que le llevan cada vez que lo visita : empanadas, una de sus comidas favoritas.

 
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