No tengo la menor intención de hacer una crítica a la película, de la cual he escuchado muchas: falta de rigor científico, entre otras, aunque me parece que el asunto de perdonar la deuda externa a los países del sur -los liberados de la era glacial- a cambio de compartir el territorio, es directamente de ciencia ficción, sobre todo porque cualquiera sabe que los ricos y famosos -o no- del mundo, ya poseen gran parte de la tierra y el agua del resto, y en cuanto a la masa de sus países, sus ejércitos dirán "permiso, háganse a un lado" y adiós aduanas, muros y demás.

Así que a un tema que es de por sí alarmante se suma el elemento sustantivo de que los poderosos, reunidos en Davos, han iniciado sus deliberaciones con el discurso de la ministra alemana, y ¿de qué habló la buena señora? Sí, acertó. De los cambios climáticos y de que tenemos que comprometernos "ya". Detalle no menor, porque en general los discursos de estos líderes son a largo plazo: muy solidaria (y ladinamente) se refieren con alguna preocupación al mundo que legaremos a hijos y nietos.

Usted dirá: es bueno que los mismos que, en nombre del progreso, nos llevaron a esta situación, se hagan cargo. Estoy de acuerdo; lo que pasa es que si ellos se alarman, es que la cosa es en serio. Y es el presente el que está comprometido, y no sé si hay tiempo, teniendo en cuenta que, quizás por lo demostrado por la física cuántica, los efectos no son lineales ni sumatorios, sino exponenciales y caóticos.

En fin: que ellos hagan lo suyo; ya era hora. Lo que creo es que en nuestras propias realidades, la misma perversa lógica del progreso está haciendo ya difícilmente habitable la vida cotidiana aún de los poderosos locales.

Eche un vistazo a nuestras ciudades: al calor de un fenomenal negocio inmobiliario, torres y más torres se elevan al cielo, llevándoles muchos cuerpos de ventaja a la infraestructura necesaria, y hablo de cosas tan vitales como el agua, cloacas, electricidad... como en todo, es indispensable la complicidad del poder político, en cualquiera de sus estamentos, porque las innumerables cartas orgánicas han gastado ríos de tinta sobre el equilibrio sustentable.

Consecuencia: los más pobres sufren la peor parte, pero amplios sectores habitados por clases media y alta, aún sus recoletos barrios privados, empiezan a recibir la vuelta de la ola que ellos mismos generaron. Cerca de mi casa hay un coqueto barrio por cuyos cordones cunetas discurre permanentemente un viscoso, fétido líquido verde que parecería no tener por dónde más irse. El agua, que por sectores similares era tan común como el aire, desaparece horas enteras. El tránsito es un problema insoluble. Sistema colapsado.

Todo lo que usted quiera: falta de previsión, avaricia en estado puro, descontrol estatal, el hecho es que no veo que el fenómeno se detenga, encontrándose en un efecto circular con el agujero de ozono, el calentamiento del planeta... y claro que debe ser así, puesto que es la misma cultura de la depredación, sólo que es bastante necio aplicarla en donde se habita. Ciudad o planeta.

¿Será nomás imposible conjugar en clave de "y" la antinomia calidad de vida - progreso? ¿Es ésta una síntesis utópica? Progreso, ¡cuánta injusticia se comete en tu nombre! Desde legítimas necesidades de vivienda, de energía, de trabajo, todo el sistema funciona pervirtiendo los derechos convirtiéndolos en negocios que terminan arrastrándonos a todos.

Ah, la película termina con el presidente norteamericano arrepentido de tantos "errores" y comprometido con un mundo mejor... el pedazo de mundo que queda.

MARIA EMILIA SALTO

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