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Lunes 15 de Enero de 2007
 
Edicion impresa pag. 14 y 15 >
Del socialismo real y del otro
En estos días, hace quince años, se disolvía la Unión Soviética en su propio fracaso, luego de setenta años del mayor experimento social de la historia. Merece un obituario. Fue un intento de poner en práctica teorías sociales nunca antes probadas, de aplicar una teoría la de Marx acerca de la inevitabilidad del socialismo como generosa y libertaria forma de vida, libre de explotación del hombre por el hombre, y como vía al comunismo, en el que todos entregarían a la sociedad lo que pudieran para recibir de ella lo que necesitaban para llevar una vida libre, humana y digna. La Revolución Rusa de 1917 quiso poner en práctica esa teoría pero chocó con las duras realidades de una sociedad subdesarrollada y autoritaria, la hostilidad belicosa del mundo capitalista, la muerte prematura de su líder y el triunfo, en una despiadada lucha por el poder, del más siniestro y más tiránico de los dirigentes tempranos del movimiento: José Stalin.

En Rusia se había producido la caída del zar y la rebelión de las tropas como consecuencia de una guerra perdida. Pero el gobierno burgués-republicano de Kerensky no supo interpretar el ansia de paz de su pueblo y cayó víctima de una segunda revolución según algunos, simple golpe de Estado del Partido Comunista, liderado por Lenin. Todo el poder a las asambleas populares (tal es el significado de la palabra "Soviet") fue la consigna, bastante parecida a nuestro "que se vayan todos", pero la única fuerza organizada que había en esas asambleas era el PC, creado por Lenin como partido de vanguardia, que debía dirigir a las masas y no como forma de organización horizontal tendiente a una democracia más o menos directa. Claro que todo esto sucedía en un enorme país que siempre había sido gobernado por autócratas, con una industria incipiente y, por lo tanto, sin un proletariado que era, en teoría al menos y según decía el libreto, la clase revolucionaria por antonomasia a diferencia del campesinado que predominaba en la población, como lo hizo más tarde en China. Además, se esperaba con ansiedad un levantamiento revolucionario en uno de los países más industrializados, la igualmente derrotada Alemania, que en cambio se hundió en el marasmo de la República de Weimar para caer más tarde en el regazo de Hitler. Después del breve período de la mayor libertad de debate en toda la historia rusa se plantó así en la URSS la semilla de la dictadura totalitaria; no la del proletariado, sino de su autodesignada vanguardia, el partido leninista.

Luego de la prematura muerte de Lenin y de la derrota política, el exilio y, finalmente, el asesinato de su más plausible sucesor, León Trotsky, el resultado fue el totalitarismo de Stalin, la industrialización forzada, la colectivización del campo no consentida por los campesinos, que fueron masacrados por millones, las purgas de toda la dirigencia leninista de los primeros años en unos pseudojuicios en los que todos los leninistas se autoacusaban de traición a la Revolución y el nacimiento de una "nomenklatura" nueva clase dominante que gobernaba en su provecho propio, con igual ineficiencia y autoritarismo que los de cualquier capitalismo subdesarrollado.

A pesar de eso, aunque a un costo humano enorme y una devoción a la causa que no vacilaba ante el autosacrificio, la URSS y los partidos comunistas lograron vencer a la maquinaria bélica nazi (el frente oriental fue siempre el más sangriento y los soldados, más que al socialismo, defendían a la madrecita Rusia) transformándose en la segunda potencia del mundo, que controlaba todo el oriente europeo y triunfó en China, desarrolló un aparato bélico formidable y llegó a ser capaz de tener en jaque a las potencias desarrolladas del capitalismo occidental durante cuarenta años. Occidente entró en una verdadera paranoia anticomunista, que puso en peligro todos los logros democráticos de los últimos dos siglos. El así llamado socialismo llegó a gobernar a un tercio de la humanidad, aunque el violento divorcio entre la URSS y China desmentía dramáticamente que no podría haber guerras entre países socialistas.

Pero, ¿era eso socialismo? ¿Era, siquiera, la anunciada dictadura del proletariado? ¿Ofrecía a los pobres del mundo una verdadera alternativa del futuro venturoso para lograr el cual ningún sacrificio era excesivo? Y, llevando las preguntas más al fondo: ¿era correcta la teoría en la que se basaba, la de la inevitabilidad del socialismo y de su etapa superior, el comunismo, en el que todas las penurias habrían desaparecido o, por lo menos, se repartirían por igual entre todos?

Ahora debemos decir que la respuesta a todas esas preguntas era negativa. En lugar de socialización de los medios de producción hubo un monopolio estatal ineficiente, administrado por burócratas que constituían una nueva clase dominante, que no vaciló en apoderarse de la propiedad de las fábricas una vez que se produjo el desordenado retorno al capitalismo luego de 1991. Sacrificó tres generaciones de seres humanos a un objetivo utópico que se transformó en un eslogan vacío de contenido. Mostró, por fin, que la teoría de la inevitabilidad era un resabio de la filosofía de la historia de Hegel y que la historia sólo tenía tendencias y no necesidades, haciendo evidente, además, que el profundo pensamiento filosófico y económico de Marx que sigue siendo el análisis más profundo del funcionamiento del sistema capitalista que existe había sido transformado por sus sucesores en un catecismo dogmático. No se admitía más crítica ni profundización, y todo pensamiento original y aun todo reclamo de menor represión era de inmediato castigado con una dureza inaudita como ocurrió con los levantamientos de Berlín en 1953, de Hungría en 1956, con los intentos de reforma del sistema ocurridos en Praga en 1968 y aun con la Perestroika de Gorbachov, que quería preservar un socialismo democrático.

Luego, el gigante soviético con pies de barro cayó por su propia ineficiencia, aunque Rusia sigue siendo una potencia militar formidable. El gigantesco imperio se desintegró de modo relativamente pacífico en dos docenas de países pobres que aplicaron de inmediato y de forma anárquica las peores recetas del FMI, sus jerarquías políticas se transformaron de modo muy opaco en oligarquías económicas, aumentó aún más la pobreza de poblaciones de muchos millones, en Rusia se volvió de la bandera de la hoz y el martillo a la tricolor zarista y en China surgió un nuevo gigante económico que se sigue llamando comunista aunque aplica con éxito, hay que admitirlo las reglas del juego del capitalismo más despiadado del siglo XVIII europeo.

Se puede formular la pregunta acerca del futuro del socialismo, superada esta etapa soviética en que se pretendía científico. Es un tema que debe ser debatido más de lo que ocurre en la actualidad. ¿A qué se refiere Hugo Chávez cuando habla de un "socialismo del siglo XXI"? Hubo un momento en el que la URSS mostró al mundo que se había desviado por completo de sus ideales originarios de crear una nueva sociedad solidaria, igualitaria, sin carencias pero sin derroche de recursos. Fue en 1956, cuando Jruschchov prometió que la URSS batiría a los EE. UU. en su propio terreno. Por supuesto que no pudo ni acercarse al desaforado nivel de consumo estadounidense, pero en ese momento aceptó que su meta era una sociedad de consumo y no una sociedad solidaria, fraternal y libertaria. Lo mismo pretende ahora la gigantesca China, emulando los peores excesos plutocráticos del capitalismo. Poco después de admitir públicamente los crímenes del "padrecito Stalin", la URSS renunciaba, pues, a ser otra cosa que un país de gente con un buen pasar.

Queda Cuba. La propaganda contraria es tan feroz que uno duda de la veracidad de sus constantes aseveraciones sobre el tema de los derechos humanos, provenientes de fuentes que no se preocupan demasiado por el respeto a tales derechos en aliados como Arabia Saudita y que negocia pacíficamente con Vietnam, donde murieron sesenta mil soldados estadounidenses en la primera guerra perdida por los EE. UU. El régimen de Cuba subsiste y se admite que tiene el mejor sistema educativo y de salud de toda Latinoamérica. Tiene un partido único, lo que va contra los principios de la alternancia democrática, y seguramente el debate interno está muy limitado. Tampoco existe libertad de prensa. Será puesto a prueba cuando desaparezca su líder carismático: entonces se verá si Cuba es una dictadura totalitaria en la que estallará una lucha por el poder o si existe realmente lo que ellos llaman el "poder popular", una estructura mucho más horizontal de lo que conocemos en Occidente.

 

 

TOMAS BUCH (*)

Especial para "Río Negro"

 

(*) Tecnólogo generalista

 
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