Frecuentemente el discurso es más revelador
por lo que oculta que por lo que exalta. Tómense
por ejemplo las palabras de Sobisch en el Ruca
Che. "Voy a hacer algo que soñé
durante muchos años, para responder a los
que no creían en mis convicciones (...).
Voy a dar el primer paso al costado...",
dijo, emocionado, el gobernador. Bien mirado,
el megaacto del MPN, con Sobisch como máximo
orador y centro inequívoco de la escena,
no hace sino desmentir en los hechos lo que el
líder emepenista afirmó de la boca
para afuera. Lo que realmente se pudo apreciar
en los hechos no fue un caudillo que se allana
al surgimiento de nuevas figuras y se hace a un
lado sino todo lo contrario: un hombre que se
niega tercamente a abandonar su rol de centro
del universo.
Por fortuna, el discurso también es revelador
por sus lapsus: la frase de Sobisch continuaba
así: "Voy a dar un paso al costado
para acompañar a nuestra gente, a Jorge
(Sapag), Ana (Pechen), a José (Brillo)...".
Está bastante claro: en el subconsciente
Sobisch sabe de sobra que la mejor forma de "acompañar",
es decir de ayudar a sus camaradas de partido,
sería borrarse en lugar de robar imagen
en el acto de los ganadores de la interna como
hizo.
El módico discurso del gobernador no revestiría
ningún interés especial si no fuera
por sus implicancias políticas. Es un hecho
que existe en el seno del MPN una sorda puja de
poder entre él y el candidato. Los intereses
de uno y otro ya no son compatibles en el mediano
y corto plazo. Sobisch necesita seguir encaramado
al partido-Estado para alimentar su costosísima
quimera presidencial. Sapag, en cambio, debe despegarse
cuanto antes de un político desgastado,
que condiciona su llegada al poder al asociarlo
a lo viejo, e hipoteca de antemano sus relaciones
con el gobierno nacional al enfrentarlo gratuitamente
con el presidente de la República. Para
colmo de males, en el mismo supuesto de Sapag
gobernador, Sobisch le está reservando
un futuro sombrío, porque ya está
gastando a cuenta de futuros presupuestos y hasta
amenaza con renovar a su antojo las concesiones
petroleras. Sin ningún pudor republicano,
como si fuera un monarca vitalicio.
Para el primero, el límite de este empeño
es llevar su partido a la derrota política
al impedirle encarnar una imprescindible renovación
gatopardista pero renovación al fin.
Lo que resultaría fatal para él
mismo, porque se quedaría sin sustento
para sufragar sus aventuras políticas.
Para Sapag, quien ya ha pedido elecciones separadas
de las nacionales sin respuesta, se trata de manejar
adecuadamente los tiempos: si rompe prematuramente
con Sobisch se arriesga a un eventual cisma partidario
que lo llevaría a la derrota. Pero si demora
demasiado su despegue, ya no podrá presentarse
como el cambio mínimo necesario y deberá
ceder igualmente el trono al principal competidor
de la oposición, el intendente de Neuquén.
Hasta ahora Sapag ha demostrado que la prudencia
es buena consejera. Prueba de ello es su contundente
triunfo en la interna, alcanzado sin pelearse
abiertamente con el gobernador a pesar del ostensible
intento de éste de rebajar al máximo
sus posibilidades. Sobisch, en cambio, ha demostrado
a lo largo de los años que lo que realmente
le preocupa no es la gente, ni el partido, ni
la provincia, ni el país, sino sólo
y exclusivamente él mismo. Es, en verdad,
temerario, y cuando se siente acorralado aún
más (así lo demostró en el
'95, cuando tras perder la interna con Felipe
Sapag se lanzó a un gasto desenfrenado
para condicionar la futura gestión de su
adversario; o en el 2003, cuando ante el bochorno
de las cámaras ocultas pretendió
pasar de denunciado a denunciante).
Quien conoce de sobra la sorda puja interna que
vive el MPN es Horacio Quiroga. No por nada cada
vez que tiene la oportunidad el candidato de la
Concertación se ocupa de afirmar que existen
dos propuestas concretas: la del candidato del
MPN, que lleva de aspirante presidencial a Sobisch
y la del hombre de la Concertación, que
es él mismo y que lleva como nave insignia
a Néstor Kirchner.
El líder del radicalismo tampoco ignora
otros flancos de su adversario, como esa arma
de doble filo que es el apellido Sapag, asociado
como está por un lado a la labor pionera
del partido provincial en un territorio donde
todo estaba por hacerse, pero por el otro al más
crudo nepotismo de cuño autoritario. Sin
embargo, Quiroga se cuida muy bien de descender
a recursos tan pedestres y prefiere que otros
lo hagan a su lado.
Aunque también Salvatori agitó
la amenaza de un gobierno lleno de apellidos Sapag,
no es del todo certero que eso vaya a ocurrir.
Luz Sapag tiene un lugar ganado en la política
neuquina y su eventual retorno como intendenta
de San Martín guarda más relación
con los errores del PJ que con un supuesto designio
familiar. Aunque de todos modos vale la advertencia,
porque con los clanes nunca se sabe, lo cierto
es que la propia Constitución provincial
impide llenar de parientes el gabinete, como recordó
el propio Jorge Sapag.
Pero sin perjuicio de los muchos flancos que
ofrece el oficialismo, Quiroga tampoco lleva todas
las de ganar. Debe lidiar con el lastre de ser
radical entre peronistas y, para colmo de males,
su jugada de apresurar los tiempos para cortarle
al kirchnerismo duro liderado por Podestá
la posibilidad de crecer a expensas suyas, alcanzó
esta semana un límite concreto. El líder
del Frente Grande se plantó. Dijo que,
en los términos en que está esbozada,
la Concertación no le interesa porque allí
todas las candidaturas están decididas,
para empezar la de Quiroga, que sigue sin gustarle
nada, y además no existe un programa de
fondo sino un mero acuerdo electoral. "Quiroga
no es el candidato de Kirchner sino el de Parrilli",
tensó las cosas al máximo, para
justificar su existencia a la izquierda del espacio
que nuclea el presidente.
La respuesta no se hizo esperar y vino de muy
arriba. El titular del PJ, Luis Sagaseta, quien
ya había advertido que "dividir por
tres es funcional al MPN", fue quien hizo
de portavoz: que el ala izquierda se quede adentro,
cuando llegue el momento hacemos internas abiertas
y santas pascuas, dijo, palabra más palabra
menos.
No se conocía hasta ayer la respuesta
de la entente Frente Grande-Libres del Sur-MID-rebeldes
del Pejota. Tampoco qué hará Quiroga,
porque se sabe que la idea no lo seduce. En eso
estaba la oposición en vísperas
de Año Nuevo. Un año que promete
ser recontraelectoral, por supuesto.
HECTOR MAURIÑO
vasco@rionegro.com.ar
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