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Domingo 31 de Diciembre de 2006
 
Edicion impresa pag. 06 >
Dificultades

 

Frecuentemente el discurso es más revelador por lo que oculta que por lo que exalta. Tómense por ejemplo las palabras de Sobisch en el Ruca Che. "Voy a hacer algo que soñé durante muchos años, para responder a los que no creían en mis convicciones (...). Voy a dar el primer paso al costado...", dijo, emocionado, el gobernador. Bien mirado, el megaacto del MPN, con Sobisch como máximo orador y centro inequívoco de la escena, no hace sino desmentir en los hechos lo que el líder emepenista afirmó de la boca para afuera. Lo que realmente se pudo apreciar en los hechos no fue un caudillo que se allana al surgimiento de nuevas figuras y se hace a un lado sino todo lo contrario: un hombre que se niega tercamente a abandonar su rol de centro del universo.
Por fortuna, el discurso también es revelador por sus lapsus: la frase de Sobisch continuaba así: "Voy a dar un paso al costado para acompañar a nuestra gente, a Jorge (Sapag), Ana (Pechen), a José (Brillo)...". Está bastante claro: en el subconsciente Sobisch sabe de sobra que la mejor forma de "acompañar", es decir de ayudar a sus camaradas de partido, sería borrarse en lugar de robar imagen en el acto de los ganadores de la interna como hizo.

El módico discurso del gobernador no revestiría ningún interés especial si no fuera por sus implicancias políticas. Es un hecho que existe en el seno del MPN una sorda puja de poder entre él y el candidato. Los intereses de uno y otro ya no son compatibles en el mediano y corto plazo. Sobisch necesita seguir encaramado al partido-Estado para alimentar su costosísima quimera presidencial. Sapag, en cambio, debe despegarse cuanto antes de un político desgastado, que condiciona su llegada al poder al asociarlo a lo viejo, e hipoteca de antemano sus relaciones con el gobierno nacional al enfrentarlo gratuitamente con el presidente de la República. Para colmo de males, en el mismo supuesto de Sapag gobernador, Sobisch le está reservando un futuro sombrío, porque ya está gastando a cuenta de futuros presupuestos y hasta amenaza con renovar a su antojo las concesiones petroleras. Sin ningún pudor republicano, como si fuera un monarca vitalicio.

Para el primero, el límite de este empeño es llevar su partido a la derrota política al impedirle encarnar una imprescindible renovación gatopardista pero renovación al fin. Lo que resultaría fatal para él mismo, porque se quedaría sin sustento para sufragar sus aventuras políticas. Para Sapag, quien ya ha pedido elecciones separadas de las nacionales sin respuesta, se trata de manejar adecuadamente los tiempos: si rompe prematuramente con Sobisch se arriesga a un eventual cisma partidario que lo llevaría a la derrota. Pero si demora demasiado su despegue, ya no podrá presentarse como el cambio mínimo necesario y deberá ceder igualmente el trono al principal competidor de la oposición, el intendente de Neuquén.

Hasta ahora Sapag ha demostrado que la prudencia es buena consejera. Prueba de ello es su contundente triunfo en la interna, alcanzado sin pelearse abiertamente con el gobernador a pesar del ostensible intento de éste de rebajar al máximo sus posibilidades. Sobisch, en cambio, ha demostrado a lo largo de los años que lo que realmente le preocupa no es la gente, ni el partido, ni la provincia, ni el país, sino sólo y exclusivamente él mismo. Es, en verdad, temerario, y cuando se siente acorralado aún más (así lo demostró en el '95, cuando tras perder la interna con Felipe Sapag se lanzó a un gasto desenfrenado para condicionar la futura gestión de su adversario; o en el 2003, cuando ante el bochorno de las cámaras ocultas pretendió pasar de denunciado a denunciante).

Quien conoce de sobra la sorda puja interna que vive el MPN es Horacio Quiroga. No por nada cada vez que tiene la oportunidad el candidato de la Concertación se ocupa de afirmar que existen dos propuestas concretas: la del candidato del MPN, que lleva de aspirante presidencial a Sobisch y la del hombre de la Concertación, que es él mismo y que lleva como nave insignia a Néstor Kirchner.

El líder del radicalismo tampoco ignora otros flancos de su adversario, como esa arma de doble filo que es el apellido Sapag, asociado como está por un lado a la labor pionera del partido provincial en un territorio donde todo estaba por hacerse, pero por el otro al más crudo nepotismo de cuño autoritario. Sin embargo, Quiroga se cuida muy bien de descender a recursos tan pedestres y prefiere que otros lo hagan a su lado.

Aunque también Salvatori agitó la amenaza de un gobierno lleno de apellidos Sapag, no es del todo certero que eso vaya a ocurrir. Luz Sapag tiene un lugar ganado en la política neuquina y su eventual retorno como intendenta de San Martín guarda más relación con los errores del PJ que con un supuesto designio familiar. Aunque de todos modos vale la advertencia, porque con los clanes nunca se sabe, lo cierto es que la propia Constitución provincial impide llenar de parientes el gabinete, como recordó el propio Jorge Sapag.

Pero sin perjuicio de los muchos flancos que ofrece el oficialismo, Quiroga tampoco lleva todas las de ganar. Debe lidiar con el lastre de ser radical entre peronistas y, para colmo de males, su jugada de apresurar los tiempos para cortarle al kirchnerismo duro liderado por Podestá la posibilidad de crecer a expensas suyas, alcanzó esta semana un límite concreto. El líder del Frente Grande se plantó. Dijo que, en los términos en que está esbozada, la Concertación no le interesa porque allí todas las candidaturas están decididas, para empezar la de Quiroga, que sigue sin gustarle nada, y además no existe un programa de fondo sino un mero acuerdo electoral. "Quiroga no es el candidato de Kirchner sino el de Parrilli", tensó las cosas al máximo, para justificar su existencia a la izquierda del espacio que nuclea el presidente.

La respuesta no se hizo esperar y vino de muy arriba. El titular del PJ, Luis Sagaseta, quien ya había advertido que "dividir por tres es funcional al MPN", fue quien hizo de portavoz: que el ala izquierda se quede adentro, cuando llegue el momento hacemos internas abiertas y santas pascuas, dijo, palabra más palabra menos.

No se conocía hasta ayer la respuesta de la entente Frente Grande-Libres del Sur-MID-rebeldes del Pejota. Tampoco qué hará Quiroga, porque se sabe que la idea no lo seduce. En eso estaba la oposición en vísperas de Año Nuevo. Un año que promete ser recontraelectoral, por supuesto.

HECTOR MAURIÑO

vasco@rionegro.com.ar


 
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