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Martes 26 de Diciembre de 2006
 
Edicion impresa pag. 23 > Internacionales
Un país destruido por la guerra civil

Somalia está otra vez en guerra. El Ejército de Etiopía lucha abiertamente junto al débil gobierno de transición somalí contra las milicias islamistas que quieren imponer un Estado teocrático en una "Gran Somalia".

Etiopía, principal aliado de Estados Unidos en el "Cuerno de Africa", envió tropas para luchar contra las milicias de los Tribunales Islámicos (UIC) de Somalia aduciendo que el ascenso al poder de un movimiento radical en el país vecino constituiría una amenaza para su seguridad. Las autoridades etíopes dicen que los islámicos "apoyan y arman a opositores políticos, separatistas etíopes que amenazan a nuestro país" .

Pero sus palabras no encontraron mucho eco entre la población somalí, que ve a los islamistas como una garantía de estabilidad tras años de caos y anarquía, aun cuando objeten medidas como la prohibición del cine en Mogadiscio.

Esto les parece poco ante la arbitrariedad de los señores de la guerra y otros líderes tribales.

Desde que los islamistas entraron en junio en Mogadiscio, tras ganar varias ciudades, por primera vez en años mejoró la seguridad y las calles estaban más limpias. El objetivo final de la guerrilla, según su líder máximo, el jeque Hassan Dahir Awey, es una "Gran Somalia", un Estado islámico que también aglutine regiones de países vecinos habitadas por somalíes étnicos como Kenia y Etiopía "y darles la posibilidad de vivir en libertad", dice Awey, que cuenta con el apoyo de armas de Eritrea, archienemigo de Etiopía. Etiopía y Somalia ya se enfrentaron en 1997.

 

Historia caótica

 

Difícilmente se puede considerar a Somalia, antigua colonia británica e italiana como un Estado, desgarrada en luchas de múltiples clanes.

Las matanzas, los saqueos y la miseria extrema forman parte del paisaje habitual somalí.

Somalia logró su independencia en 1960 y tuvo un sistema democrático hasta que, en 1969, un golpe dirigido por Siad Barre instaló un régimen militar. En 1990, Barre inició una apertura con una constitución que autorizaba el multipartidismo, pero un año después una insurrección derrocó su gobierno causando 300.000 muertos. Ese fue el principio del caos en el país, donde los clanes libran una guerra de todos contra todos para llegar al poder, mientras su población sufre hambrunas colosales. (AFP/DPA/ "El Mundo")

 
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