Los presagios que se habían generado alrededor del Argentino B se cumplieron todos. Los buenos y los malos. La pasión y el color volvieron a copar las canchas de la región, pero todo se empañó con el accionar de los violentos.
La competencia directa entre los equipos más importantes de la región hizo que se generara una expectativa enorme en todas las ciudades, que derivó en que haya mucha gente en todos los partidos. Paralelamente, el lado violento de la rivalidad entre las hinchadas fue creciendo a medida que transcurrió el torneo.
La presencia de Cipolletti, el equipo que históricamente había estado en categorías superiores, incentivó al resto y se volvieron a vivir clásicos históricos que hacía años que no se jugaban.
Pero así como la expectativa derivó en una mayor afluencia de gente, también desnudó falencias organizativas y en los mismo estadios que se convirtieron en la génesis de muchos de los conflictos desatados a lo largo de todo el certamen.
Claro que los 'hinchas' se llevaron gran parte de la responsabilidad por los hechos de violencia. Y en ese rubro hubo representantes de todos los equipos, porque los incidentes se repitieron entre casi todos los rivales. Hubo disturbios en Independiente-Cipolletti; Roca-Cipolletti; Roca-Cruz del Sur; Cruz del Sur-Independiente y Alianza-Cipolletti.
Pero no fueron todas pálidas porque también hubo fútbol, emociones, alegrías, tristezas y duelos 'verbales' de hinchadas que hicieron recordar épocas pasadas. Eso deja ver que la pasión está, que la gente está ávida por ver fútbol zonal, que los protagonistas se brindan por los espectáculos.
Los que no quieren al fútbol deberán replantearse cosas, y los encargados de erradicar la violencia deberán tratar de no claudicar en esa lucha, para que el fútbol regional siga vivo.
JOAQUIN PERALTA
jperalta@rionegro.com.ar