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Viernes 22 de Diciembre de 2006
 
Edicion impresa pag. 24 y 25 >
Los hijos de la prisión brasileña
A mediados del presente año se hizo visible uno de los fenómenos sociales más llamativos de los últimos doce meses. Se trata del llamado Primer Comando de la Capital (PCC), en Sao Paulo, Brasil.

Dicho grupo de acción produjo en pocos días el incendio de más de cien ómnibus y decenas de casas bancarias, así como más de un centenar de muertos. Todo ello en el seno de la más grande ciudad brasileña y a la sombra de una realidad penitenciaria cuyas estadísticas realmente asustan.

El PCC surgió en agosto de 1993 en la prisión Casa de Custodia de Taubate, con el objetivo de "combatir la opresión dentro del sistema penitenciario". Había entonces un hecho que justificaba esa intención: la muerte de 111 presos, el 2 de octubre de 1992, en la cárcel de Carandirú.

En la actualidad, el PCC cuenta con casi 800 reclusos, más de 100.000 simpatizantes en las cárceles y de 8 a 10.000 afiliados en la calle. En la cúspide de la organización se encuentran los denominados Torres, seis personas subordinadas a Marcola, su jefe, que forman parte de la dirección del PCC.

Sus instrucciones son transmitidas a los pilotos, ubicados tanto en el interior como en el exterior de las cárceles, que a su vez las replican a los soldados, encargados de ejecutarlas. Con este sistema, el PCC se ha mostrado capaz de coordinar ataques en masa contra comisarías de policía o decenas de motines por todo el Estado.

El presupuesto que posee la organización se calcula en 40 millones de euros y es el resultado de su exitosa inserción en el mercado de la droga. Dinero con el cual otorga asistencia jurídica a los reclusos, compra equipos de televisión para las cárceles e incluso paga estudios universitarios para generar sus propios equipos de abogados.

Su jefe es Marcos William Herbas Camacho, alias "Marcola", un emblemático personaje de origen humilde, de 39 años, de los cuales ha pasado más de la mitad de su vida en prisión. Actualmente cumple una pena de 44 años por el asalto a un banco.

Algunos medios brasileños sostienen que terminó sus estudios primarios y secundarios entre las rejas y que igual cosa efectuó con dos carreras universitarias. A punto tal de jactarse de haber leído alrededor de 3.000 libros, entre cuyos preferidos se encuentran "El arte de la guerra" de Sun Tzú y la "Divina comedia" de Dante Alighieri.

Fue justamente Marcola quien el 23 de mayo de este año concedió una entrevista al diario "O Globo", la que luego, una vez publicada, causó una rápida y generalizada conmoción. Durante su transcurso el entrevistado se presenta a sí mismo y a su grupo como una señal de estos tiempos que corren, marcados por violencias asimétricamente distribuidas a lo largo de la sociedad.

Sin ingenuidad y con un realismo que asombra, Marcola afirma que no hay solución visible en el escenario social brasileño. "Somos el inicio tardío de vuestra conciencia social... No hay solución. La propia idea de solución ya es un error. ¿Ya vio el tamaño de las 560 villas miseria de Río? ¿Ya anduvo en helicóptero por sobre la periferia de Sao Paulo?"

Desde la prisión no se priva de formular diagnósticos y proponer salidas. "... Sólo la habría con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un gobernante de alto nivel, una inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación, urbanización general y todo tendría que ser bajo la batuta casi de una tiranía esclarecida que saltase por sobre la parálisis burocrática secular, que pasase por encima del Legislativo cómplice y del Judicial que impide puniciones".

Según Marcola, tal salida costaría billones de dólares e implicaría una mudanza psicosocial profunda en la estructura política del país. De modo que, concluye, no hay solución política para un drama que abraza a los sin techo, a los desplazados del mundo laboral y a los presos que se amontonan por millares en las prisiones-tortura.

La vía de acción, a su criterio, es la lucha armada. A punto tal de considerar que "... no hay más proletarios, infelices o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad...".

Y para que no quepan dudas acerca de su identidad, se exhibe a sí mismo y al grupo que comanda como "hombres-bombas" dispersos por miles en las villas y en la ciudad. Soldados a los que define "como extrañas anomalías del desarrollo torcido de este país... hongos de un gran error sucio... una mutación de la especie social". Hijos, todos ellos, de una pos-miseria que genera una nueva cultura asesina, ayudada por satélites, celulares, internet y armas modernas.

El PCC, en efecto, es un fiel producto de la endémica iniquidad brasileña, la que ha llevado al historiador Eric Hobsbawm a decir que el Brasil es el campeón mundial de las asimetrías sociales. Pero también resultado de una afincada corrupción que azota la estructura política y económica del país, a punto tal de ceder y permitir el avance de una organización criminal tan peculiar.

No es un dato menor, además, que su lugar de nacimiento y centro de gravedad sean los espacios carcelarios. Prodigando la crueldad que efectivamente prodigan y siendo tan altas las cuotas de inhumanidad que pagan los reclusos allí alojados, resulta esperable que la arcilla que cohesiona a la organización sean el caos y la rebelión organizada.

 

 

MARTIN LOZADA (Juez de Instrucción y profesor de Derecho Internacional Universidad FASTA, Bariloche)

Especial para "Río Negro"

 
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