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Domingo 17 de Diciembre de 2006
 
Edicion impresa pag. 53 > Cultura y Espectaculos
LA PEÑA: Un sitio bien ganado

Llegar al escenario mayor, al imaginario escenario mayor donde sólo hay unos pocos, cuesta una enormidad. Pero cuesta mucho más si se es mujer.

A Tamara Castro le costó y le estaba costando, pero había hecho el camino suficiente como para quedarse. Para este verano estaba prevista su participación nada menos que en Viña del Mar, en Cosquín y en una larga lista de festivales donde era uno de los números importantes.

Es que Tamara Castro fue importante para el folclore, tal vez no se lo aprecie hoy, pero fue importante porque se diferenció de todas y no fue igual a nadie en el género.

Tal vez se la pueda comparar en cuanto a la huella que dejó, pero no en cuanto al estilo, porque fue diferente al resto, porque innovó, porque se ganó un espacio a fuerza de trabajo, de una voz privilegiada, de letras diferentes y de una delicada selección de temas. Es que no era de subir a un escenario a cantar sólo zambas y chacareras que todos cantan, esas que tienen aplauso garantizado. Se animaba a presentar temas diferentes que de a poco fueran pegando en la gente. Y se puede decir que lo logró con creces, porque impuso temas que tal vez en esta parte del país no tuvieron tanta difusión, pero sí de Córdoba o Buenos Aires hacia el norte.

Fue una buena folclorista, no pasó inadvertida, casi pasó su vida con esta música, se instaló en el mercado con las dificultades de todos, pero más aún por ser mujer y por las barreras que el mismo género les pone, pero fue tan trascendente lo suyo que por lo menos desde el boom de Los Nocheros, Soledad, Luciano Pereyra, Tamara Castro está en primer plano y no se bajó nunca, salvo cuando se tomó cortos tiempos para ser mamá.

En 1999, luego de "Pasiones", editó su disco "Revelaciones", al que siguieron "Resplandor" (2000), "Lo mejor de mí" (2002), "Endechas" (2004) y "La Patria digna" (2005).

Vale la pena escucharlos, porque pasarán a ser parte de la colección de folclore, porque Tamara Castro es una de las pocas folcloristas que no hizo tanto ruido en los medios, pero sí lo hizo en los escenarios, porque cantó de corazón, como ella decía y a cada tema le ponía el alma, porque con cada tema iba un poco de ella para un público grande, numeroso, no masivo, pero bastante selecto.

No necesitó de ponchos ni de agregados para hacer su show, porque en realidad el show era su propia música, su voz, era cantar. Y vaya si le dedicó su vida a la música, porque de 34 años que tenía, por lo menos 20 los pasó de escenario en escenario.

Tamara Castro no tenía demasiado afecto por cantar en los teatros ni por las presentaciones en sitios donde el mismo escenario pone una barrera con la gente. Prefería las peñas, desde las escolares hasta las tan famosas de Cosquín, no dejó de ir a los clubes ni a los festivales de mayor o menor envergadura. Y no voy a decir la desgastada frase "murió en su ley", pero murió cuando iba a un festival en Chivilcoy, en medio de una larga gira.

Si no la conoció en vida, su música podrá escucharla por siempre, hay temas que sus seguidores llevan bien incorporados como "Qué saben ellos", "Aguante Barrio" o "Madre"

Es que justamente este es el costado más lindo de la música, que perdura más allá de quien la haya instalado, más allá de la voz que haya consagrado un tema, más alla de la vida. Porque Tamara Castro murió, pero lo que hizo por el folclore estará siempre vigente.

Tamara Castro no fue como una o como otra, fue nada más que ella, con identidad para ganarse un lugar en el folclore para siempre.

 

JORGE VERGARA

jvergara@rionegro.com.ar

 
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