Domingo 10 de Diciembre de 2006 Edicion impresa pag. 38 > Sociedad
ENTREVISTA EXPRES: Marcelo Figueras, escritor, periodista, cineasta: "El sexo puede ser seguro, pero la vida nunca"

- ¿Ha escrito una línea luego de la cual haya dicho: "... Y sí, esto es lo mejor que he escrito"?

- Parafraseando al Cortázar de 'El perseguidor', mi mejor frase es una que estoy escribiendo mañana.

- ¿Recuerda quién quería ser adulto cuando niño?

- Quería ser el rey Arturo y John Lennon, quería ser Robin Hood y Orson Welles, quería ser James Bond y San Francisco de Asís, quería ser Batman y también Hamlet. Pero me conformaba con ser como mi abuelo. El gordo fumaba habanos y disfrutaba de la vida como loco; reía y lloraba con facilidad sobrenatural y era amado por propios y extraños: todo un programa de vida, aun en estos tiempos enemigos del tabaco.

- Lo imagino como un hombre de gustos refinados.

- El refinamiento es una medida relativa, que tan sólo califica por comparación. Imagino que mis gustos son más refinados que los del 'Burrito' Ortega, pero menos que los de Alan Pauls y estoy muy contento de que así sea.

- ¿Lee "The New York Times" por las mañanas?

- Siempre. Lo que busco es la sección de artes y espectáculos y también la de libros, pero paso primero por la portada. De vez en cuando me río del último chiste involuntario de Bush. Y casi siempre me amargo con sus nuevos crímenes, éstos sí totalmente voluntarios.

- Su primer libro "El muchacho peronista" me hizo pensar en Roberto Arlt. ¿Qué lo llevó a escribir esa novela?

- El mismo deseo que impulsaba al niño protagonista, Roberto Hilaire Calabert, a fugar de su casa: la necesidad de cortar lazos asfixiantes y de vivir una aventura, o sea, en resumidas cuentas, de empezar a vivir.

- Lo recuerdo sonriendo, apoyado en una pared, durante el transcurso de una conferencia de Mickey Rourke en la Argentina (su primera y última visita). ¿Me dice algo acerca de este actor que alguna vez fue comparado con Marlon Brando?

- No recuerdo nada de lo que hablamos durante la entrevista que me concedió, pero recuerdo que cuando terminó me invitó a tomar una copa. Del resto tampoco recuerdo mucho, porque la copa por supuesto no fue una. Me gustan los artistas que resultan todavía más apasionados cuando se apaga el grabador o la cámara. Mickey Rourke es de los que prefieren vivir a actuar, y pagó un precio caro por ello. Pero a no darlo por terminado: en los últimos años actuó muy bien en películas como Sin City y Domino y tiene varias más en gateras. Nada aman más en Hollywood que las resurrecciones...

- ¿Qué es too much para usted?

- El egoísmo ciego es too much. La fantasía de que uno puede salvarse solo es too much. La idea de que el otro no es una posibilidad sino una amenaza es too much. Y Angelina Jolie también, aunque por otras razones.

- ¿Lo ha abofeteado una mujer despechada?

- Nunca.

- ¿Y un marido celoso?

- Tampoco. Ya cometí suficientes errores por propia iniciativa. La idea de incitar a una mujer casada a cometerlos no me atrae en lo más mínimo.

- ¿Me cuenta las sensaciones del día del estreno de una película en la cual usted participó?

- De alguna manera velo las armas, para que mis sentidos estén alertas y perciban la reacción del público durante la proyección. Cuando ríen donde yo soñaba que riesen y se emocionan donde me emocioné al escribir, siento que toco el cielo con las manos.

- He leído que su novela "El espía del tiempo" ha sido traducida al francés. Sin embargo, lo primero que pensé después de terminarla fue que si se tratara de una novela escrita en inglés o para el mercado norteamericano, se convertiría en un best seller. De los buenos. ¿Se ha imaginado como un boom de ventas?

- Yo no creo en los que dicen escribir tan sólo para sí mismos. Nadie escribe una historia para guardársela, uno construye ficciones como el ingeniero tiende puentes, con la intención de llegar al otro lado. Y si además uno escribe desde el corazón, la escritura se convierte en un acto de amor. Todo acto de amor que se queda en uno mismo resulta trunco, es pura masturbación. ¿Cómo no voy a soñar, pues, con que mucha gente me lea?

- ¿Qué es el fracaso?

- La imposibilidad de conectar con el otro.

- ¿Le tienta la fotografía?

- Tan sólo en la medida en que forma parte del ADN del cine.

- ¿A quién extraña y tiene cerca?

- A mis abuelos y a mi madre, a mi

madrina. Son mis ángeles guardianes.

- ¿Entiende las razones de Caín?

- No sería humano si no las comprendiese. Cada uno de nosotros tiene un Caín dentro suyo, el desafío es ser fiel a la parte de Abel que también existe, aunque creamos haberla asesinado.

- ¿Quién lo quiere y lo entiende?

- Mi mujer. Lo cual sugiere que posee un entendimiento amplio, casi digno de un lama.

- He leído por ahí que usted marca una suerte de frontera entre su última novela "La batalla del calentamiento" y las anteriores. Sin embargo, encuentro que en las últimas obras suyas hay personajes de grandes proporciones, casi poderosos pero al mismo tiempo frágiles. En algún punto, ¿no ve usted un puente entre los personajes de sus libros?

- No debería creer todo lo que encuentra escrito. La frontera, en todo caso, la marcó mi novela anterior, Kamchatka. Ahí encontré algo parecido a mi propia voz, lo cual hizo posible que al fin escribiese "La batalla del calentamiento" después de haber tenido arrumbada la historia durante diez años. La relación entre vida y tiempo es tan extraña como sugerente: uno nunca logra hacer nada ni medio segundo antes del momento indicado.

- ¿Le preocupa el futuro?

- Claro. Es la patria de mis hijas y de todos los niños del mundo. Nada me preocupa más que su bienestar. Daría cualquier cosa con tal de que no hubiese ni un solo chico hambriento en la Argentina.

- ¿Qué es la Patagonia?

- Ojalá no sea un pullover marca Benetton. Preferiría pensar que todavía es una posibilidad.

- ¿A quién le habla en susurros?

- A mí mismo, cuando me pongo melodramático en exceso. Mi voz susurrante me recuerda que estoy más cerca del ridículo que de la tragedia.

- ¿Comparte los miedos de Steven Spielberg?

- Uno en especial: que nuestra intolerancia sea más fuerte que nuestro corazón.

- ¿Sabe de conversaciones eternas?

- ¿De esas que duran más allá de la madrugada sin que uno se dé cuenta? Por supuesto. Son la sal de la vida.

- ¿Ha jurado venganza?

- No en vano leí tantas veces "El conde de Montecristo" (me refiero al de verdad, no al culebrón.) Pero nunca paso a mayores, porque el mundo ya es bastante brutal sin que yo lo ayude a superarse en la materia. Mi lema es simple: imaginación o violencia.

- ¿Escribe de madrugada?

- Jamás. La madrugada está hecha para cosas que no postergaría por culpa de la computadora.

- ¿Se ha proclamado rey de algún territorio?

- Trato de ser soberano de mi alma, y con eso ya tengo bastante.

- ¿Tiene poderes sobrenaturales?

- A veces me asalta la sospecha de que este mundo se parece demasiado a la urdimbre de una buena ficción, y me pregunto si no estaré viviendo en un universo de mi propia invención, una suerte de Matrix en porción individual. Y siempre que lo estoy pensando me trago una puerta o me martillo el dedo. Lo cual me convence de que no soy yo quien escribe lo que ocurre o bien de que tengo un sentido del humor perverso.

- ¿Existe algún bolero que acompañe sus horas tristes?

- No, pero sí algunas canciones. Mi favorita es el Aleluya de Leonard Cohen en la versión de Jeff Buckley, porque me hace llorar y me transporta de inmediato al otro lado: cuando termina de sonar me siento feliz, indefectiblemente.

- ¿Va por la vereda salvaje de la vida?

- Me relaciono con la vida como los surfers con las olas: sé que cualquiera que se oponga a su poder salvaje terminará ahogado, por eso me esfuerzo en conservar el equilibrio. (Lo cual, por supuesto, no impide que me pegue porrazos de tanto en tanto.) Pero la seguridad no me obsesiona, porque se trata de una quimera. El sexo puede ser seguro, pero la vida nunca.

 

CLAUDIO ANDRADE

candrade@rionegro.com.ar

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