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Domingo 10 de Diciembre de 2006
 
Edicion impresa pag. 51 > Cultura y Espectaculos
LA PEÑA: Genial y humilde

Encontré tres definiciones que más allá de estar o no de acuerdo, me parecieron perfectas: una la define como la bebida nacional, la otra sostiene que es un refresco genial y humilde y la tercera concluye que de dos cosas buenas salió una mala.

Y estoy hablando del vino con soda, esa genial idea que de sólo imaginarla se asocia con una picadita a media mañana o a media tarde y que para los días de calor resulta irreemplazable.

Esto, claro, sin afectar en lo más mínimo el buen vino que se consume sin soda y sin hielo, pero que en todo caso es muy diferente a esta costumbre del vino con soda, que no alcancé a descubrir quién inventó.

Lo único que pude averiguar es que las dos cosas son muy antiguas, tanto el vino como la soda, pero esa mezcla de agua con gas con vino no tiene dueño aparentemente. Ocurre que estoy hablando de vino con soda, no de vino con las modernas aguas gasificadas. Es que el incomparable sifón le da un toque especial, que tampoco tiene estrato social a la hora del consumo, aunque es más coqueto pedir agua con gas que soda.

Lo cierto es que este genial invento, bien puede ser la bebida nacional por excelencia, por qué no, si los vinos de mesa en la Argentina están instalados desde siempre y la soda en el país está desde comienzos del siglo pasado y las dos cosas surgieron de orígenes diferentes. No se habla de vino con soda en otros países, al menos no que yo haya podido descubrir.

La soda es según las estadísticas, la bebida más consumida en la Argentina, por encima de las gaseosas, jugos, cervezas o vinos y si bien el consumo de vinos de mesa bajó en el país, hay reservas o finos de escala intermedia que rápidamente los suplieron para tomarlos con soda.

Dicen los proveedores que en los bares, que dicho sea de paso cada vez hay menos, es la bebida más vendida, y un dato llamativo es que no tiene horario. Un propietario de un bar de Roca confesó que muy temprano a la mañana hay obreros que antes de ir a su trabajo pasan por el lugar y toman un vasito de vino con soda, que bien define como "a la ligera", porque tiene bastante soda y se toma en un par de minutos. En ese caso el vino es de damajuanas.

A la vuelta del trabajo, después del mediodía, se repite la rutina, sólo que el vino tiene menos soda y se suele acompañar con un platito de queso mantecoso cortado.

De las definiciones del principio, creo que es un genial refresco y que bien podría ser la bebida nacional, es atendible la tercera definición, eso de que de dos cosas buenas salió una mala. Del vino y la soda que cada uno por su lado son buenos, salió el vino con soda que para muchos es directamente una gronchada.

Así me dijeron varias personas cuando les pregunté si tomaban vino con soda. Ocurre que de esas varias hay algunas que sí lo consumen pero no se animan a decirlo porque no es un vaso o una bebida distinguida.

Estas cosas son las que uno intenta definir de algún modo, porque es tan argentino tomar vino con soda, como el dulce de leche, como ir a nuestros propios espectáculos deportivos (sin violencia, eso sí), porque tienen el toque particular del argentino.

No importa quién lo inventó, en todo caso importa que es un refresco genial y modesto, que está al alcance de todos y que está instalado entre las cosas más entrañables en esta Argentina. Salud por el vino con soda, salud por la costumbre y porque forme parte, a pesar de la modernidad, de la mesa de miles de argentinos.

 

JORGE VERGARA

jvergara@rionegro.com.ar

 
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