Jueves 07 de Diciembre de 2006 Edicion impresa pag. 75 > Cultura y Espectaculos
"La Puñalada", un feliz encuentro

El sábado pasado en Casa de la Cultura de Roca se presenció el resultado del encuentro entre una coreógrafa y teórica de la danza, de trayectoria internacional Susana Tambutti y un multifacético artista rionegrino Rubén Neira.

Feliz encuentro digo porque el intérprete pudo apropiarse de la obra, la coreógrafa se lo permitió, y el público entonces estalló en un aplauso conmovedor. Qué más queremos... la magia se produjo.

Contar sobre un hecho artístico, lejos está de hacer un crítica, no es mi oficio el de comentarista. Pero si puedo compartir mi apreciación sobre "La Puñalada". Y para ello es bueno saber de su gestación, ya que no nació por generación espontánea; hubo primero una idea original, la de trabajar con un objeto rectangular, esto desencadenó otras ideas, que fueron enriqueciendo el proceso creativo: un elemento blando, un capote, un sombrero, la renguera, distintas formas de caminar, una misma persona caminando distinto, la dualidad. Todas las dualidades: tragedia-comedia; hombre-mujer; asesino-víctima; sometedor-sometido.

Y todos los personajes que conviven en una misma persona, confundiendo a veces al creador con la criatura.

Estas ideas se prueban, van tomando cuerpo y movimiento en ese proceso de asociaciones, donde aparecen como referentes, entre otros, la obra de Pirandello "Seis personajes en busca de un autor" y la versión de Paul Taylor de "La consagración de la primavera" . Se van acercando los temas musicales, uno trae al otro, porque van teniendo un denominador común que es la sonoridad rioplatense: "La Puñalada", milonga de Pintín Castellanos; "La novia" de Antonio Prieto; "Quizá, quizá" por Nat King Cole, "Fiorin Fiorello" y "La Romanina" (canzonettas italianas)

Y en el final del camino nos encontramos con una obra de danza teatro, con un lugar importante para la narrativa, un trabajo de composición de personajes con un espacio preponderante para la gestualidad, el empleo de los objetos y la voz en escena, empleada para acentuar los movimientos. La compaginación sonora (realizada por Aníbal Zorrilla) también tiene características de guión que acompaña el relato.

De la interpretación, podemos decir que Neira ha hecho un trabajo impecable. Todo su despliegue escénico parece un mecanismo de relojería. Se puede observar un estudio minucioso de cada movimiento, de cada manipulación de objetos, de cada gesto por más mínimo que fuera. Precisión, seguridad, foco, dominio del espacio, energía justa.

Falta decir sobre el trabajo expresivo, tan complejo como logrado. Complejo porque mantener un solo durante 40 donde se debe trabajar con los tiempos de la música, los sonidos en perfecta sincronización con los movimientos y al mismo tiempo dominar una cantidad enorme de objetos y vestuario (todos importantes, y tratados con el mayor de los cuidados), accionar con la disociación, donde un solo cuerpo partido en dos debe resolver los conflictos de dos cuerpos y lograr generar sorpresa, magia y transformación, sólo es posible con un trabajo riguroso y con una capacidad especial.

Esto hubiera sido difícil de lograr sin la destacable asistencia de Nora Costanzo, trabajo fundamental a la hora de poner en escena un solo en soledad. Esa "mirada" del asistente (a veces poco reconocida), su opinión, el aporte desde un lugar de saber, se ve indiscutiblemente reflejada en este trabajo. Donde tampoco debemos olvidar la realización del vestuario y de los objetos, que especialmente en esta obra tienen un papel protagónico y estuvieron a cargo de Fabiana Delgado.

Sin dejar de mencionar el trabajo de José Ducca, un excelente técnico en iluminación que supo interpretar la necesidad de generar los climas adecuados, trabajados dentro del mismo encuadre que toda la obra: la precisión, la luz justa en el momento justo.

Para concluir, estamos frente a una obra consistente, con humor, con una amplia capacidad de evocación basada en una extrema rigurosidad en la composición, con un gran componente emotivo, con un tratamiento de la imagen muy elaborado y con una audacia enorme en el trabajo expresivo, donde los movimientos danzados están supeditados a la intención narrativa. Y en este punto quizá vale preguntarnos, sobre cierto aspecto de esta construcción, el que tiene que ver con los movimientos más "sueltos" de la coreografía, los que quizá por su estereotipo o cierto apego al paso típico de la danza, se muestren como fuera o caídos de la integralidad del discurso coreográfico.

Y volviendo al feliz encuentro, pienso que éste no se hubiera producido si Rubén Neira, actor, bailarín y cantante, formado en Río Negro y Neuquén, no fuera un artista empecinado, apasionado, perfeccionista e inteligente, que se propuso realizar un sueño y lo consiguió, con un esfuerzo y una convicción que pocos tienen.

Y si no hubiera existido del otro lado de esta historia una coreógrafa generosa, hoy por hoy una de las referentes fundantes de la danza contemporánea de nuestro país, convocada desde distintos lugares del mundo para llevar su saber, que quiere, que está interesada también en trabajar hacia adentro, colaborando en el desarrollo de este arte que en la Patagonia todavía está naciendo.

MARIANA SIROTE

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