La colonia de loros barranqueros de El Cóndor, considerada la más grande del mundo, está en peligro por la pérdida de vegetación, las construcciones cercanas, los incendios provocados en campos y otras presiones provocada por la gente. Ese es el crudo diagnóstico que trazó el ornitólogo argentino Juan Masello (37), oriundo de Sarandí, provincia de Buenos Aires, que estudió Biología en la Universidad de Buenos Aires y se doctoró en Berlín con una tesis sobre la ecología del comportamiento del loro barranquero. El especialista ha publicado decenas de artículos científicos en revistas internacionales y ocupa plaza de investigador en el Instituto Max Planck de Ornitología. Actualmente reside en Radolfzell, Alemania, y viaja cada año a Argentina para estudiar a los loros de El Cóndor, a 30 kms de Viedma.
"El número de amenazas es grande, y algunas son difíciles de controlar. La principal es la pérdida de vegetación natural", señaló a la agencia de noticias ADN. Masello observa que el porcentaje anual de aparición de claros en la vegetación nativa se ha estimado en un 3,7 % y que, además, grandes sectores de las estepas se queman cada año, supuestamente para proteger a las viviendas de los incendios naturales.
"A lo alto del acantilado que contiene la colonia de loros barranqueros se aclara la vegetación natural con maquinaria pesada para proteger los tendidos eléctricos de incendios naturales. Esto, combinado con la quema de los márgenes de la carretera a lo
largo del acantilado, da lugar a una mayor erosión en algunas zonas y supone una seria amenaza para la estabilidad de partes del acantilado que contiene la colonia", dice Masello.
Observa también que la colonia en sí misma se ha visto gravemente amenazada durante los últimos 25 años por una serie de agresiones. "Los loros han sido envenenados en un intento de reducir su número. Una sección de la colonia se dinamitó para permitir la construcción de un paso de peatones y un acceso de coches bajo el acantilado. Los coches producen molestias y erosión a lo largo de la playa bajo el acantilado".
Asegura que la captura para el comercio de mascotas ha sido intensa y que algunos turistas continúan disparando a los loros adultos mientras otros traen comida a los pichones. "La expansión del pueblo ha dado lugar a la existencia de edificios cercanos a menos de 30 metros de los primeros nidos. La extracción comercial de arena y la actividad de parapente en algunos años, causa más molestias".
En un reportaje que ofreció a periodistas europeos, consultado acerca de sí se salvará la colonia, dijo: "Aún necesitamos que sea protegida legalmente. Hay una ley de costas y unas regulaciones sobre el terreno público que ofrecen cierta contención frente a algunos peligros, pero lo que estamos tratando de conseguir es que sea declarada reserva natural. El proyecto para ello está ya en manos de las autoridades de Río Negro, y esperamos que salga adelante".