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Domingo 26 de Noviembre de 2006
 
Edicion impresa pag. 42 > Sociedad
HISTORIAS PATAGÓNICAS: Memoria sureña del general que murió al amanecer
La gira patagónica del militar norteamericano John J. Pershing culminó con un brindis en el palacio municipal de Patagones, donde el viajero confesó "la impresión imborrable" que guardaría del panorama andino, seguramente hasta su última hora.
Nota de "La Nación" del 18 de enero de 1925, en espera del general Pershing y con noticias de su paso por Viedma y Patagones.
Nota de "La Nación" del 18 de enero de 1925, en espera del general Pershing y con noticias de su paso por Viedma y Patagones.
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A las 13 y 30 del jueves 15 de enero de 1925 desde la esquina de Mitre y Villegas de San Carlos de Bariloche, partió la caravana de automóviles enviados por la Dirección de Ferrocarriles del Estado. Los rodados pusieron rumbo a la punta de rieles en Comallo a un centenar de kilómetros de camino tortuoso y a 559 de red ferrovial medida desde San Antonio. Llevaban al ex comandante del ejército de los Estados Unidos, general John J. Pershing en un traqueteo que también soportó su nutrida comitiva de uniformados encabezados por el almirante Dayton. En ese tramo los acompañó el comisario de Bariloche Olegario Méndez.

De notoriedad mundial -y secreta adhesión a la masonería-, Pershing venía de dos jornadas en Nahuel Huapi a la que había arribado desde Chile en gira sudamericana.

Trepó al tren especial al atardecer del jueves 15 pero se ignora cómo soportó ese viaje ferroviario. Se deduce que cenó y durmió en el coche especial de la formación inmóvil. Las pitadas de partida recién se escucharon a las 4 de la madrugada del viernes 16. El largo trayecto bastaba para recapitular las últimas semanas sudamericanas, un alborotado compendio de emociones e imágenes cambiantes a través de Perú, Bolivia y Chile.

La gira había comenzado con la navegación del Pacífico en el acorazado Utah que atracó en El Callao a fines de 1924 y el general arrancó el Año Nuevo en tierra peruana (era delegado del presidente Coolidge en el conflicto de Perú con Chile). Pronto demostró que, a los 65 años, Pershing mantenía una salud envidiable. Viajó al Cuzco y presenció la histórica y tradicional representación de la batalla de Sacsayhuaman en la que se evoca cómo se defendió esa fortaleza inca contra el

ataque de las legiones coloniales. Pero en esas alturas "no sufrió el soroche", dijo La Prensa del domingo 4 de enero, refiriéndose a la vulgar "puna" que sufren quienes viven a poca altitud y no hacen una aclimatación previa. De hecho, el vigor de Pershing también campeó por la calles de La Paz, que los viajeros experimentados consideran la capital del soroche.

 

Del Mapocho al río Negro

 

La gira careció de descanso y abundó en cambios de último momento despistando a los responsables de cada protocolo. A primera hora del miércoles 7 de enero, por ejemplo, el Utah había anclado lejos de la rada de Valparaíso.

Cuando a mediodía se despejó la neblina, el general desembarcó, recibió la bienvenida, trepó por los ascensores de los morros costeros y con el tren expreso a Santiago llegó a las 20 a la estación Mapocho de la capital chilena.

En este otro tren que lo sacudía por la trocha de la hoy llama "línea Sur" rionegrina, llegaría de Viedma para cruzar en lancha a Patagones y trepar y abordar el tren británico a Constitución. No estaba para nada viejo e ignoraba, claro, que viviría hasta los 88 años.

Curiosamente, mientras una semana antes Pershing estaba en Santiago de Chile, La Prensa de Buenos Aires publicó las objeciones que el ministro de Marina hizo a su igual de Obras Públicas por los defectos que encontró en el proyecto del puente ferrovial que se intentaba construir por sobre el río Negro para unir los rieles de ambas orillas y unificar el servicio.

Tres puntos de la crítica: la poca luz entre los pilares; la ubicación desacertada (aguas abajo de Patagones); y, en ese caso, la falta de un tramo levadizo del puente para el paso de barcos de mayor porte hasta el muelle de Patagones. Afortunadamente, las observaciones se tendrían en cuenta se construyó. Los trenes corrieron hasta que las desidias gubernamentales dejaron al puente como un oxidado símbolo burlón a la larga epopeya del ferrocarril que ya no une a Buenos Aires con Bariloche.

Del viaje de Pershing pueden elegirse muchísimas anécdotas. Quizás la más curiosa ocurrió en el muelle de Bariloche: lo encaró un tal Horacio Filangaci, corresponsal en Buenos Aires del diario Chicago Tribune, quien logró una entrevista importante.

 

De cambios y canales

 

Antes aún, hubo incertidumbre sobre si cruzaría la cordillera hacia Bariloche, como finalmente sucedió. El malentendido que despistó a la cancillería argentina, lo provocó el corresponsal de La Prensa en Santiago de Chile: aseguró que el general no

cruzaría la cordillera porque se aprestaba a reembarcarse en el Utah rumbo a los canales fueguinos, de manera que llegaría en travesía marítima al puerto de Buenos Aires. Se publicó el lunes 12 de enero y se aseguraba que ese mismo día zarpaba el Utah desde Valparaíso. Efectivamente soltó amarras pero para entonces Pershing viajaba en tren a Temuco y Puerto Varas.

"Después de dos días de viaje a través de la Patagonia por el Ferrocarril del Estado recién construido, el general Pershing llegó a las 6 de esta madrugada a Viedma...". El telegrama publicado por La Nación el domingo 18 de enero se refería al día anterior.

En Viedma, el vital Pershing fue saludado por el gobernador interino (el titular Alfredo Viterbori estaba de viaje) y pronto se embarcó para cruzar el río. En corta navegación hasta la subprefectura y paseo fluvial, la lancha puso proa al muelle de Patagones en momentos que los "barcos que estaban surtos en el puerto, que estaban empavesados, tocaron sirena..." . Lo recibió el intendente Casinelli y los concejales Negri y Fanton. Los automóviles treparon la barranca, surcaron las calles y terminaron en el palacio municipal para el inevitable cóctel.

 

Una impresión imborrable

 

Allí confesó que la belleza del panorama andino le había causado una impresión imborrable. Agradeció la ausencia de discursos (quería partir de inmediato para Bahía Blanca) y departió con los edecanes que le asignó el ministro de Guerra Agustín P. Justo (masón iniciado en logia Primera Argentina Nº 62). Agradeció a Enrique Beccar, inspector nacional de ferrocarriles, que dispuso el confortable coche habitualmente destinado al ministro de Obras Públicas para que el huésped llegara a Bahía Blanca y Buenos Aires, y recibió los saludos de un emisario del director de La Nueva Provincia, Enrique Julio (también masón, iniciado en la logia Estrella Polar Nº 78).

El emisario le anunció que Julio no estaría en Bahía Blanca para agasajarlo pero le entregó un pergamino que también suscribían prominentes personajes (masones de la época: Francisco A. Barroetaveña, Luis J. Dellepiane y José Luis Muratore, entre otros).

El tren especial partió a las 9 y llegó retrasado a Bahía a las 14 y 45. Lo recibió una multitud, como había pasado en Viedma y Patagones. Buenos Aires multiplicó esas demostraciones y los diarios hicieron gran despliegue de comentarios y evocaciones, que siguió con motivo de sucesivos agasajos y una escapada hasta Mar del Plata en plena temporada de baños de mar.

Los diarios volvieron a ocuparse del general cuando el 15 de febrero de 1948 recibieron cables desde Washington que merecieron extensas evocaciones de aquel viajero. Los encabezaba una sintética información: "En el Walter Reed Hospital de esta ciudad dejó de existir hoy a las 2:50 el general John J. Pershing".

 

FRANCISCO N. JUAREZ

fnjuarez@sion.com

 
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