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Domingo 26 de Noviembre de 2006
 
Edicion impresa pag. 50 > Cultura y Espectaculos
Bailando en busca de la felicidad
Una pequeña cinta independiente con un gran elenco. Sorprende por su profundidad a la hora de retratar a un grupo de seres cuyas solitarias existencias los empujan a buscar en el baile una forma de comunicarse.
Robert Carlyle y Sean Astin, dos viudos que superan el dolor a través del baile.
Robert Carlyle y Sean Astin, dos viudos que superan el dolor a través del baile.
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El género de la comedia o drama romántico es tan antiguo como el cine mismo y toda industria propulsa innumerables proyectos en esta vertiente anualmente. Si bien la mayoría no escapa a las típicas situaciones con su resolución idílica incluida, siempre hay filmes que sorprenden por transitar los mismos caminos con un dejo de naturalidad y una estructura que de tan cercana a la realidad del espectador siempre es bienvenida. Este es el caso de "Un toque de seducción" (en el original con un título largo "Marilyn Hotchkiss Ballroom Dancing & Charm School" en referencia a una escuela de baile y buenos modales que es el eje de la historia) que, sin pasar por los cines, se estrena directamente en VHS y DVD con un elenco multitudinario.

La cámara persigue la existencia de Frank Keane (Robert Carlyle), un panadero triste y desolado ante la reciente muerte de su esposa que debe socorrer a un hombre en un accidente automovilístico. Steve Mills (John Goodman) iba en direc

ción a la escuela que da el nombre al filme cuando el llamado de la muerte lo sorprende en la ruta. Su objetivo era reunirse con su amor de la infancia como habían acordado hace 40 años y, conociendo su destino, le pide a Frank que cumpla su deseo. Atormentado por la responsabilidad, este hombre ingresará a un mundo donde el baile es el vehículo ideal para que un grupo de personas solitarias se interrelacione y comunique de una forma muy diferente a lo que cada uno logra en su vida cotidiana. De a poco, y gracias a esta inesperada vuelta del destino, Frank irá encontrando también una razón para su apocada existencia y acarreará a este nuevo universo a los pocos integrantes de su propio mundo, sobre todo a su grupo de autoayuda para hombres que perdieron a sus esposas, con el que se reúne cada semana.

Sin escapar a los convencionalismos de un género transitado hasta el hartazgo, la cinta invita a compartir sentimientos de una humanidad reconocible y atrapa al espectador con una nostalgia desbordante y para nada melosa. El joven realizador Randall Miller, responsable también del guión junto a Jody Savin y del montaje, espía en los corazones de cada uno de estos seres alejados del típico modelo del héroe romántico y más cercano a las vicisitudes de la mayoría de los mortales. El gran elenco liderado con su habitual oficio por el británico Robert Carlyle, incluye a Marisa Tomei, Sean Astin, David Paymer, Mary Steenburgen, Donnie Wahlberg, Sonia Braga, Elden Henson, Ernie Hudson, John Goodman y pequeñas participaciones de Camryn Manheim y Danny de Vito.

En una escena fundamental donde Frank revela la forma en que esa vieja escuela de baile ha comenzado a trastocar su vida, la profesora (Steenburgen) le dispara: "El baile es una droga muy poderosa. Si se la adopta prudentemente puede exorcizar demonios, acceder a emociones muy arraigadas y darle color a su vida en alegres

 
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