LONDRES (DPA) - En algún momento en los próximos tiempos en el condado inglés de Gloucestershire una pareja mayor estará sentada en la estación ferroviaria de Kemble y esperará al tren a Londres-Paddington.
El vestirá un traje refinado y estará peinado correctamente. Ella llevará un abrigo distinguido y una melena rubia con canas. Y quien mire con atención reconocerá en ellos a los futuros reyes de Inglaterra: el príncipe Carlos y su esposa Camilla.
El heredero del trono, de 58 años, que desde hace tiempo está bastante receptivo al pensamiento ecológico, quiere recurrir en el futuro más a medios de transporte amables con el medio ambiente.
Por eso, comunicó a algunos periódicos que próximamente ya no se trasladará de su finca en el campo en Highgrove a Londres con limusina, sino que lo hará con el tren de cercanías. Además, el príncipe de Gales renunciará todo lo posible a los aviones y helicópteros.
El diario sensacionalista "The Sun" lo convirtió por eso ya en "Prince of Rails", es decir, "príncipe de los trenes". Para los británicos, esta evolución ecológica de su futuro monarca no es una sorpresa.
Con su marca Duchy (pan, embutidos, comidas preparadas, galletas y mermeladas), Carlos lleva ya más de una década en el negocio de los productos biológicos.
En Highgrove, en algunos baños se tira la cadena con agua de lluvia, hay ganado ecológico y colectores solares.
Para el personal de Clarence House, en Londres, el príncipe acaba de comprar nuevas bicicletas de servicio.
Tras este verano, que en la isla británica fue extremadamente caluroso y seco, Carlos está seriamente preocupado por el clima como muchos de sus compatriotas. "Las nuevas estadísticas sobre cambio climático y el recalentamiento global simplemente son aterradoras", dijo hace poco en una entrevista.
La meta de esta nueva iniciativa es convertir a Carlos en el "príncipe verde", reveló un allegado. El heredero intentará reducir al mínimo las emisiones de dióxido de carbono. Claro que para llegar a ese punto aún queda un largo trecho. Porque hasta ahora Carlos, más allá de las palabras bonitas, fue descubierto bastante seguido cometiendo pecados ecológicos.
Entre sus vehículos hay coches lujosos como Aston Martin, Jaguar y Range Rover, que no se caracterizan justamente por ahorrar combustible.
En su visita a Estados Unidos el año pasado, Carlos y Camilla utilizaron un jet privado. Y el corto trecho de Highgrove a la carrera de caballos en Cheltenham lo hicieron ambos en el helicóptero real. "Todo esto tiene un cierto aire de hipocresía", criticó por eso el diario "The Guardian".
Más allá de eso, en la casa real no son pocos los que consideran las intenciones ecológicas del príncipe un simple capricho. "Suena bien si ahora nos volvemos completamente verdes, pero la implementación acarrea toda una serie de inconvenientes", dijo una fuente cercana al heredero.
En el caso del personal de seguridad, por ejemplo, sólo la idea de que Carlos y Camilla puedan estar sentados en un tren común genera ya bastantes pesadillas. Y también en la propia familia Carlos aún tendrá que hacer algún trabajo de concientización con su cruzada ecológica. Su hermano Andrés, por ejemplo, gastó sólo el año pasado en aviones 355.942 libras (unos 670.000 dólares). En la casa real, el príncipe de 46 años por eso lleva el apodo de "Air Miles Andy".