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Miércoles 22 de Noviembre de 2006
 
Edicion impresa pag. 29 > Policiales y Judiciales
Condenaron a un policía

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- Los jueces de la Cámara Primera del Crimen condenaron a un año de prisión en suspenso y a dos años de inhabilitación para ejercer sus funciones, a un sargento de policía que llegó a juicio acusado por dos hechos de vejaciones. La sanción que le impusieron implica que será dado de baja de la fuerza en cuanto la sentencia quede firme, pero como uno de los jueces votó en disidencia y propugnó la absolución, tendría las puertas abiertas para intentar un recurso de casación.

La pena impuesta al sargento Carlos Alberto Giménez es la misma que pidió el fiscal Carlos López, quien consideró acreditado que el acusado golpeó con la palma de la mano a una menor que le escupió en la cara en la sala de guardia de la comisaría 28, y luego a una hermana que trató de defenderla. El defensor Marcelo Alvarez Melinger abogó por la absolución de Giménez, señalando que hasta la presunta víctima reconoció que había escupido al policía, y que no se acreditó que haya cometido una severidad.

El policía llegó a juicio acusado de haberle aplicado sendos golpes de puño a Gabriela y Judith de las Nieves Riquelme, de 13 y 20 años respectivamente, produciéndoles a ambas eritemas en el rostro, cerca de la medianoche del 27 de octubre de 2003. La madre de las víctimas expuso que el incidente se produjo cuando ya se retiraban de la dependencia policial cuando la niña se acercó, señaló al acusado con el dedo índice y le dijo "yo nunca me voy a olvidar de vos, del día que me llevaste presa".

El acusado declaró que antes de ese incidente había llevado a la comisaría a las hermanas, porque se negaban a identificarse, y que la guardia anterior había detenido a un hermano, a quien estaba revisando el médico cuando la menor le escupió en el rostro parte del sandwiche que estaba comiendo. Negó haberle pegado, y dijo que sólo trató de cubrirse cuando la chica le escupió.

Los jueces Marcelo Barrutia y Alfonso Pavone consideraron acreditada la autoría del encartado. Alejandro Ramos Mejía, en cambio, defendió la tesis de que no actuó con dolo.

 
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