Las maniobras de Irán y Siria para tomar la iniciativa diplomática con Irak podrían limitar el espacio de maniobra del presidente estadounidense George W. Bush, al enfrentar fuertes demandas para lidiar directamente con los dos regímenes que durante tanto tiempo despreció.
Siria e Irak anunciaron que reestablecerán relaciones diplomáticas luego de una ruptura de 25 años, en tanto que Irán estableció simultáneamente una conversaciones para una cumbre con los líderes iraquíes, como un paso previo para mejorar las relaciones.
Las dos iniciativas ocurrieron cuando se conocía el asesinato de un ministro libanés antisirio Pierre Gemayel , que probablemente endurecerá, al menos en el corto plazo, la posición de Bush frente a Damasco.
Bush realiza una revisión total de su política en Irak, luego de la arrasadora victoria demócrata en las elecciones legislativas del 7 de noviembre que estuvieron dominadas por el disgusto popular por la guerra en Irak. Bush también espera la publicación el próximo mes de las recomendaciones para la política en Irak del influyente panel bipartidista encabezado por el ex secretario de Estado James Baker, que se espera presione para un diálogo directo de Estados Unidos con Irán y Siria. El presidente estadounidense ha rechazado estos diálogos, hasta ahora.
Washington también está atrapado en un callejón sin salida con Irán por su controvertido programa nuclear y ha insistido en que Teherán debe detener sus actividades de enriquecimiento de uranio antes de que puedan mejorar las relaciones bilaterales.
Si la apertura de los dos regímenes con Bagdad resulta en la acción concreta que Washington ha exigido, Bush se encontrará bajo gran presión para responder.
El subsecretario de Estado, Nicholas Burns, reafirmó las demandas de Washington este martes: que Siria detenga el flujo de insurgentes a través de su frontera hacia Irak y que Irán deje de apoyar a la milicia chiíta involucrada en la violencia sectaria y contra las tropas estadounidenses. "Eso debe parar", dijo.