Lunes 23 de Octubre de 2006 Edicion impresa pag. 61 > Cultura y Espectaculos
El inicio fue con el signo de estos tiempos
Cuatro jóvenes intérpretes lograron reflejar en una sola noche una parte importante de la inmensa riqueza musical que atesora la humanidad en los úl

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB) - Biodiversidad es una palabra de moda que no necesita explicaciones. Por lo escuchado en la apertura de la XIV Semana Musical Llao Llao bien podría inventarse el vocablo "musidiversidad" como el regusto que quedó del repertorio e interpretaciones que convergieron de la mano de cuatro jóvenes artistas. Noe Inui (violín), Soomija Park (piano), Myriam Santuchi (cello) y Lyda Chen (viola) entregaron sus cuerpos, mentes y corazones a resucitar momentos creativos muy especiales de Mozart, Shostakovitch y Schumann.

Lo hicieron desde un lugar particular que se fue consolidando a medida que el concierto avanzaba: una juventud que aprende a dosificar la potencia de la que se sabe sobrada pero también la audacia para reinterpretar las complejidades de las obras de genios adultos u hondamente conflictuados.

Bien lo dijo el director del festival, Martín Nijensohn, al terminar el espectáculo; en el Divertimento para violín, viola y violoncello de Mozart "los chicos fueron de menor a mayor". Comenzaron un poco fríos y fueron cada vez creciendo en la calidad del sonido, de la expresión de las ideas, en la intencionalidad. Fue notorio en el mismo público cómo iba creándose cada vez más clima a medida que los sonidos lograban densidad y profundidad. El progreso se notó ya en el Adagio y luego en el Andante, donde todos los instrumentos pudieron oírse en una suerte de contrapunto con el fuerte viento patagónico que hacía estremecer los ventanales del acogedor salón.

Un concierto es un hecho en el espacio y en el tiempo y los factores ambientales a veces subrayan, como en este caso, las percepciones.

Prueba de ello fue el penúltimo movimiento, un Menuetto, que disparó el aplauso en un público usualmente muy respetuoso de las pausas. La viola se lució allí y en el Allegro final, fuerza y riqueza se expresaron en acrobático equilibrio.

Ahí nomás y sin dar respiro a la ovación, ingresó la pianista Soomija Park, y comenzó la ejecución del Trío para violín, cello y piano Nº1 de Shostakovitch, un cambio que ya había anticipado el presentador Nelson Castro y que Nijensohn luego aclaró. "Ellos querían hacer el Shostakovicht pegado al Mozart porque entendían que musicalmente iba a ser mejor y tenían razón porque eso produjo un alivio, en cierto sentido, del denso clima mozartiano, para después del intervalo quedarnos solamente con Schumann, que merecía toda una segunda parte".

La interpretación de Shostakovicht fue la sorpresa de la noche. Los músicos demostraron el injusto olvido en los escenarios de un músico que por adherir a la revolución rusa, la padeció como pocos. Describir la transparencia, tanto en lo vigoroso como en lo más dulce, con que Inui, Santuchi y una Soomija Park -virtuosa y templada- deshilaron la partitura no es posible por escrito. Sí lo es el entusiasmo con que fue acogida la vivencia, que muchos no se esperaban, según admitieron en el intermedio.Tras él, la noche reunió por primera vez a los cuatro músicos tocando juntos. Si la emoción y el músculo -como combustible en un sentido abstracto- fueron, respectivamente, las claves exploradas con Mozart y Shostakovicht, el Cuarteto con piano Op.47 de Schumann les hizo invocar al intelecto. Energía y virtuosismo de chicos jóvenes pero al mismo tiempo muy claros en saber lo que querían decir y adónde ir.

Como era de esperar, tuvieron que hacer un bis. Un arreglo de José Bragato sobre una obra de Astor Piazzolla les valió la última y generosa ovación.

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