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Jueves 19 de Octubre de 2006
 
Edicion impresa pag. 26 y 27 >
Barrabravas todo terreno y la melancolía de ser peronista

Los sucesos de San Vicente han sido comparados insistentemente con Ezeiza; el traslado de los restos de Perón parecería motivado por cierta pasión necrofílica de los argentinos y algunos analistas transmiten el temor a la repetición del pasado.

Una interpretación lineal y facilista de lo ocurrido nos pretende mostrar que la película de ayer ya la vimos y lo que pasaba la televisión no era más que un noticiario aggiornado del viejo "Sucesos Argentinos".

Sin embargo si se intenta caracterizar a los protagonistas y se los compara con los del pasado referido, se puede decir que éstos son bien diferentes y por lo tanto se pueden analizar los hechos desde otra óptica.

Dirigentes sindicales, el activismo gremial o, como eufemísticamente se los denomina, los "colaboradores" de cada sindicato y finalmente el pueblo peronista fueron los tres ejes de la participación. Hubo convocantes y convocados, siendo estos últimos algunos de los habituales acarreados y miles de espontáneos participantes.

Los dirigentes podrán parecer, y algunos de hecho son, los mismos de hace treinta años, pero en el pasado conformaban una estructura cargada de ideología, defensora de una doctrina y seguidores de un liderazgo nacido en el 45.

Las "62", para el imaginario colectivo, podían ser la rama más importante del movimiento o la "burocracia sindical", según opinasen amigos o enemigos. La adquisición de privilegios económicos o las tomas de decisiones que pudieran ser consideradas traiciones a su clase, por los sectores combativos del sindicalismo, eran consecuencias secundarias a la defensa de un ideario.

Los posicionamientos de poder del viejo sindicalismo lo eran en función de la "causa justicialista", que fue en un momento la resistencia, en otro plasmar el "Perón vuelve", luego buscar cuotas de poder en el tercer gobierno peronista, para finalmente ser arrinconados y diluidos paradójicamente por otro líder peronista en los noventa.

Los sindicalistas que hoy organizaron el traslado de los restos de Perón no son lo que antes eran. Son en realidad empresarios poderosos, terratenientes algunos, todos partícipes de las cajas de la seguridad social, que han dejado atrás la ideología y hoy el único reaseguro que buscan es la continuidad de su negocio sindical. En el sindicalismo de los gordos de la actualidad no hay líderes sino gerentes que, por carecer de la convocatoria al sentimiento que ellos mismos han perdido, no tienen más remedio que contratar a sus adeptos.

Aquí aparecen los segundos protagonistas: el activismo, en este caso, sindical.

Los protagonistas de antes, los movilizados del 45 a los ochenta, eran militantes de la derecha o la izquierda, de la patria peronista o la patria socialista, fascistas, nacionalistas, revolucionarios, marxistas, estudiantes, obreros, sindicalistas o peronistas por sentimiento como aquel rescatado por Osvaldo Soriano, que dijo: "Yo nunca me metí en política, siempre fui peronista".

Los protagonistas de la violencia de San Vicente no son militantes sociales sino más bien barrabravas todo terreno, los que los domingos pueblan la tribuna de un club, por las noches son los grupos de profesionales de pintadas y en la fecha que cuadre saldrán a engrosar manifestaciones de cualquier índole, choriceadas de campaña o concentraciones que deban mostrar una supuesta masividad y el poder de convocatoria "espontánea" de tal o cual dirigente.

Nada más alejado del concepto de militancia es el que practican estas Pymes de la posmodernidad. Tanto llenan los paredones con consignas al mejor postor, como participan de un acto que puede estar dedicado a un candidato de esos mismos clubes, a un eventual concejal, una lista de la interna de cualquier partido político o la más rara de las veces, por su poco apego a elecciones democráticas, a algún gordo jerarca sindical.

El problema es que los militantes tienen convicciones, sentimientos y objetivos. Los militantes responden a criterios organizativos, mientras las barras en tanto son incontrolables, porque el eje motivador de su accionar es el dinero, no importa de quien venga, y el combustible de su pasión, la droga y el tetrabrick. Desatada la furia en la barra, ésta no tiene control ni mide consecuencias, se puede volver incluso contra quienes les pagan, eso probablemente les haya pasado a los patéticos organizadores del acto de San Vicente.

Un comentario final para el tercer protagonista, "el pueblo peronista". Una vez más burlado, una vez más frustrado, cuando marcha al encuentro con su líder, en eso sí hay una semejanza con Ezeiza, en la autenticidad del sentimiento que todavía llevan en su corazón miles de Argentinos que no vivieron pero sienten, por transmisión generacional de padres y abuelos, que algo que se llama peronismo los une y los convoca.

Quizás tuviese razón cuando decía "el General" que ésos serían sus verdaderos herederos, el problema es que mientras tanto siguen siendo otros los que usufructúan de su legado.

 

LUIS DI GIACOMO (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Médico psiquiatra.

 
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