Escuchando a la orquesta sinfónica de Cincinnati, que con auténtica gracia decidió hacer "conciertos pop" para la temporada de verano, se me ocurrió pensar sobre cuánto podría pasarse a esa versión, y cómo quedaría, y si podría -el reto- conservar su pureza, su estilo, su destino marcado el día del big-bang; si podría preservarse a sí mismo el producto y no traicionarse el artífice de su ejecución.
Porque el pop, lo pop... carga con insuperable pésima prensa, con pesado desprestigio, y ya ni reparamos en que arbitrariamente -ahora es tarde, nos arrastra la corriente-, lo sacamos de su neutral e inocente origen: no más que aquello popular.
¿Somos conscientes de que lo hemos llenado de adjetivos denostadores?, al populi, como si... vox dei!, nos olvidamos... como si qué?, como si nada!, ser popular es ser o pertenecer a una categoría sociológica; una... clasificación, solamente eso.
Sería este proceso en cierto modo, semejante a transcribir en bossanova algunos segmentos de la vida grabados en lírica, en comic otros escritos por Ulises, en silicona los tallados en mármol de Carrara; como cocinar en microondas el pan que salía del horno de barro, o reeditar "La Strada" con mi vetusta video cámara, y mis vikingos hijos por actores.
Pero: cómo conservar ese sonido, el compás de la poesía, iguales contorno y superficie, la mágica feralidad de Gelsomina, o el exacto sabor. Del pan. No los mismos, con identidad estagirita, sino el calco en la zozobra, el gemelo en el sismo interno que hasta donde conozco, sólo provocan los dioses cuando despuntan sus vicios fabricando artesanías.
Se me ocurre -no se me ocurre nada, o nada fácilmente, porque oso intrépida e irresponsable componer estas ideas, tentando al diablo que si sigo, subirá pronto el ascensor para llevarme-, algo así como recrear la Creación, y ser otra vez la Creación. Una dialéctica; rítmica, lúdica, leal a su tesis.
Me agarro fuerte para no dejarme chupar por la gravedad que impía me tira de los pies, porque en cada letra caigo en la parodia; no; no lo sabré decir pero no es eso. Complete cada uno mis adolescencias y yerros; tomándose su tiempo porque trabajarán y trabajarán.
Y una cita: de una serie de T.V. que ni merece ser nombrada; la secretaria punk -pero punk, punk- de un consultorio médico, que, inquirida por una audaz paciente para que falsificara el resultado de su test de embarazo, le contesta con extraordinaria lucidez y pasmoso equilibrio vital: "que me exprese libremente no significa que consienta el adulterio".
¿Cómo hacerlo?, ojalá pudiera elaborar aquí un prospecto que los guíe -si se quieren anotar-, que me guíe -yo ya me inscribí y tengo el número 1-. Claro que no puedo elaborarlo, si no, no sería quien soy, y de ustedes aunque no sé mucho, intuyo con atrevimiento que no serían los que son.
Si en algo no claudico es en la esperanza; probablemente oyendo de nuevo "Tico Tico", ese clásico del folklore brasileño, en las cuerdas, los vientos, los parches, las teclas, la alquimia de la celestial sinfónica del Norte, se prenda mi luz y aprenda a transcurrir a su manera.
Apostilla: "Claro de luna", humilde y majestuoso, en las manos de Serkin, es en este instante el maremoto que retorciendo mis huesos me lleva, me trasporta, me dice que lo toque con cuidado con la fanfarria de mi barrio. Que sea con él el mejor cirujano.
MARIA EVELINA GARCIA
