BUENOS AIRES, (Télam).- Decidida a cristalizar en un libro su experiencia de más de treinta años al frente de distintos talleres literarios, la escritora Alicia Steimberg acaba de publicar "Aprender a escribir", un ensayo que disecciona el proceso de formación de un escritor y en el que aporta reflexiones sobre las condiciones que debe reunir un texto.

¿La literatura es un don reservado a unos pocos o un oficio accesible a cualquiera dispuesto a aprender sus leyes? ¿Son escritores quienes despliegan su afán literario en la intimidad o sólo aquellos que consiguen publicar sus textos? ¿Cuáles son las condiciones infaltables para un buen relato?

Estos interrogantes, que han acompañado la trayectoria literaria de la autora de "La selva" y "Cuando digo Magdalena" desde su juventud, constituyen el sustento crítico que articula su nuevo libro, dirigido a quienes dan sus primeros pasos en la literatura pero también pensado como un espacio de discusión sobre las modalidades de la creación literaria.

"Hasta hace un tiempo, yo no tenía demasiado conceptualizada mi relación con la escritura. Los conceptos empezaron a venir más o menos hace un año y medio, después de cuarenta o cincuenta años de escribir literatura. Me interesaba explicar cómo es ese proceso que lleva a una persona a considerarse escritor y cómo se alcanza la legitimación de ese oficio", señaló Steimberg a Télam.

"Es difícil establecer cómo es el proceso que convierte a alguien en escritor. De lo que estoy segura es que se trata justamente de una secuencia en el tiempo, a la que contribuyen los talleres literarios, que muchas veces ayudan a acortar el tiempo que se necesita para aprender los resortes del oficio", aseguró.

Editado por el sello Aguilar, "Aprender a escribir" incluye apuntes de Steimberg sobre las distintas instancias de un taller literario, análisis de relatos famosos, variantes de ejercicios para experimentar con la escritura y apuntes que funcionan como herramientas para distinguir los atributos de un texto.

"En general, y esto lo he comprobado en los concursos literarios donde integré el jurado, los textos buenos son muy pocos y se diferencian claramente de los demás -destacó-. Un texto es malo, en líneas generales, cuando no reúne las cualidades de visualidad y carácter concreto. Dicho de otra manera, un relato malo es aquel que no le permite al lector formarse una imagen de lo que está leyendo".

"En un buen texto de ficción, el lector puede imaginar visualmente casi desde el primer párrafo lo narrado. La segunda condición es que haya una preeminencia de lo concreto sobre lo abstracto".

"Por supuesto que estos dos parámetros no son suficientes para ser buen escritor, del mismo modo que no todos los textos cumplen con esta consigna, como es el caso de Macedonio Fernández", ilustró Steimberg.

Jorge Luis Borges sostuvo alguna vez que la trayectoria de un escritor se construye en torno de un puñado mínimo de obsesiones temáticas que se van repitiendo a través del tiempo. Y que, más allá de la diversidad de registros y matices, un escritor narra todo el tiempo la misma historia.

"Mi antiguo psicoanalista decía que hay cuatro temas: padre, madre, sexualidad y muerte. Lo que importa en cada caso es la singularidad con la que se narra. Borges decía también que en realidad no se escribe sino que en todo caso se reescribe, porque todo ya está escrito... creo que reescribimos, aunque no queramos".

"Borges propone explícitamente la reescritura como ejercicio y como herramienta de trabajo en su prólogo de 1935 a 'Historia universal de la infamia'", acotó.

¿Por dónde empezar, entonces? "Para escribir, no hay más remedio que imitar a los escritores consagrados de nuestro tiempo, pero eso sí: sumando siempre un ingrediente personal que, si está ausente, no deja que la escritura asome con sus mejores cualidades", apuntó Steimberg.

JULIETA GROSSO